CÉSAR MANRIQUE. 100 AÑOS DE VIDA

Taro de Tahíche, la casa que César Manrique convirtió en sede de su Fundación

A su regreso Nueva York, el artista adquiere una pequeña finca agrícola junto a una lengua de lava, dentro de la cual se hallan el jameo y cinco burbujas volcánicas.

Taro de Tahíche, la casa que César Manrique convirtió en sede de su Fundación

La sede de la Fundación César Manrique (FCM) se alza en la residencia en la que vivió y trabajó el artista a su regreso de Nueva York, entre 1968 y 1988. En vida de César y bajo su dirección, esta casa se transforma en museo una vez traslada su residencia al pueblo de Haría, en el que transcurren los últimos años de su vida. Aquí deja su colección personal de arte y su propia obra pictórica. El complejo actual es inaugurado en marzo de 1992. Seis meses más tarde, César perdería la vida en un accidente de tráfico.
 
César Manrique, que se había trasladado a Nueva York en 1964, regresa a Lanzarote dos años después al sentirse reclamado por el proyecto emergente de incorporar la isla al mundo del turismo. A su vuelta, buscando un lugar para vivir, redescubre la colada de lava de esta zona y repara en la copa de una higuera que sobresalía de una cavidad en el terreno volcánico. Se trataba de un tipo de oquedad abierta en la lava que solía ser utilizada para plantar árboles frutales al resguardo del viento. Manrique accede a su interior y, una vez dentro, queda impresionado por su tamaño, así como por la cercanía de otras burbujas y un pequeño jameo, esto es, un fragmento de tubo volcánico cuya parte superior se ha desplomado, quedando al descubierto.
El edificio que construye César se levanta sobre las cinco burbujas volcánicas
 
El lugar, denominado Taro de Tahíche, alberga una pequeña finca agrícola junto a una lengua de lava, dentro de la cual se hallan el jameo y cinco burbujas volcánicas. Tan genuinas características alumbran en César la idea de integrar su vivienda en dichos accidentes geográficos, aprovechándolos como recurso natural. Este es el acto más original en la construcción de esta casa, ya que el artista percibe la posibilidad de habitar un lugar que a priori no incitaba a ello. 
 
De hecho, este tipo de terrenos se conocen en la isla por el término “malpaís”, esto es, terrenos cubiertos de lava o materiales volcánicos a los que la población de la época no otorgaba ningún valor; ni agrícola, ni económico. Tanto es así que, cuando mostró interés por adquirir este terreno, el propietario, amigo de su padre, tuvo a bien regalárselo en vista de que estas tierras carecían de valor por aquellos años, debido a su marcada improductividad.
 
La finca posee una superficie de 30.000 metros cuadrados y se extiende sobre una colada lávica resultada de las erupciones volcánicas que tuvieron lugar en la isla entre 1730 y 1736. Esta colada procede de la zona de Timanfaya y se abre paso por la localidad de Tahíche para descender hasta el mar en las proximidades de la ciudad de Arrecife.
 
El edificio que construye César se levanta sobre las cinco burbujas volcánicas naturales citadas —todas ellas de gran tamaño— y cuenta, en sus dos niveles, con 1.800 metros cuadrados de superficie habitable, a los que hay que añadir otros mil de terrazas y jardines. Las instalaciones están conformadas por la espectacular casa del artista, las dependencias destinadas al servicio doméstico y los garajes.
Esta casa es un compendio de aquello que propone para Lanzarote
 
El conjunto arquitectónico fue reciclado por el propio César en torno a 1990 para reconvertirlo a su nueva función de espacio museístico e infraestructura administrativa y de servicios de la FCM. En esta segunda fase, decidió incorporar un nuevo acceso a las burbujas volcánicas, ampliar el estudio de pintura, conectar la burbuja negra con la amarilla y habilitar una sala de exposiciones temporales. Por último, creó la infraestructura de servicios y los aparcamientos.
 
La construcción de su vivienda no responde a un proyecto perfectamente definido desde el principio por el artista, sino que se plantea como un trabajo abierto y continuado, que se amplía a medida que va adquiriendo posibilidades. Para ello, recurre a una de las cuadrillas privadas dedicadas a la edificación en aquella época. Bajo su dirección, esta construcción funcionó como laboratorio en relación con lo que César desplegaría en su obra pública en la isla. En efecto, esta casa es un compendio de aquello que propone para Lanzarote: entendiendo sus contenidos y propuestas, se estará en condiciones de comprender la obra pública de Manrique.
 
La planta superior de la casa fue la elegida por César para ser reconvertida en museo. En el salón, una abertura circular en el suelo permite entrever una burbuja, precisamente aquella de la que vio sobresalir unas ramas de higuera y que despertó en él el deseo de construir ahí su casa. Originariamente, la burbuja funcionaba sin la protección de la cerca, un elemento añadido más tarde por razones de seguridad.
La conexión entre las burbujas se realiza a través de pasadizos, que fueron horadados
 
A su lado, situada en el centro de la habitación, se encuentra una escalera de caracol delimitada por una verja. Este era el acceso original al nivel inferior de la vivienda, un espacio que el artista transitaba a diario pues conducía al jardín de la piscina y, sobre todo, a su estudio de pintura. En la actualidad, no está permitido descender por ella debido a que no reúne las condiciones de seguridad necesarias, por lo que Manrique diseñó un nuevo acceso por el exterior, desde lo que fue originalmente su dormitorio —hoy Sala Bocetos—. A través de una escalera de basalto se puede acceder al nivel inferior.
 
En la planta subterránea, aprovechando las burbujas, Manrique creó cinco salas diferenciadas cuyo único elemento artificial es la conexión entre ellas. Durante el avance del magma incandescente, se originan a veces burbujas de aire que, al solidificarse y desplomarse el techo, se abren y quedan al descubierto, originando este inusual capricho de la naturaleza. En la tradición de la isla, eran conocidas y utilizadas para plantar árboles frutales al soco del viento. La operación de Manrique consiste en apropiarse de estas burbujas como espacios de disfrute para ser habitados. A cada burbuja le es concedido un uso y un color en su decoración, que pasaría a dar nombre a cada una de ellas.
 
Lo que hace Manrique es conectar dichos accidentes entre sí, generando pequeñas galerías de comunicación. La conexión entre las burbujas se realiza a través de pasadizos, que fueron horadados aplicando pequeñas cargas de dinamita. Para ello recurre al encargado general del Cabildo, Luis Morales Padrón, y al equipo de cabuqueros que estaban a su cargo y que horadaban la falda del Risco de Famara en busca de galerías de agua.
La burbuja roja es el verdadero distribuidor de la planta inferior
 
La burbuja roja es el verdadero distribuidor de la planta inferior, ya que su estructura es radial, imitando la de los hormigueros. César accedía a ella desde el salón y podía tomar tres caminos: hacia la piscina, hacia el estudio o hacia el observatorio de estrellas. Del mismo modo, se debía regresar a la burbuja roja para subir a la planta superior. Por lo tanto, estos habitáculos se empleaban como dependencias habituales de la vida cotidiana en la casa. 
 
Al lado de la piscina se encuentra la burbuja negra, desde la cual se accede a la burbuja amarilla mediante un pasillo construido cuando reconvirtió su casa en museo, en torno al año 1990. Esta es la antesala del estudio en el que pintaba Manrique. El estudio se encontraba cerrado al frente por una gran cristalera que miraba al volcán, la cual amplía cuando decide transformar su casa en un museo con el fin de acoger en sus paredes una pequeña muestra de su obra pictórica. 
 
A la salida del estudio, y una vez superado el jardín exterior, se abren dos estancias. Son los antiguos garajes de la vivienda que el artista reconvirtió en un bar-cafetería y en una tienda-librería que contiene productos diseñados por él. Asimismo, las dependencias que ocupaba el servicio doméstico se transforman en la infraestructura administrativa de la FCM.
 
En el exterior se encuentran los aparcamientos, que se extienden sobre una superficie de 2.900 metros cuadrados y que fueron incorporados al conjunto al reconvertirse la casa en museo y sede de la FCM.
 
[Del catálogo Universo Manrique, Centro Atlántico de Arte Moderno, CAAM, 2019]

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