Vendrá el fuego

No se preocupen. El titular no tiene nada que ver con estos días agitados de campaña electoral, ni con sus consecuencias a partir de la semana próxima. Es solo el título de una humilde película gallega que se ha presentado estos días en el Festival de Cine de Cannes (O que arde en su lengua original, Fire will come en inglés), dentro de la sección paralela Un Certain Regard. La dirige Óliver Laxe y teníamos todas las esperanzas depositadas en él para esta edición de 2019. 
 
No solo ha cumplido con las expectativas sino que las ha superado con creces. En 6 años que llevamos viniendo a este Festival nunca nos habíamos sentido tan conmovidos por una película, y nunca habíamos celebrado con tanta alegría el éxito que está cosechando. La ovación del público, puesto en pie al final de la proyección durante varios minutos, fue estremecedora. Óliver Laxe ha traído el fuego a Cannes.
 
‘O que arde’ es una elegía por un mundo que casi ya no existe
O que arde empieza con unas imágenes imponentes que se dirían filmadas en el mismísimo corazón de un bosque húmedo y brumoso. La cámara se detiene en los surcos y los poros de las cortezas de unos árboles enormes, la estampa de  las arrugas que el tiempo ha dejado a su paso. De repente empiezan a caer uno detrás de otro como si fueran de juguete. Una pala mecánica los arranca de la tierra y los derrumba. Es solo el preámbulo impresionante de la historia de Amador Coro, un pirómano que años atrás quemó medio Lugo, según se menciona. Tras cumplir buena parte de su condena, Amador sale de la cárcel y vuelve a la casa materna. O que arde tiene hechuras de western clásico a lo John Ford o a lo Nicholas Ray.
 
Pero si tuviéramos que definirla brevemente diríamos que es una elegía por un mundo que casi ya no existe. Amador ayuda a su madre anciana en las tareas de casa. Sale con las vacas por una campo lleno de maleza que ya no se cultiva. En su lugar se restauran viviendas antiguas para explotarlas como casas rurales para el turismo. Calienta el pan en una cocinilla de carbón y parece que nos llegan los olores. Hay un primer plano de una vaca,  un retrato maravilloso para el que el cine normalmente nunca tiene tiempo. Amador se queja de los eucaliptos que depredan el entorno impidiendo el desarrollo natural de la vegetación, pero casi no habla, evita todo contacto con los demás. La cárcel debió volverlo más hosco y esquivo.
 
Qué tristeza morirse sin poder enseñar nada a tus hijos chicos
Las imágenes transmiten una pena honda por un mundo perdido. Es un lamento que comprendemos bien, parecido al que sentimos nosotros cuando salimos por las carreteras de Lanzarote y contemplamos las tierras abandonadas, imposibles para la siembra, pasto de nuestras queridas julagas. Antes todo eso era campo, aunque no lo hayamos visto. No se trata de nostalgia por un paraíso perdido, porque un paraíso no debió ser, sino de desarraigo, de perder la vida de los que nos precedieron, de no haber sido capaces de heredar nada suyo. Qué tristeza morirse sin poder enseñar nada a tus hijos chicos: que conviene plantar dos millos en cada cazoleja (¿se escribe así?) por si uno no nace. Cosas que uno solo conoce de oídas y no sabe. Mal puede un escultor de barro querer modelar hombres, como escribió el poeta Lezcano. Ni hombres ni mujeres.
 
Vamos comprendiendo el desarraigo de Amador horas después de la proyección, todavía emocionados Y a la pena honda le sucede el fuego en el ultimo tercio de la película. Le sucede la ira, la rabia, la impotencia. Y los bosques vuelven a arder. Al menos así lo hemos querido interpretar nosotros. Decía el cineasta Jean Marie Straub que es muy dificil filmar un fuego. Oliver Laxe lo ha logrado con un imágenes sobrecogedoras que perdurarán más allá de este estreno en Cannes. Eso es lo que le deseamos.
 
Laxe ha declarado que con esta película pretendía volver a enraizarse en su tierra gallega. También que el cine es un rezo, una invocación, y que la experiencia ha sido personalmente muy benéfica. Oliver es un tipo alto y flaco, un pírgano de dos metros. En este mundo del cine, plagado de tantas imposturas y tantos impostores, él tiene toda la pinta de ser una persona honrada.

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