18 de julio, los símbolos franquistas se extinguen, pero sus ideas permanecen
Después del golpe militar del 18 julio de 1936, los enseñantes y portadores del conocimiento en Lanzarote fueron muy perseguidos y muchos fueron represaliados
Este 18 de julio se cumplen 87 años del golpe de Estado que un sector del Ejército perpetró contra la legalidad constitucional de la II República Española. Casi un siglo más tarde, los símbolos de aquel golpe de Estado en el espacio público se han ido extinguiendo, pero, lamentablemente, sus ideas parecen permanecer y hasta renacer de la mano de la extrema derecha.
Envueltos en banderas preconstitucionales, llaman ‘glorioso alzamiento nacional’ al golpe de Estado contra el régimen constitucional entonces vigente. Republicano, por cierto. Aunque su número es testimonial, aún campan los nostálgicos de aquella sublevación contra el gobierno de la II República que se produjo el 18 de julio de 1936 y cuyo fracaso parcial condujo a la Guerra Civil.
¡Mira que no dejar entrar al almirante Nelson!
Quienes celebra esta fecha de infausto recuerdo, echan de menos la autoridad, el autoritarismo y los privilegios que disfrutaron los golpistas durante cuatro decenios bajo una férrea dictadura. Familia, municipio, sindicato vertical, misa, comunión diaria y nada más. Hace unos años eran un grupo de nostálgicos, pero últimamente su número ha aumentado al amparo del revival de las extremas derechas en toda Europa, la negación de la historia, su abierta tergiversación y su propósito de cancelar la memoria histórica.
Cada 18 de julio, los canarios nos reprochamos siempre lo mismo: ¡mira que no dejar entrar al almirante Nelson y dejar salir al general Franco! No obstante, parece que hubo dos intentos de acabar con la vida del entonces general de división y comandante militar en Canarias, Francisco Franco. Aquel día, el general golpista consuma su traición, ordena el estado de guerra en Canarias y difunde el Manifiesto de Las Palmas. Decía así:
“Los enemigos de la Patria”
“¡Españoles! A cuantos sentís el santo amor a España, a los que en las filas del Ejército y la Armada habéis hecho profesión de fe en el servicio de la Patria, a los que jurasteis defenderla de sus enemigos hasta perder la vida, la Nación os llama a su defensa (…) La Constitución, por todos suspendida y vulnerada, sufre un eclipse total; ni igualdad ante la Ley, ni libertad, aherrojada por la tiranía, ni fraternidad; cuando el odio y el crimen han sustituido al mutuo respeto, ni unidad de la Patria, amenazada por el desgarramiento territorial más que por regionalismo que los propios poderes fomentan; ni integridad y defensa de nuestras fronteras (…) Pactos electorales, hechos a costa de la integridad de la propia Patria, unidos a los asaltos a Gobiernos Civiles y cajas fuertes, para falsear las actas, formaron la máscara de la legalidad que nos preside (…) ¿Es qué podemos abandonar a España a los enemigos de la Patria, con un proceder cobarde y traidor, entregándola sin lucha y sin resistencia? (…)”.
Los crucifijos entran en las aulas
Produce escalofríos releer aquella arenga cuartelera. Tras aquel 18 julio de 1936, después del golpe militar, los enseñantes y portadores del conocimiento en Lanzarote fueron muy perseguidos y muchos fueron represaliados. En la isla fueron detenidos varios maestros y muchos son apartados de la docencia. También fue castigado el alcalde socialista de Arrecife, Rafael Medina Armas, cuya producción literaria y periodística se presenta bajo el seudónimo de Fidel Roca.
El catedrático de enseñanzas medias Juan Millares Carló fue destituido de su puesto en Las Palmas de Gran Canaria y desterrado a Lanzarote, donde permanecerá varios años, dando origen a los vínculos de los Millares con la isla. Asimismo, se eliminan los signos republicanos, los crucifijos católicos entran en las aulas, se cambian los nombres de las escuelas relacionados con la República y se rebautizan varias calles con nombres relacionados con el nuevo régimen, y que han sido restituidas recientemente.
Grupo escolar Generalísimo
El dictador visitó Lanzarote en 1950 e inauguró el Hospital Insular. Su estancia dejó como recuerdo el nombre de la avenida marítima: General Franco, denominada así hasta anteayer mismo, hoy La Marina. Otro hito, aunque edificado años más tarde, sería el grupo escolar Generalísimo (más tarde, La Destila), que incluía viviendas para maestros. Sin embargo, casi 90 años después de aquella fecha de penoso recuerdo, exhumados los restos del dictador del Valle de los Caídos, los signos y símbolos del franquismo han ido desapareciendo de las calles y las plazas de todo el Estado.
Todavía permanece, no obstante, la Cruz de los Caídos en el centro la plaza de la Iglesia de San Ginés. Hay que desechar el carácter religioso del monumento a pesar del simbolismo cristiano que representa la cruz en la religión católica. Entre otros motivos, porque no se encuentra en un lugar de culto, sino en una plaza pública y porque se erigió para honrar a los vecinos pertenecientes a la facción ganadora que murieron en la Guerra Civil. Es un símbolo de carácter político y que llegó a acoger en el pasado actos de exaltación de la sublevación militar.