Top Secret, 9 de julio de 2018

Una isla única

Una isla única
De las lecturas de este fin de semana traemos dos reflexiones que, aunque conocidas, es necesario repetirlas, visto lo visto. Y lo visto no es otra cosa  que la deriva hacia la vulgarización de un destino todavía singular. Una de ellas hace referencia al paisaje único de Lanzarote. La otra es acerca del turismo de calidad. Ya ven que son dos cuestiones que repetimos desde hace décadas. De lo que ya no estamos tan seguros es si las actualizamos periódicamente como es debido. Es decir, ¿sigue siendo Lanzarote un lugar de paisaje único? Y ¿Ya hemos dado con el turismo de calidad que venimos persiguiendo desde las últimas décadas del pasado siglo? A la primera pregunta habría que responder “sí, pero”. Y a la segunda, rotundamente “no”. La actriz colombiana Juana Acosta, que tiene entre sus pasiones el viajar y la fotografía, declaraba este fin de semana al suplemento Viajes, del diario El Mundo: “Acabo de estar en Lanzarote y es uno de esos sitios 'top five', su paisaje es tan único, tan especial... que parece que estás en la Luna o en Marte, con esos colores, esa arena negra, ese paisaje volcánico... ¡es un verdadero espectáculo!”. Probablemente expresiones similares se repitan centenares de veces a diario entre la gente que nos visita. Pero no todas tienen reflejo en los grandes e influyentes medios de comunicación. De ahí que reparemos en ellas de tanto en tanto. Sí, Lanzarote es una isla de paisaje único, especial, singular... Y por eso se la valora tanto.
 
A mordiscos con el territorio
La fuerza de la naturaleza, que descargó con brutalidad modelando el paisaje, el ingenio del conejero para sacarle partido a tanta sequedad y la genialidad de un hombre irrepetible, César Manrique, son los tres factores principales que han intervenido en el diseño del Lanzarote que conocemos y que el mundo admira, muchas veces, más que nosotros mismos. Cada paso que se dé hacia otra cosa distinta es perder un poco de esa singularidad. Y lo contrario de singularidad es vulgaridad. Donde un político local ve una inmensa porción de territorio árida, de aulagas o malpaís, ideal para construir un gran aeropuerto, un viajero contempla peculiar belleza nunca antes vista. Y cuando ese político consiga construir ahí ese gran aeropuerto, aquel viajero no querrá utilizarlo para venir porque lo que le resultaba tan extraordinario ya no existe. De Lanzarote, conviene repetirlo, llama la atención su paisaje. No las construcciones idénticas a las de Alicante, Marbella o Magaluf. No parece tan complicado de entender, por tanto, que la línea debe ser la de potenciar nuestro paisaje singular en lugar de vulgarizarlo y convertir toda Lanzarote en una inmensa construcción en la que, de vez en cuando, encontrar jardincitos con alguna piedra volcánica, un par de veroles y un alicacán trepando desde el subsuelo.
 
La calidad del turista
La otra reflexión que traemos del fin de semana se la leemos al periodista y escritor Miquel Molina en La Vanguardia, diario del que es director adjunto. Sostiene Molina que “El turismo de calidad no es el que más gasta, sino el que exige que el nivel cultural de las ciudades que visita esté a la altura de sus expectativas”. Pongamos que nos interesa ese turista de calidad. De hecho llevamos décadas diciendo que es el que más hay que salir a buscar. Lo primero que deberíamos preguntarnos es ¿qué expectativas se puede formar un potencial turista sobre Lanzarote? Y volvemos sobre lo mismo de antes (y de siempre): la singularidad. Entonces surge la siguiente pregunta: ¿Y estamos a la altura de esa exigencia de expectativas? Sí, pero... Sí, pero cada vez menos. Por una razón bien sencilla: vamos hacia una isla en la que va quedando menos paisaje, menos singularidad. Hay que pensar bien lo que hacemos, por tanto. Y sobre todo cómo lo hacemos.  El nivel cultural (premisa que exige el turista de calidad en sus destinos) que ofrece Lanzarote no se logra construyendo más y más hoteles de cinco estrellas con playas artificiales, o un aeropuerto nuevo o un circuito de rallys en no sé dónde. Estaremos más cerca del turista de calidad que decimos buscar si ponemos a su disposición una interesante oferta cultural, si elevamos el nivel de nuestra gastronomía, si avanzamos hacia un mayor respeto al medio, si acentuamos la singularidad del paisaje, si nos esforzamos en formar mejor y en procurar un empleo de calidad a los actores del sector servicios, si mejoramos en pos de un mejor transporte público (y más respetuoso con el medio)... y en otras muchas cosas que nada tienen que ver con bloques, cemento, rotondas y piche, elementos que, lamentablemente, se dan con frecuencia en el ADN del político conejero.

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