LUGARES

El primer parque Islas Canarias, una pérdida terrible para Arrecife

Fotos de José Luis Carrasco (portada destacada: 14.11.1999, destacada, 17.8.2000, interior, 2.8.2001). Foto reducida: FCM.

La ciudad perdió árboles de gran porte, espacios de sombra y el recinto de las grandes celebraciones. Y una obra pública que llevaba la firma de César Manrique.

Cansadas de actuar en el desangelado recinto ferial, las murgas fueron este año en busca del calor que, en otros tiempos ya lejanos, les proporcionó el escenario situado en el desaparecido parque Islas Canarias diseñado por César Manrique. Durante tres décadas, este espacio acogió los grandes acontecimientos en la ciudad, como los concursos de murgas, las elecciones de reina de las fiestas, los festivales populares por San Ginés o conciertos de todo tipo. Aquel parque cayó bajo la piqueta del progreso mal entendido y fue sustituido por una plaza que se encuentra muy deteriorada por una disputa entre los gestores de la sociedad del aparcamiento que se encuentra en el subsuelo, administradores entre los que se encuentra el propio Ayuntamiento, aunque con una participación minoritaria.
 
Arrecife estrenó un nuevo y rutilante parque municipal en julio de 1970, veinte años después del primero, que pasó a denominarse parque viejo. Ambos tenían en común su ubicación privilegiada en la marina de la ciudad y la mano artística de César Manrique. El parque Islas Canarias, o parque nuevo, se construyó en una pieza de suelo ganada al mar y situada entre el Casino Club Náutico y el Arrecife Gran Hotel. Los flamantes doce mil metros cuadrados fueron muy bien acogidos por la población, que pronto los convirtió en lugar de encuentro y de paseo.
 
Se erigió un escenario para festivales folklóricos y otros espectáculos
El semanario Antena reflejó las intenciones del Ayuntamiento de Arrecife al crear esta nueva zona verde: “La concepción de su estructura y ornamentación es obra de César Manrique, quien ha puesto en su trabajo todos sus vastos conocimientos de artista creador para lograr un conjunto urbanístico recreativo, que se aparte totalmente de la línea fácil y rutinaria que es denominador común en la mayoría de estos parques públicos, no sólo en Canarias sino en ciudades de la Península y extranjero”. En efecto, era un parque distinto.
 
En la parte del naciente, lindando con el Casino, se erigió un escenario –que sería ampliado más tarde– para la celebración de “festivales folklóricos, elección de misses y otros espectáculos artísticos de distinto género”. Para acomodar a los espectadores, delante del escenario se dejó libre un amplio espacio con cabida para sillas y gradas. Esta misma idea fue replicada en la plaza actual tras la demolición del parque nuevo, aunque con peor fortuna. En el centro del parque, en la frontera entre el espacio de los espectáculos y la masa verde de árboles, se instaló una escultura obra de Manrique. El artista rindió homenaje al marino con una pieza titulada ‘Barlovento’ –‘la chatarra’ en el lenguaje popular de la época–, y que hoy se alza en la rotonda situada entre el Gran Hotel y el restaurante ‘El Asturiano’.
 
Remató el conjunto con una espaciosa rotonda, 'el hoyo' en el argot popular
Como hacía habitualmente, César Manrique se inspiró en la cultura urbanística local y, además de plantar árboles de gran porte, dispuso jardines escalonados en diferentes alturas, “cuyos parterres llevan arenas naturales de distintos colores: blanca, negra o roja” que adornó con grandes piedras semienterradas verticalmente. En distintas zonas colocó bancos de mampostería, algunos de ellos adosados a parterres en la misma acera de la Avenida. En el poniente, lindando con los desaparecidos jardines y pistas de tenis del hotel, remató el conjunto con una espaciosa rotonda bajo la rasante –‘el hoyo’ en el argot popular–, en donde se fumaron incontables piedras de hachís.
 
En esta intervención, el artista contó con la valiosa colaboración de su mejor intérprete, Luis Morales Padrón, el encargado general de Vías y Obras del Cabildo desde 1960 hasta su jubilación. Cierto es que el parque originario presentó problemas con el paso del tiempo, pero también es verdad que la ciudad perdió un lugar de encuentro, rincones de intimidad para jóvenes enamorados, árboles de gran porte, espacios de sombra, frescor y el recinto de las grandes celebraciones. Y una obra pública que llevaba la firma de César Manrique. Demasiadas pérdidas, todas terribles.