Opinión

Como agua de mayo

Salinas de Janubio.
Salinas de Janubio.

No se me olvidan las sabias palabras del maestro salinero lanzaroteño Modesto Perdomo en una de las proyecciones del documental poético ‘El tiempo de la sal. Tras las huellas de Víctor Fernández Gopar’, dirigido por la cineasta y escritora granadina Carmen Tortosa. Fue en 2018, en la  localidad alavesa de Salinas de Añana, a 30 kilómetros de la ciudad de Vitoria - Gasteiz, en el coloquio abierto después de la visualización de este ensayo poético audiovisual sobre la vida y obra de Víctor Fernández Gopar (1844 - 1920), constructor de salinas, poeta popular y figura relevante de la literatura folklórica de Lanzarote y Canarias, cuando el maestro Perdomo, ahora ya jubilado con más de cuarenta años de trabajo a sus espaldas en Salinas de Janubio, dijo de forma idílica que el mejor obrero y aliado que había tenido a su cargo en la tarea de la extracción artesanal de sal era “el sol y el viento”, sin demeritar, por supuesto, el duro trabajo que han desempeñado decenas de mujeres y hombres a lo largo de más de un siglo ininterrumpido de producción. 

No solo fue una expresión compartida por el maestro salinero Edorta Lamo, anfitrión  de Añana, allí mismo a pie del extenso complejo productivo situado a más de 2.000 kilómetros de Lanzarote, sino que en el marco del programa  del Festival Internacional de Poesía de Vitoria Poetas en Mayo, donde la directora del film y yo presentamos el documental como miembros del equipo de producción,  las palabras alegóricas de Modesto Perdomo cayeron como agua de mayo. Un relato de experiencia humilde y con conocimiento de causa, en lenguaje franco y cercano, como lo hizo en su testimonio de vivencia pura recogido en el documental.  

El pasado 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, recorrí Janubio en otro plan, lo hice integrado en un grupo de seis personas en una visita guiada que en horario de tarde ofrece la propiedad. Siempre hay detalles nuevos por ver de cerca y descubrir de ese imponente jardín de miles de metros cuadrados que desde la carretera miro de reojo cada día de camino a mi trabajo. 

Su complejidad arquitectónica creada con ingenio, la mezcla de materiales usados en su construcción para favorecer y garantizar el proceso productivo, los canales por donde corre el agua bombeada desde el lago puro y natural, los cocederos o “piscinas” construidos a distintos niveles para concentrar la salinidad del agua hasta convertirla en salmuera y la posterior cristalización de la sal en las pequeñas cuadrículas que nos regalan una bella estampa, sobre todo entre los meses de marzo y octubre, el periodo de producción donde podemos ver artísticamente modelados montículos de sal. 

Y bien distinta es la estructura de Salinas de Janubio, de casi 130 años de existencia, que la de Salinas de Añana de más de 7 mil años de historia. Las enclavadas en el sur de Lanzarote son salinas de estructura de piedra y barro, mientras que las milenarias de Añana son de madera, tierra compactada y hormigón, pero con un denominador común: pasión y constancia en el trabajo. 

El 1 de mayo, aparte de recordar la aportación esencial de los obreros sol y viento, hicimos en la visita guiada por Janubio un nuevo ejercicio de consideración de la dureza del trabajo de mujeres y hombres cuando no había bombas para sacar el agua del lago, sino molinos, cuando no había camiones para cargar y transportar, sino camellos y burros y cuando las herramientas eran mucho más rudimentarias, pesadas y menos duraderas, aunque el trabajo sigue siendo extenuante porque no ha dejado de ser artesanal y porque antes y ahora no hay otra forma de dar buenos resultados que atender con mimo el jardín de la sal.

La primera zafra del año en Janubio llegó estibada entre el tonelaje de los recuerdos de la importancia de las salinas en la supervivencia de la Isla para la conservación del pescado en tierra y las embarcaciones antes de la llegada de la industria de la refrigeración, y las memorias de sacrificio y orgullo de varias generaciones que nos permiten continuar disfrutando de su producto, y con el mantenimiento de la producción, y de su paisaje, también. 

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