Velatorio por la triple paridad

Velatorio por la triple paridad

La pretendida reforma del sistema electoral canario, de llevarse a efecto, va a dejar en burda operación de cosmética lo que debería ser una profunda revisión de uno de los sistemas electorales más injustos y desproporcionados del mundo desarrollado. Pasar de sesenta disputados a setenta, aumentando uno por Fuerteventura -hasta ahí, de acuerdo- y otros nueve por la circunscripción única de Canarias deja las cosas tal cual están, pero con diez diputados más. Si se trata de un chiste, es malo de solemnidad.

Con toda seguridad, la triple paridad desempeñó un papel crucial en el desarrollo y la emancipación de las islas menos pobladas frente al centralismo provincial y el perverso juego excluyente del mal llamado pleito insular. Pero, en 2018, su defensa carece de sentido, salvo para Coalición Canaria, que, siendo la tercera fuerza política en votos, es la que obtiene mayor número de escaños en el Parlamento autónomo, permitiéndole perpetuarse en el poder como si suyo de ella lo fuera. Y en exclusiva. La triple paridad es el cuento que utiliza Coalición para asustar a los niños de corta edad, y ya cansa.
 
La triple paridad hay que enterrarla, y rapidito, tratando de trasvasar los equilibrios territoriales hacia los presupuestos de la Comunidad Autónoma y permitiendo que las personas decidan por mayorías proporcionales y proporcionadas lo que conviene o no a Canarias. Incorporando retrancas al reparto del dinero -inversiones, transferencias de capital y gastos- para evitar la mala tentación del abuso, todo lo demás debe acercarse lo más posible a una persona un voto, en lugar de igualar las islas, que no dejan de ser un montón de piedras apiladas y que nada tiene que ver con el ejercicio contemporáneo y maduro de la democracia. 

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