Opinión

300 mil

No se asusten, no voy a hablar de la película sobre la batalla de las Termópilas. Pero sí, de forma espartana, con mucho esfuerzo y constancia, he llegado a los diez años  (y nueve meses), con la publicación de 528 artículos (más este) que han facilitado -gratis- 300.000 lecturas (trescientas mil, tengo que ponerlo en letras y pellizcarme para bajar del sueño). En Islas Bienaventuradas.

Tampoco les voy a hablar de todos los artículos, sino destacar que la gran mayoría (más del 95%) están referidos a la historia y a disquisiciones sobre el turismo en Canarias. Y el resto a algunos artistas canarios, sin que tenga que ver directamente con el turismo. En el ranking de los diez más leídos, les indico de más leído hacia abajo: Maspalomas (un parque temático natural); El Confital (y el sueño no realizado de César Manrique); El todo incluido (aquel que usa la masificación como negocio); La isleta (y el proyecto de teleférico); La cementera de El Pajar (y su futuro); El origen canario del Gran Tour en USA; Maspalomas en la ruta a la Luna; El ocaso turístico capitalino; César Manrique y Gran Canaria: y los vinos canarios shakesperianos.

Tengo que reconocer que no he sido muy constante con este trabajo. Tampoco lo he rentabilizado ni he incluido publicidad. Lo escrito no es ni más ni menos que mi opinión, mis impresiones y mis conocimientos tras décadas investigando y recopilando documentos (algunos inéditos) que me permitirían crear un pequeño museo del turismo en Gran Canaria. Y es que una cosa he aprendido en estos años de artículos y de participación en exposiciones, conferencias, jornadas, cursos, publicaciones... Que hay una enorme ignorancia (y osadía, por parte de algún contertulio de tantos espacios de opinión que se prodigan por los medios) sobre lo que significa el turismo y, especialmente, en un territorio en el que el turismo es el pilar fundamental de su economía. Pero también de su calidad de vida, para bien y para mal. El turismo es todo y somos todos y todas, pero nos escudamos en tópicos y críticas desde el sofá, sin luchar por ser partícipes de nuestro futuro y nuestro bienestar. De ahí que la turismofobia vaya más allá de los problemas de masificación, especulación, corrupción y gentrificación, posicionándose en el rechazo a una actividad que no es patrimonio de unos pocos, sino de más de mil millones de personas al año (las que viajan) y la población de todo el planeta (los que reciben). Y lo que hay que perseguir es la reciprocidad y justicia en el reparto de cargas y beneficios. A lo que hay que añadir una imperiosa necesidad: la sostenibilidad.

La espinita que me queda después de tanto esfuerzo es el desprecio que mis trabajos recibieron en dos concursos. Uno sobre periodismo y turismo (2015) que convocó el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana dentro de las actividades de difusión de la obra de Pancho Guerra, que vino a ganar un amigo arquitecto por la publicación del 'abstract' de su Tesis (nada que ver con un artículo o con el periodismo), en una web que almacena tesis doctoraless. Y, además, esa publicación se había realizado un año antes del plazo establecido en las bases del concurso. Una pena que los jurados (con periodistas veteranos, supuestamente) se tomen tan a la ligera sus propias condiciones. Peor fue el fallo del concurso del III Foro Internacional de Turismo (2015), al que presenté trabajos en dos de las categorías (internet y prensa escrita), quedando desiertos ambos sin que, hasta la fecha, alguien me explique cómo se valoró de forma tan vejatoria el trabajo de las personas que nos presentamos. Pero ahí queda. Pasé página... Por el otro lado, llevan dos años incluyéndome en una lista de influyentes del turismo en España. Y yo creo que más que influir, sirvo de distracción con mis historias y ocurrencias. Lo único cierto es que yo me desahogo así y lo disfruto.

Mi tristeza en este tiempo pandémico ha sido la cancelación del proyecto de una serie documental sobre la historia del turismo en Canarias. Estragos de la pandemia. Dudo que se haga y sé que cada día que pasa son menos los actores que fueron clave en esos momentos en que, de la nada y el silencio solitario de nuestras costas improductivas hace medio siglo, se levantó un negocio que nos ha permitido el desarrollo actual. Un tesoro descubierto que no ha sido tan dañino como las minas de carbón, la siderurgia o la industria química que ha supuesto el desarrollo en otros territorios, a cambio de severísimos impactos ambientales. Aquí nos quejamos del cemento (con razón a veces), pero sólo nos miramos el ombligo. Y aquí, también, todos añoramos a César Manrique, pero si hoy viviera no podría realizar sus obras de arte en la naturaleza porque surgirían colectivos que rechazarían cualquier intervención, con argumentos científicos, legales y sentimentales... entendible, pero el resultado sería un territorio sin arte, un paisaje a imagen y semejanza de las normas que parlamentos e instituciones elaboran sin dar cabida a la visión de quienes han revolucionado nuestro paisaje y nuestra percepción sobr el entorno.

En estos momentos de ¿pos? pandemia, cuando el turismo se reinventa, habría sido una ocasión extraordinaria para entender y renovar el turismo en Canarias. Para animar a nuevos emprendedores a diversificar la economía, siendo el turismo un elemento capaz de impulsar esa diversificación, por mucho que digan que se puede cambiar el modelo económico con una varita mágica o una Ley (otra más).

Mi blog ha continuado gracias a tantas personas que lo visitan y a las que agradezco su interés por leer estas páginas y compartirlas. En definitiva, creo que ha servido para hacer algo de pedagogía y divulgación entre aquellas quienes han querido profundizar un poco en las historias que el turismo y Canarias han dejado. Una historia inacabada. Continuará...

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