La ganadería lanzaroteña no gana para disgustos: tras la COVID-19 llega la inflación

La cabaña insular supera las 105.000 cabezas y su destino es muy variado, como el consumo interno de carne y otros productos de la ganadería, como quesos o huevos
La ganadería lanzaroteña no gana para disgustos. Tras la COVID-19 ha llegado la inflación, lo que ha dado lugar a que el Pleno del Cabildo de Lanzarote aprobara hace unos días, por unanimidad, la puesta en marcha de una línea de subvenciones por importe de 1,9 millones de euros que se destinarán con carácter urgente al sector ganadero.
Pero, a este paso, una parte de la ganadería insular tendrá que reinventarse para proseguir su actividad. La cabaña insular supera las 105.000 cabezas, según datos de 2021, y su destino es muy variado, puesto que va desde el consumo interno de carne y otros productos de la ganadería, como quesos o huevos, hasta el antiquísimo uso turístico de los camellos en las excursiones que se organizan en las Montañas del Fuego.
El segmento más numeroso es el avícola, con unas 80.000 aves
Los organismos internacionales coinciden en señalar que hay que reducir en todo lo posible la dependencia alimentaria del exterior y la importación de productos de lugares lejanos para atajar la crisis climática y energética. Por esa razón, hay que tomarse muy en serio términos como autoabastecimiento y soberanía alimentaria, producción de alimentos sanos o reindustrialización. Y, en el ámbito ganadero, los expertos ponen el énfasis en la manera de producir: cómo viven, cómo se alimenta o cómo se acelera el engorde de los animales, o qué tratamientos reciben para prevenir enfermedades y qué efectos tienen estos posteriormente sobre la salud de los humanos.
"La cuarta parte de los ganaderos no conocen la ganadería ecológica"
Dentro del censo ganadero de Lanzarote, el más numeroso es el avícola (unas 80.000 aves), seguido del caprino (unas 21.000 cabras), el ovino (más de 3.000 ovejas) y el porcino (casi 2.000 cerdos). Todas las categorías se han multiplicado en las últimas décadas en paralelo con el crecimiento de la población y el aumento del consumo de carnes y productos derivados de la ganadería. Todas menos la cunícola, que se ha reducido extraordinariamente y ha pasado de 8.800 cabezas de conejos censadas en 1991 a sólo 349 el año pasado.
Ganado: alimentación sobre todo con millo
Reducir extraordinariamente el consumo de carne, o eliminarla de la dieta, parece una exigencia de este tiempo y de la contención del calentamiento global y el cambio climático, además de las razones éticas subyacentes. Mientras tanto, parece que se vislumbra en el horizonte abandonar la gran industria ganadera y recuperar el concepto tradicional de granja. Pero, ¿cuál es la capacidad de adaptación del subsector ganadero al nuevo escenario de crisis climática y energética? No hace mucho, se realizó una encuesta que arrojó algunas claves, ente ellas, que la cuarta parte de los ganaderos no conocen la ganadería ecológica, aunque el 40% de ellos se muestra interesado en recibir formación sobre estos aspectos.
Más datos que se desprenden de aquella encuesta. Aproximadamente el 70% de los ganaderos encuestados no tienen formación específica en la actividad, mientras que la formación media o universitaria supone menos del 1% del total. Seis de cada diez explotaciones ganaderas disponen de suministro eléctrico en sus instalaciones, de las cuales sólo el 8% utiliza energías renovables. Entre los distintos tipos de nutrición que los productores locales utilizan para el ganado, destaca la alimentación con millo y el aprovechamiento de los restos de la agricultura. El 95% reutiliza el estiércol de su ganado para la agricultura, mientras que un 1,5% lo destina a la venta.