PATRIMONIO

Molinos y molinas en Lanzarote: si fueran majoreros estarían relucientes

Callados, quietos, sin aspas, en ruinas… molinos y molinas jalonan el paisaje insular, aunque parece que en Lanzarote se detuvo el viento. En Fuerteventura lucen impecables.

Molinos y molinas en Lanzarote: si fueran majoreros estarían relucientes

Después de décadas sufriendo abandono e indiferencia, los molinos de Lanzarote pasaron a formar parte del ámbito de las preocupaciones públicas formales. Así que se propuso que un par de ellos fueran recuperados. Hace dos años, el Pleno del Ayuntamiento de Arrecife acordó por unanimidad la restauración del molino de Cabo Pedro, situado en el Lomo de la Pedrera, y que data del siglo XIX. El molino se encuentra sobre una parcela de unos 8.000 metros cuadrados que linda con la calle Gómez Ulla y que está destinada a espacio libre público en el vigente Plan General de Ordenación. Sigue igual. En fecha más reciente, el pleno del Cabildo acordó destinar cien mil euros para la restauración del molino de la Caleta de la Villa, cuya función era extraer agua del pozo hasta no hace mucho tiempo.
 
El estado actual de la inmensa mayoría de los molinos y molinas que jalonan el paisaje insular es deplorable. De la simple observación superficial de este patrimonio edificado podría desprenderse que el viento dejó de soplar en Lanzarote, una creencia errónea que, en cualquier caso, se disipa en el espectador sólo con prestar atención a los modernos aerogeneradores que se distinguen en la distancia. Menos mal, porque sin el aire soplando con fuerza Agustín Espinosa no hubiera podido escribir su Biología del viento de Lanzarote, y nada sabríamos de las aventuras eólicas de la isla en su guía integral atlántica.
 
Una pequeña parte de este valioso patrimonio ha sido recuperado en las últimas décadas
Detrás de los molinos hubo oficios de molineros, carpinteros o pedreros, habilidades de diverso tipo, arquitectura, conocimiento acumulado y, sobre todo, un modo de vida agrario asociado al cultivo de los granos y a la cultura del gofio. Al contener un artefacto para moler que funciona con la corriente de aire, son el reflejo de una larga época en la que era impensable ver un molino parado, salvo que no hubiera viento o soplara con demasiada fuerza. 
 
Pero toda regla tiene su excepción. Una pequeña parte de este valioso patrimonio ha sido recuperado en las últimas décadas, como, por ejemplo, el molino de viento que corona el Jardín de Cactus, a iniciativa de César Manrique, y que aún se encuentra en funcionamiento, aunque con carácter recreativo y con fines turísticos. Por contra, el molino de Tiagua fue restituido a mano en torno a 1985 por un grupo de inquietos jóvenes del taller de carpintería de la Escuela Pancho Lasso, bajo la dirección de maestro Domingo Abreut, pero, con el paso de los años, volvió a estar muy deteriorado, hasta que se recuperó de nuevo. También han sido restauradas algunas molinas, como la de Mácher y la réplica de una antigua ubicada en las proximidades del CEIP Doctor Alfonso Spínola, en la Villa. El problema estriba en qué uso darle a estas instalaciones una vez intervenidas.
 
Estas construcciones son pasto del olvido y, en su mayor parte, se encuentran desmochadas y en ruinas
Los molinos salineros no lo han tenido mejor. Algunos han sido rehabilitados en épocas recientes, como los situados en el paseo de Costa Teguise o en las salinas de Naos y La Bufona, pero a los pocos años estos últimos volvieron a malograrse por falta de uso y de mantenimiento. De los demás no queda ni rastro o conservan algunos cimientos de puro milagro, como los que se encuentran en las salinas de la costa de Guatiza o en las de Janubio. En estas últimas los hay de todo tipo, desde el característico multipala mecánica, que buscaba solo el viento, a los de vela, por lo que este espacio es un auténtico compendio de estos ingenios.
 
Estas construcciones son pasto del olvido y, en su mayor parte, se encuentran desmochadas y en ruinas. Resulta difícil de entender que tan valioso patrimonio se venga al piso ante la indolencia de los poderes públicos cuando a escasa distancia, en Fuerteventura, se ha realizado un gran esfuerzo por restaurarlos y ponerlos en valor. La mayor parte de los molinos y molinas son víctimas de la indiferencia y no, no es por falta de viento. Quizá sea necesario moler las consciencias para impedir que se prolongue durante más tiempo tanto desprecio a este patrimonio histórico y cultural en sus variadas manifestaciones. En esto, Lanzarote, la isla con viento, parece la tierra del olvido; al menos durante los últimos diez años.

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