Opinión

Todos a una

La caída de Thomas Cook es una pésima noticia para nuestras Islas. La economía del Archipiélago tiene en el Turismo su columna vertebral y Thomas Cook ha sido un socio necesario para que la ocupación turística en el Archipiélago haya ido creciendo paulatinamente, hasta alcanzar cifras récords en el último decenio.
 
Canarias tiene unas excepcionales condiciones para ser un territorio muy competitivo en el sector turístico -sector que, por cierto, los analistas económicos sitúan como el que más va a crecer en los próximos decenios en todo el mundo-. La situación geográfica de las Islas, el extraordinario clima del que gozamos, la ausencia de grandes fenómenos naturales adversos, su rica biodiversidad, sus paisajes, la seguridad, las infraestructuras, la calidad de la planta hotelera, la atención sanitaria, la calidad de su cielo y de su mar, su gente, y un sinfín de bazas, nos colocan en una posición envidiable para competir en la captación de clientes de todo el mundo.
 
La caída del touroperador que más turistas ha traído a Canarias ha encendido todas las alarmas
Sin embargo, las fortalezas competitivas derivadas de nuestra situación geográfica en el Atlántico Medio se convierten en debilidades por nuestra gran dependencia del exterior. Junto con nuestros paisajes, la planta alojativa y la oferta complementaria, los más de 1.000 kilómetros que separan a las Islas del extremo sur de Europa hacen que nuestro clima se convierta en el elemento clave a la hora de competir con otros territorios, pero multiplica nuestra dependencia del transporte aéreo; por ello, cualquier incidencia que se produzca a escala internacional puede afectar a nuestra economía.
 
Hace tiempo que la escena internacional empezó a preocuparnos. La guerra comercial entre Estados Unidos y China, el enfriamiento de la economía alemana, las temidas consecuencias del Brexit o las noticias que han asomado estos meses -e incluso años- sobre los planes de algunos operadores aéreos no invitaban a la tranquilidad. La caída del touroperador que más turistas ha traído a Canarias, unido a la situación general descrita, ha hecho que, con razón, se hayan encendido todas las alarmas entre los responsables públicos, los empresarios y los sindicatos.
 
Los primeros pasos se han dado desde la unidad, que no debe romperse

 
El Gobierno de Canarias ha dado un paso al frente para liderar con los cabildos el impulso a medidas paliativas que ayuden a reducir el impacto de la desaparición de Thomas Cook; ha hecho lo correcto, y ha reaccionado adecuadamente, pero los márgenes son muy estrechos. Finalizadas las alegrías económicas de los últimos cuatro años, vienen -otra vez- tiempos en los que el Gobierno de Canarias tendrá que hacer malabarismos para ajustar las cuentas públicas y cumplir con la regla de gasto.
 
La caída de los ingresos por el enfriamiento de la economía y el gasto consolidado del año anterior dejará con escaso margen al Gobierno de Canarias para poder adoptar medidas que afecten a unos y otros. Ha apuntado muy bien el Gobierno de las Islas en la demanda al Gobierno de España de medidas que ayuden a paliar la situación creada por la caída de Thomas Cook; los instrumentos fiscales y, sobre todo, las tasas aeroportuarias pueden ser una buenas herramientas.
 
La situación exige unidad en Canarias. Quien tiene las herramientas para adoptar medidas que ayuden a paliar las consecuencias de la quiebra de Thomas Cook es el Estado y, por lo tanto, hacía allí hay que dirigirse. Sería lamentable -y esperemos que no ocurra- que Gobierno, oposición, cabildos, ayuntamientos, empresarios o sindicatos despilfarren energías y tiempo en batallas locales, que tendrían como único objetivo sacar tajada partidaria de esta catástrofe para el sector turístico. La unidad de acción debe ser el camino. Los primeros pasos se han dado desde la unidad, que no debe romperse por muy difíciles que se nos hayan puesto las cosas.

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