El Parque Ramírez Cerdá suspira por recobrar el magnífico aspecto que un día lució

Foto Memoria de Lanzarote, 1967. INTERIOR
Ojalá acierten con la intervención en el parque viejo para que, entre otras cosas, pueda servir de ejemplo para la inaplazable rehabilitación del parque Islas Canarias

El Parque Municipal de Arrecife, con sus 65 años de historia, dista mucho de lucir como en sus mejores tiempos. Originalmente conocido simplemente como el parque municipal, su denominación cambió cuando se construyó, a poca distancia, el Parque Islas Canarias. En el lenguaje práctico de los habitantes del Puerto, el primero se convirtió en “el viejo” y el segundo en “el nuevo”. Así de sencillo. Sin embargo, ambos comparten una triste nota común: décadas de abandono en este siglo, que han dejado tras de sí dos zonas verdes notablemente descuidadas en pleno corazón de la marina de la ciudad.

Complemento y contexto del Parador de Turismo

En 1959 se entregaron las obras del espacio que hoy conocemos como Parque José Ramírez Cerdá, en tributo al alcalde que materializó un proyecto que llevaba años de incertidumbre y aplazamientos. Sin embargo, el conjunto no quedó completo hasta 1960, cuando se añadió la caseta de artesanía. Tanto el parque como la caseta fueron concebidos como elementos complementarios que darían un contexto paisajístico y cultural al Parador de Turismo, inaugurado una década antes.

El Parque José Ramírez Cerdá fue en su día un auténtico oasis en el corazón de la pequeña urbe rodeada de polvorientos descampados. Sin embargo, su esplendor se desvaneció bajo la indiferencia municipal, dejando un legado de abandono que hoy causa bochorno. La zona infantil se encuentra en un estado deplorable, las monumentales araucarias han desaparecido tras una tala irreparable, los árboles de gran porte han sufrido podas inadecuadas y numerosos alcorques permanecen vacíos. La fuente central se perdió hace décadas y la única que queda está inoperativa. Como colofón, los macetones que albergaban las siemprevivas, cuyas flores se entrelazaban con las pérgolas, fueron cubiertos con cemento, sellando el deterioro de lo que un día fue un vergel vibrante.

Abandonado al intenso solajero

Sin sombra, sin frescura y sin el colorido que antaño lo definía, el parque se convirtió en un espacio desolado, abandonado al intenso solajero y al olvido de la vecindad, que dejó de frecuentarlo. Ahora, coincidiendo con su aniversario, el Ayuntamiento ha anunciado un proyecto de rehabilitación con un presupuesto de 2 millones de euros y la intención de licitar las obras próximamente. El retraso en la intervención se debió a la espera de la aprobación del nuevo deslinde marítimo-terrestre que afecta a este tramo del litoral de Arrecife, además de la necesaria autorización del Servicio de Patrimonio del Cabildo. Esto último responde a la ubicación del parque dentro del área de influencia del Bien de Interés Cultural que protege el Puente de las Bolas y el Castillo de San Gabriel.

José Ramírez Cerdá, César Manrique y Luis Morales Padrón trabajaron juntos por primera vez en la segunda mitad de los años cincuenta del siglo pasado para construir el primer Parque Municipal de la ciudad. Fue un ensayo general de lo que más tarde acometerían en la isla desde el Cabildo. En 1955, José Ramírez accede a la Alcaldía de Arrecife y en el Ayuntamiento coincide con Luis Morales, quien trabajaba a las órdenes del capataz de la institución, maestro Manuel Morales, su padre, que era el encargado de mantenimiento y obras municipales. Luis Morales, a su vez, ya había trabajado con César Manrique en la Plaza de Las Palmas, cinco años antes.

Rompeolas con baranda, bancos empotrados…

La idea de construir un parque venía de antiguo. El pleno del Ayuntamiento de Arrecife aprobó el primer proyecto, del arquitecto Antonio Cardona Aragón, en 1951, según recoge el periódico Falange del 12 de julio. El proyecto contemplaba ganar terrenos al mar rellenando el espacio situado entre el Muelle Chico y el Parador de Turismo, inaugurado un año antes y edificado junto al Muelle de la Pescadería. En enero de 1957 comenzaron las obras del parque, cuya primera fase consistió en construir un rompeolas con baranda, bancos empotrados y aceras circundantes y bosquetes para las zonas verdes.

El semanario Antena difunde en su portada, en junio de 1957, una fotografía del proyecto, y el pie de foto rezaba: “(…) es considerada como la obra de urbanismo de más amplitud y envergadura de cuantas se han realizado en la capital lanzaroteña en todos los tiempos”. Al año siguiente comienza la segunda fase, acometiéndose, entre otras acciones, las aceras de baldosín rojo y negro y sus alcorques, las pérgolas y la fuente, hoy desaparecida.

Obelisco, monolito, zona infantil…

Las obras del Parque Municipal las acomete el equipo del Ayuntamiento. El proyecto que se ejecutó finalmente fue redactado por el arquitecto tinerfeño José Enrique Marrero Regalado, quien falleció en 1956 y no pudo hacer un seguimiento a la finalización de la intervención. En el proyecto participó el perito agrícola lanzaroteño Gregorio Prats Armas, así como César Manrique y su amigo el arquitecto Manuel de la Peña Cairasco, quienes incorporan nuevos elementos, como la tienda de souvenirs, pavimentos y el monolito volcánico, ocupándose Manrique del diseño de la zona infantil.

Luis Morales realizó personalmente el obelisco, primero, y el monolito de la zona infantil, más tarde, que es una reproducción del que se encuentra en el Jardín de Cactus y que, en aquellos años, era la parte visible que sobresalía entre un montón de escombros. Luis recuerda en sus memorias: “Lo hicimos con una fotografía que nos dio César, y la cabeza se construyó con una estructura de hierro con hormigón a la que le pegamos las piedras”. La misma técnica que usó para realizar las bolas de la Plaza de Las Palmas y las de La Recova unos años antes.

“Un milagro de la voluntad”

El 17 de febrero de 1959, Antonio López Suárez publica en Antena un artículo denominado Un milagro de la voluntad. El nuevo parque municipal, en el que, entre otras cosas, escribe lo siguiente: “Lo que sí nos asombra —empleamos este término exagerado— es ver cómo existe una brigada de trabajadores que toma como suyo lo de la comunidad. Al ver trabajar a estos hombres que crean el Parque Municipal, nos damos cuenta que el rendimiento en el trabajo está en razón directa con la ilusión puesta en él. Hay en ellos un afán de superación y no se escatima un solo minuto de trabajo, siendo este Grupo de la Brigada Municipal un orgullo del Ayuntamiento. Un equipo que parece seleccionado para esa empresa que hasta hace un año parecía una utopía realizable.”

Cuando José Ramírez dejó la Alcaldía y asumió la Presidencia del Cabildo, en 1960, llevó consigo a Luis Morales, a quien confió la responsabilidad de Vías y Obras. Fue entonces cuando comenzó la etapa dorada en la obra pública del Cabildo, marcada por la dirección artística de César Manrique. Recuperar esa inspiración sería un acierto para la esperada intervención en el Parque Viejo, tanto para devolverle su esplendor como para convertirlo en un modelo a seguir en la urgente rehabilitación del Parque Islas Canarias, una obra que lleva la firma del propio Manrique.