Vientos del Este

El dominio del cine asiático ha sido casi abrumador este año en el Festival de Cannes. Películas procedentes de China, Japón o Corea han atiborrado de títulos las diferentes secciones y los stands del Mercado. A esto debemos sumar la presencia también significativa de cine ruso. Como suele ocurrir, la cantidad no suele llevar aparejada la calidad. Sin ir más lejos, la Palma de Oro ha ido a parar a “Shoplifters”, una producción japonesa ñoña y pretenciosa hasta conseguir irritarnos dirigida por Kore Eda Hirokazu, un señor que lleva años sin levantar cabeza, cómodamente instalado en el subgénero dramas familiares disfuncionales que le han granjeado, en algunos círculos, el sobrenombre de ‘Spielberg Chico’. También nos decepcionó, y mucho, Ryusuke Hamaguchi con “Asako I y II”, sobre el tránsito del amor adolescente al adulto que no por fino y depurado resultó menos convencional. De China, mención aparte del ya reseñado Wang Bing, defraudó Bi Gan con su “Long Journey  into the night”, un poderoso ejercicio visual, que incluye un plano secuencia de una hora en 3D (para lo que tuvimos que sobreponernos las dichosas gafitas), impecablemente filmado pero hueco y vacío por dentro.  El coreano Lee Chang Dong volvió al cine ochos años después con “Burning”, otro drama sobre un triángulo amoroso que parece incapaz de despegarse de su origen literario, basado en un relato de Murakami. El mayor chasco nos los trajo Pavel Dvortsevoy, en el que teníamos depositadas tantas esperanzas con su nueva película, “Ayka”, finalmente un remake completamente prescindible y vulgar de la “Rosetta” de los Dardenne, ambientada en lo más crudo del invierno de Moscú.
 
Todos estos reveses no significan que hayamos tenido un mal año en Cannes. Al contrario, créannos. Ha sido una edición de las más memorables, de la que regresamos con una pella de películas extraordinarias. Empezando por la francesa “Un cocteau dans le coeur”, que nos ha revelado al joven director Yann Gonzalez, un tipo con un impresionante imaginario visual, muy atractivo y seductor, que ha ambientado su película en el mundillo del cine porno gay parisino de finales de los 70, rindiendo homenaje al giallo de maestros como Mario Bava o Dario Argento que añoramos tanto. Era nuestra candidata a la Palma de oro, pero está claro que no hizo la miel pal jocico de un@s burr@s. A quien se le han concedido una Palma de Oro de Honor es a Godard, lo que tiene pinta de paga por jubilación. Si no hay arrestos para premiar el riesgo verdadero y la honestidad, mejor se hubieran ahorrado esta Palma geriátrica que suena casi a insulto.
 
También nos impresionó la belleza de las imágenes de “Chuva e cantoria na aldeia dos mortos”, realizada a dos manos por Joao Salaviza y Renée Nader, retrato de una comunidad indígena brasileira en tránsito inevitable hacia su extinción, por más que sus habitantes deseen aferrarse a costumbres y tradiciones. Y quien no decepciona nunca es el iraní Jafar Panahi, que sigue en situación de arresto domiciliario en su país y con la prohibición expresa de realizar películas. Aún así, Pahani, hombre cabezudo donde los haya, va a por su cuarto largometraje después de ser vetado, jugándose la vida. El último, “3 caras”, es el que ha presentado en Cannes y nos ha sobrecogido. Con la excusa de el supuesto suicidio de una chica joven a la que su familia  niega la posibilidad de convertirse en actriz, por considerarlo oficio de saltimbanquis, el propio Panahi se adentra por esa parte del noroeste del país para mostrarnos un paisaje humano cargado de atavismos pero al mismo tiempo tan cálido y entrañable, en explícito homenaje a su mentor, el maestro Abbas Kiarostami. Una grandísima película que tendrán oportunidad de ver próximamente, porque ya tiene contratada distribución en España. Aquí en Lanzarote, probablemente en el CIC El Almacén, junto con otras muchas que han garantizado su distribución nacional. En este capítulo de ventas, las cosas han mejorado ostensiblemente en relación a otros años.
 
Cannes 2018 también ha sido plataforma para la protesta de las mujeres que está recorriendo el mundo. Escalofriante ha resultado el testimonio de Asia Argento, la hija de don Dario, denunciando la violación sufrida a manos del monstruo Harvey Weinstein. Los festivales de cine pueden parecernos una burbuja aislada de los problemas del mundo, máxime el de Cannes, donde la frivolidad, el smoking y la alfombra roja son ingredientes principales. Pero es inevitable que la realidad se cuele por la ventana y nos muestre un mundo crispado, cargado de tensión, ideológicamente desnortado, que deriva peligrosamente hacia no se sabe dónde. Hemos detectado en los carteles de muchas películas rusas proyectadas en el Mercado, con títulos como “Tanques para Stalin” o “La conquista de Siberia”, signos de una violencia explícita y creciente. Será por la falta de sueño acumulada (y de las ganas de comer, por qué no decirlo), pero nos volvemos corriendo a casa con la desasosegante inquietud de que la Tercera Guerra Mundial puede estallar en cualquier momento. Así como lo leen.
 
A bien tot.

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