Palomas en Arrecife, una plaga voladora se apropia de los mejores espacios públicos

Las bandadas de palomas que anidan en el Intercambiador de Guaguas y defecan sobre usuarios y usuarias son alimentadas expresamente por personas que las adoran
Cualquier ciudad que se tenga en estima prohíbe dar de comer a las palomas en el espacio público y arbitra mecanismos de control de la natalidad para evitar que se conviertan en una plaga. Menos Arrecife. A igual que sucede con las colonias de gatos, las poblaciones descontroladas de palomas suponen un grave riesgo que se manifiesta de varias maneras: la salud pública, el patrimonio cultural o los edificios públicos y la vestimenta de las personas usuarias.
Las poblaciones disminuyen un 50% cuando carecen de comida
En 2019, el Cabildo de Lanzarote licitó un servicio consistente en el control y reducción poblacional de palomas en el Intercambiador y en la Estación de Guaguas de Arrecife. Seguramente surtió efectos en su momento, pero, cuatro años después, las palomas siguen reproduciéndose y apropiándose de espacios y equipamientos públicos, como el Charco de San Ginés o el Intercambiador de Guaguas.
Los equipamientos públicos son los espacios preferidos por las palomas, ya que en ellos no habitan ‘molestos residentes’ que las metan en cintura y las mantengan a raya. Al contrario, el número de palomas comunes en las zonas urbanas, especialmente en Arrecife, suele aumentar en gran medida debido al alimento que les proporcionan personas no autorizadas. Los datos son muy elocuentes, ya que las poblaciones de palomas disminuyen un 50 por ciento cuando carecen de comida.
Los excrementos de palomas son muy corrosivos
Pero estas aves tienen otra fuente indirecta de suministro de alimento, y es el pienso con el que algunas personas bien intencionadas dan de comer a las colonias de gatos callejeros en diferentes zonas de la ciudad. Una vez saciados, los restos de comida destinada a los mininos son ingeridos por las palomas, y, si no, ya se ocupan de acabar con ellos las ratas, ratones, cucarachas, hormigas y un largo etcétera.
En el caso de las palomas los perjuicios no apuntan sólo a la salud de la ciudadanía, sino que ocasionan importantes daños al mobiliario urbano y al patrimonio escultórico y arquitectónico de las ciudades. Los excrementos de palomas son muy corrosivos, además del problema de limpieza general que ocasionan en fachadas, cornisas y en la vía pública. Para prevenir estas plagas urbanas, se recomienda evitar darles de comer sin autorización y, de hecho, vez hay más ordenanzas municipales que lo prohíben expresamente.
Casas abandonadas y edificios a medio construir
Las palomas que nos encontramos están perfectamente adaptadas a vivir y proliferar en un entorno urbano, donde son capaces de encontrar con facilidad y aprovechar con eficacia tanto el agua como el alimento que necesitan para sobrevivir. Por ejemplo, las bandadas de palomas que anidan en el Intercambiador de Guaguas y defecan sobre usuarios y usuarias son alimentadas expresamente por personas que las adoran. Además, se suministran del agua y el alimento que les ponen a las garzas, que anidan en el —maloliente— recinto contiguo al Intercambiador.
Son asimismo expertas en encontrar lugares que les pueden servir de refugio donde anidar, reproducirse y protegerse de las condiciones climatológicas desfavorables. Las casas abandonadas y los edificios a medio construir son otros de sus espacios favoritos. A las palomas se les ha unido en los últimos años las tórtolas. Tierna imagen la de una persona lanzando migas de pan a las palomas, digamos que en la ribera del Charco o en el Parque Temático.