El antiguo muelle Comercial de Arrecife sigue a la espera de nuevos usos
La burguesía local se puso en marcha y un grupo de nueve personas inicia las gestiones con el objetivo de construir un puerto moderno y favorecer el desarrollo de Arrecife
La construcción del antiguo muelle Comercial de Arrecife, el muelle Grande para las personas de mayor edad, es un raro ejemplo de unidad los grandes poderes económicos y políticos de la ciudad, puesto que en el pasado fueron capaces de unirse por una causa común en pro del desarrollo general de la capital. En los últimos tiempos viene siendo utilizado para acoger migrantes irregulares, pero esta instalación en desusos sigue a la espera de nuevas funciones.
A finales de dicho siglo XIX y principios del XX Arrecife carecía de un puerto dedicado principalmente al comercio y al cabotaje, algo esencial para el desarrollo de la ciudad y la isla entera. El embarque de cebollas para la exportación tenía lugar aproximadamente donde hoy se encuentra la zona infantil del parque José Ramírez Cerdá. Por eso comenzó a llamarse muelle de Las Cebollas hasta que se construyó el nuevo, que pasaría a llamarse muelle Grande, reduciendo al anterior a simple muelle Chico.
“Parte de la oligarquía arrecifeña se había empeñado en tener un puerto. La coyuntura económica europea no les ayudó, y superaron las dificultades para ver cumplido el proyecto. Su posición destacada les señalaba como un colectivo con posibilidades de prosperar dada la tónica general de una España con el sistema de la Restauración en decadencia”, recoge el trabajo de investigación titulado ‘La Compañía Anónima de Construcción del Puerto de Arrecife. El Muelle Grande’.
LA VISITA DE ALFONSO XIII
Para ello, hubo que crear una empresa con su accionariado, un proceso este que detallan Antonia Sáenz Melero, Manuel García González y Paqui Perera Betancort en las XIV Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura, celebradas en 2009 y recogidas en el Tomo I de la publicación. La sociedad original estaba formada por un grupo de personas con recursos económicos y experiencia en gestión pública adquirida en el ejercicio de cargos municipales. La documentación base del estudio se custodia en un archivo privado propiedad de la familia Sáenz.
En 1901 se aprueba el proyecto de construcción de un Puerto de Interés General en Arrecife y abastecimiento de agua, con un presupuesto de 1.102.915,38 pesetas, pero no será hasta 1906 cuando salió a licitación el muelle de abrigo y el camino de servicio para el Puerto de Arrecife, por 927.191,64 pesetas y un plazo de ejecución de seis años. Al poco, se produce la visita de Alfonso XIII. El Rey verificó en persona las deficiencias portuarias, ya que su nave tuvo que fondear y se vio obligado a desembarcar en una lancha. A los dos meses de la subasta, el 12 de mayo de 1906, se constituyó la Compañía Anónima de Construcción del Puerto de Arrecife.
ACCIONES DE 1.000 PESETAS
La burguesía local se puso en marcha y un grupo de nueve personas inicia las gestiones con el objetivo de construir un puerto moderno y favorecer el desarrollo de Arrecife. La compañía se constituye con doscientas acciones, cada una valorada en 1.000 pesetas, y se elige a Andrés Barral Sarabia como director técnico de las obras. Barral había sido el encargado de realizar la primera proyección de un cinematógrafo en la Sociedad Democracia (1903) y había sido el artífice de edificios muy valorados en la ciudad, como las casas de García y de Fermín Rodríguez, ambas en la calle Fajardo.
La compañía adquiere canteras para extraer los materiales de construcción, así como una locomotora, vagonetas y las vías férreas para transportarlos hasta el muelle. No generó mayor controversia la consecución de la autorización municipal para colocar las vías, con carácter temporal, en algunas céntricas calles. Fue necesario colocar dos vías. Una para transportar piedras desde La Pedrera pasando por las Cuatro Esquinas hasta el mar, a través de la calle Real, y otra para transportar arena desde la playa de El Reducto. Los años siguientes son un trasiego de compra de materiales y pago de medios humanos especializados para hacer frente a las obras.
LAS OBRAS SE ALARGAN
En 1913 ya habían transcurrido los seis años previstos y las obras no habían concluido debido a los efectos de los temporales y la emigración constante de braceros a América, por lo que se solicita al Estado una prórroga de dieciocho meses. En 1914 los costes aumentaron con la I Guerra Mundial y el tiempo se agotaba, por lo que fue necesario pedir una nueva prórroga. En ese año comenzó el cubrimiento exterior con adoquines que fueron realizados y colocados por labrantes de procedencia grancanaria. En 1916 llega una nueva prórroga, pero la obra tampoco había concluido y, según sus estatutos, la compañía debía liquidarse. Lo que hacen es vender la contrata.
El 16 de febrero de 1919 se dio por concluido el proyecto, pero aún había que empedrar las calles por donde pasaba la vía férrea y limpiar parte de la zona cercana al puerto. Y finalmente se desprenden de todos los activos. “Cientos de toneladas de carbón, miles de kilos de cemento, materiales, herramientas y utensilios y piezas metálicas, aceites, grasas, maderas, sogas –de coco, lino, cáñamo, manila o de yute–, explosivos –pólvora y dinamita– y productos actualmente prohibidos como el amianto, fueron importados para crear este brazo de piedras”, relatan los autores. Algo más de una década y de un millón de pesetas costó extender un brazo de tierra en el mar”, concluyen.
EL PASEO DEL MUELLE
Sáenz, García y Perera anotan: “A faltos de parque, nada más que un pequeño ‘paseo’, el puerto pasó a ser un área de gran valor social. Si es domingo, allá van con sus padres y sus novios las muchachas empavesadas, lo más cogolludo de la capital; y también lo más bajo y plebeyo (...) Los viajeros que desembarcan tienen que abrirse paso por entre una masa apretadísima de curiosos, y si no conocen las costumbres de la tierra, creen que ha pasado algo gordo, algo grave, que el pueblo está en manifestación (...) Esta recepción casi apoteósica sorprende y halaga al forastero”.
Los autores resaltan que el muelle Grande y su carretera “es hoy una de sus obras históricas que enriquecen el frente marino y que ayuda a recordar su pasado”. La obra contó con una autoría de reconocida trayectoria, el ingeniero Orencio Hernández Pérez, natural de Arucas. Había ido ascendiendo a ingeniero jefe y cuando se jubila, en 1931, lo hará como director de la Junta de Obras del Puerto de la Luz y de Las Palmas. Previamente había diseñado la obra conocida como la Mareta del Estado. Sin embargo, en solo treinta años fue necesaria la proyección del Puerto de Los Mármoles, cuya ubicación dio lugar a una ampliación del municipio de Arrecife en detrimento de Teguise.