Opinión

Lo bueno, lo feo y lo raro

Lo bueno, lo feo y lo raro

Prólogo

Arrecife no tene ni pies ni cabeza, pero tiene corazón. Se diría que no resulta muy fácil aproximarse enpositivo a la realidad arrecifeña, algo así como que molesta su presencia en el paisaje. En fin, quién sabequé es lo que molesta a quién en estos tiempos tan duales.

En todo caso, Arrecife es particularmente ininteligible desde la lógica administrativa vigente. Tampoco el empeño técnico parece haber sido capaz de aportar ideas de calado: el ¿debate? no va más allá deanunciar problemillas en esta o aquella esquina de la ciudad, con sus correspondientes propuestas irrelevantes ad hoc. No poco dinero público y privado se escurre entretanto sin provecho para la población.

Lo bueno

Lanzarote experimentó su pequeño éxodo del campo a la ciudad allá por los años sesenta del pasado siglo, como tantos otros lugares. Desde entonces, la población más humilde de la isla ha venido dando forma y fondo a Arrecife, acompañada de un importante flujo de foráneos llegados con el mejor ánimo de permanencia. La pesca, el comercio, la administración descentralizada, la banca… mil razones para emigrar desde el campo a una ciudad en ciernes. Se instalaron de entrada dentro del término municipal, desplazándose desde los campos. Sobrepasaron después, cuando fue necesario, los límites municipales en dirección a Playa Honda y hacia Tahiche y, desde entonces, el trabajo, el ocio, la vida de más de la mitad de la población residente tiene su sitio en el entorno de una ciudad lineal que se extiende fuera de sus lindes tradicionales hacia el norte y hacia el sur, a lo largo de la costa.

Queda pendiente dotar de fundamento administrativo a la ciudad lineal.. Pendiente, como poco, desde la década de los noventa. La circunscripción municipal no alcanza a identificar ni a gobernar la realidad física y social del establecimiento urbano. Arrecife persiste, sí, pero no tanto como unidad territorial autónoma, sino como barrio de esa ‘ciudad más grande’. Rozando la cualidad de arrabal. El irrisorio presupuesto per cápita asignado a la ciudad (a años luz del de los demás municipios de la isla), sumado a la ausencia crónica de Arrecife como protagonista de los anhelos empresariales y políticos de Lanzarote, no anuncian un reequilibrio inminente ni automático de la situación, ni mucho menos. Alguien procederá a cortar la cinta fundacional del nuevo ente administrativo. La duda no está en el qué, sino en quién y cuándo.

Posiblemente un tranvía recorra el trayecto de ida y vuelta entre Puerto Calero y Costa Teguise –sobre rasante, por favor— dando visibilidad al respeto hacia sí misma de una ciudad lineal que ha de tener sentido de conjunto sin recurrir a segregar Arrecife como ámbito discriminado

Posiblemente un tranvía recorra el trayecto de ida y vuelta entre Puerto Calero y Costa Teguise –sobre rasante, por favor— dando visibilidad al respeto hacia sí misma de una ciudad lineal que ha de tener sentido de conjunto sin recurrir a segregar Arrecife como ámbito discriminado. Habrá también bicicletas, guaguas, árboles, coches, patines, kayaks… incluso peatones caminando por avenidas que, de momento, son carreteras.

Lo feo

Dos cosas. Una: por aquel entonces –los mencionados años sesenta—, según el entendimiento generalizado, eran entre feos y muy feos los eriales (Costa Teguise, sin ir más lejos) y los malpaíses (lasmlavas de Tahiche, por ejemplo). Tierras que se regalaban, literalmente, o se vendían por ‘tres duros’ a gente de negocios con visión de futuro o simplemente sentido de la oportunidad. En el mismo lote de fealdades cabían también las casas viejas.

La otra: no es de recibo señalar o cancelar a nadie por ser gordo, contrahecho o feo. Se aplica igual consideración a las ciudades. Es una grosería decir que son feas. Y , además, es irrelevante si los son o no.

Acusan a Arrecife de ser fea. Hay detrás de esa acusación toda una concepción de prioridades y declaración de principios.

La lectura más usual del entorno –en su cualidad de paisaje— comporta una marcada carga esteticista y superficial. No es algo que suceda sólo en el contexto insular. Se recurre a simplificar la lectura de las realidades complejas —el espacio es, con la música, una de las realidades complejas más difíciles de aprehender— reduciéndolas a una etiquetación morfológica de fácil lectura. Lo bonito, según el gusto por lo general educado por las formas del consumo, sustituye al criterio de calidad ambiental y espacial, y deja el debate sobre el paisaje —hiperabundante, por otra parte— muy lejos de cualquier consideración antropológica.

Arrecife tiene unas pocas piezas urbanas con cierto interés formal (lectura morfológica del entorno), sí, pero ese no es el fuerte de su esencia. Arrecife se crece en la apreciación sintáctica, o, dicho de otra manera, en su cualidad espacial. El espacio, ¡eso tan escurridizo! El espacio es a la ciudad lo que el silencio es a la música. El espacio dota de sentido a la ciudad (y por extensión de escala, a la arquitectura), aunque no necesariamente incorpore formas etiquetables.. Y sin forma no hay instagrameo posible, ni literal ni intelectual.

¿Y el pueblo que es feo? ¿Qué hace el pueblo que es feo? Pues no le queda otra que sacar partido de que es feo. Atreverse a señalar su belleza inusual, sí, pero también ponerse a resguardo de los efectos secundarios de lo bonito.

Si un lugar es pintoresco sacará partido de ser pintoresco, si un pueblo es una monada sacará partido de ser tal monada, el que tiene una playita coqueta sacará partido de su playita y el que es acogedor sacará partido de serlo... ¿Y el pueblo que es feo? ¿Qué hace el pueblo que es feo? Pues no le queda otra que sacar partido de que es feo. Atreverse a señalar su belleza inusual, sí, pero también ponerse a resguardo de los efectos secundarios de lo bonito. Todo tiene su cara y su cruz; lo bonito gentrifica. Y es una pijada, dicho sea de paso.

Hay una belleza desgarrada en la fealdad rotunda de cada pieza morfológica de Arrecife. Y otra belleza inmensa en la sintaxis coordinada de sus espacios. El sol, las alturas o bajuras, los callejones, los descampados, los eriales, los solares tristes, los techos caídos, las casas viejas, y las jóvenes... ¿Arrecife cutre? ¿friqui? Quizá, pero ni alienada ni alineada con el postureo acomodaticio. Arrecife es paisajísticamente incorrecta.

Lo raro

Para la RAE, raro es aquello que resulta extraordinario, poco común o frecuente, escaso en su clase. Arrecife encaja bien en el concepto.

Arrecife –moderno sin remedio, apenas bicentenario— discurrió su historia por un sendero ajeno al de la simulación folclórica con la que se pretendió cautivar al turismo continental. Para bien y para mal. Y así siguen estando las cosas hoy día. Arrecife, fea para muchos, mantiene una cualidad poco común como paisaje salvaje. Urbano pero salvaje. Salvaje, aunque urbano. Razonablemente libre de adulteración.

Perviven hoy en Lanzarote tres paisajes característicos definibles como paisajes sin adornar: Los Ajaches, El Jable y Arrecife. Los dos primeros son paisajes casi completamente despoblados. Arrecife, por el contrario, es la casa de la mitad de los residentes en Lanzarote. Sólo por eso ya merece una reflexión.

Ser raro es lo mejor que le puede pasar a alguien en este mundo. Y también a los lugares; ayer, hoy y siempre. Lo raro es bello y lo bello es raro. Así es Arrecife, bella y rara. Bella porque no es un paisaje corriente, escapa a la vulgarización teatral del paisaje de consumo turístico. Su oportunidad de futuro reside precisamente en permanecer suficientemente ‘fea’. Mejorar la ciudad es casi lo contrario de ponerla bonita.

.¿Poner Arrecife en valor? Podría ser comenzando por salir cada tarde a dar una vuelta por el barrio. Plantar árboles podría ayudar. Más adelante, otro paso atrevido, caminar sin rumbo por sus calles. El nivel experto: subir al tranvía para ver qué hacen en los otros barrios.

Epílogo

Cuando la sociedad va más despacio que su propia sombra no hay vida. Imaginación, adaptación y resiliencia. La jarea lanzaroteña, esa delicia artesanal, se inscribe en las tradiciones compartidas por muchos pueblos con sol y mar. El salmón ahumado de Uga es un asombroso gesto adaptativo a la tradición local de una técnica y un pescado ajenos a la historia insular. Y la tapa de corvina rebozada de Ginory es, quizá, la incorporación culinaria más reciente genuinamente arrecifeña. Queda mucho pescado por vender.

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