Urbi et Orbi

La pandemia que asola el planeta no es motivo suficiente para detener las guerras. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, demandó un alto el fuego mundial que detenga todas las conflagraciones para ayudar a hacer frente a la pandemia del coronavirus, a la que calificó como la verdadera lucha de nuestras vidas. Han transcurrido más de tres semanas y ni caso. Medio centenar de conflictos permanecen activos en la actualidad a pesar de que los países afectados por guerras, con sistemas de salud destruidos y con infinidad de desplazados y refugiados, son especialmente vulnerables al Covid-19.
 
El Papa Francisco se unió a la llamada el pasado domingo al impartir la solemne bendición Urbi et Orbi. Han pasado dos días y parece que su voz tampoco va a ser escuchada. Las crónicas recogen que el Papa pronunció uno de los discursos con mayor carga política de sus siete años de pontificado. Pidió el cese inmediato de todas las guerras, instó a la solidaridad mundial para hacer frente a la emergencia sanitaria y reclamó que se condone la deuda a los países pobres. También se acordó de la Unión Europea, a la que solicitó que deje a un lado las rivalidades y el egoísmo para combatir el coronavirus. Ni Guterres ni Bergoglio son atendidos; pintan bastos.

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