Derecho a la vida, derecho a la muerte

Una vez al mes alguien se quita la vida en la isla

En algunos territorios el imaginario colectivo dispone de sus propios santuarios para quitarse la vida, como el Puente de Silva, en Gran Canaria.

Una vez al mes alguien se quita la vida en la isla

Una vez al mes alguien se quita la vida en Lanzarote. Esta es, aproximadamente, la periodicidad media con la que se ejerce al derecho a disponer de la vida propia en la isla, mientras que en el conjunto de Canarias se produce un suicidio cada dos días. En 2016, ocho hombres y dos mujeres se quitaron la vida en Lanzarote. Esta proporción de suicidas de ocho varones por dos mujeres es la misma que se registra en el Archipiélago.

El derecho a morir dignamente copa la atención pública en estos momentos, tras una encuesta que reveló que la inmensa mayoría de la población española está a favor de la eutanasia o suicidio asistido. Pero el suicidio, en sentido amplio, es un fenómeno muy complejo y en el que intervienen variables psicológicas, sociales, biológicas, interpersonales e incluso sociológicas, por lo que hay que huir de simplificar sus motivaciones.
 
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el suicidio como el acto deliberado que realiza una persona para provocarse la muerte. Es la segunda causa de muerte en los adultos jóvenes y la principal causa de fallecimiento violento en el país. O, lo que es lo mismo, las defunciones que no ocurren por enfermedad. Sin embargo, es un acto que, por lo general, permanece oculto ya que sigue siendo tabú para los medios de comunicación.
 
Canarias carece de un plan sobre las conductas suicidas
 
Hay varias comunidades autónomas que comienzan a visibilizar esta realidad, cosa que no sucede en Canarias, puesto que se carece de un plan regional de actuación y de seguimiento de las conductas suicidas. No obstante, la OMS comenzó el año pasado una campaña global para tratar de tomar conciencia y adoptar medidas para evitarlas. 
 
Climatología, insularidad, lejanía, incultura, caracterología y superstición son algunos de los factores que más barajan los sociólogos y psiquiatras para comprender esta realidad en las Islas. Por otro lado, los métodos para llevar a cabo un suicidio varían en función del país, la cultura, la época y las características demográficas, así como si se trata de un medio rural o urbano. 
 
En algunos territorios el imaginario colectivo dispone de sus propios santuarios para quitarse la vida. Con una altitud de unos 400 metros, el Puente de Silva, en Gran Canaria, en la carretera que une Las Palmas de Gran Canaria con el noroeste de la isla, ha sido y es visto como un lugar para arrojarse al vacío con éxito. Una altura similar tiene el macizo de Famara.
 
La sociedad también va por delante con la disponibilidad de la propia vida
 
Algo está cambiando en este país y la sociedad también va muy por delante de los legisladores en el ámbito de la disponibilidad de la propia vida. O del PP, para ser más precisos. Eso no quita que la Fundación Salud Mental España para la prevención de los trastornos mentales y el suicidio haya creado el Observatorio del Suicidio con objeto de mantener, analizar y divulgar los datos sobre la conducta suicida en España, de manera que sirva como punto de partida para su prevención y disminución.
 
Por lo pronto, el Congreso de los Diputados ha dado luz verde a una proposición de ley de despenalización de la eutanasia remitida por el Parlament de Cataluña. El PP se opuso y Cs se abstuvo. Hoy día, el Código Penal tipifica como delito tanto la eutanasia como el suicidio asistido. Comienza ahora un largo trámite parlamentario sobre el derecho a la muerte digna, es decir, el derecho de los enfermos terminales e irreversibles a morir sin sufrimientos, si este es su deseo expreso. 
 
Pero hay quien pide más. ‘Derecho a Morir Dignamente’ es una asociación que promueve el derecho de toda persona a disponer con libertad de su cuerpo y de su vida, y a elegir libre y legalmente el momento y los medios para finalizarla. Para esta organización, la disponibilidad de la propia vida, la facultad para decidir sobre el propio devenir y su finalización, sin sujetarse a opiniones o directrices ajenas a su voluntad, es un bien innegociable reconocido como un valor supremo en la Constitución, y comprendido por tanto dentro del marco de las libertades y derechos democráticos fundamentales.

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