Tarantino, un devaso

La Academia Canaria de la Lengua, institución que desconocíamos y con la que nos hemos tropezado por casualidad en internet, define la palabra devaso (con v, aunque nosotros la imaginábamos con b larga), como gandul y holgazán, acompañando luego la definición con una frase que sirve de ejemplo: cómo va a prosperar en la vida si es un devaso. Si esta Academia Canaria además ilustrara cada una de sus acepciones, debería acompañar el ítem devaso con una foto del cineasta norteamericano Quentin Tarantino, que debe ser uno de los devasos más grandes que han existido. Escrito sea esto con todo respeto; un devaso con afecto y cariño.
 
Tarantino trabajó como dependiente en un video club, y fue así como acumuló en la cabeza una base de datos como un burro
Contradiciendo a la Academia, Tarantino es un devaso que ha prosperado notablemente. Se ha presentado en Cannes estos días, acompañado de su última criatura, una película titulada Erase una vez en Hollywood, y ha arrasado. Como un ciclón huracanado que lo devasta todo a su paso. Ha sido llegar él y focalizar sobre su desgarbada figura todas las miradas y los aplausos. Tarantino empezó a hacerse famoso aquí, en Cannes. Primero con Reservoir Dogs y luego con Pulp Fiction, con la que obtuvo la Palma de Oro hace justo ahora 25 años. Antes de dedicarse al cine, Tarantino trabajó como dependiente en un video club, alquilando casettes de vhs, y fue así como acumuló en la cabeza una base de datos como un burro, con títulos, directores, actores y actoruchos, casi siempre de películas de serie b, de bajo presupuesto, complementos de programas dobles que uno conoció mucho antes de que irrumpieran los  ídeo clubs en cines de barrio, de reestreno, como el cine Hollywood de Titerroy. Spaguetti westerns, películas de kárate o de miedo.
Tarantino es un director tan gandul y holgazán que se ha pasado la vida apropiándose del trabajo de otros

Como cineasta, la carrera de Tarantino ha consistido en remontajes de todas estas películas viejas hasta el punto de que más de un crítico le ha aconsejado no filmar nada sino coger esos vhs y cortar la cintas a cachitos con unas tijeras y pegarlos y ordenarlos uno detrás de otro según una idea previa. Tarantino es en este sentido un director tan gandul y  holgazán que se ha pasado la vida apropiándose del trabajo de otros, bajo la excusa de un homenaje más o menos sentido. Es como si no tuviera vida propia, nada personal que contar, salvo recurrir a esa inabarcable base de datos. Se dice, y se dice con razón, que los más grandes directores son aquellos a los que el cine no les interesa excepto como medio de expresión artística. Que la cinefilia es un obstáculo insalvable que entorpece la creación. Pensemos en un Werner Herzog, por ejemplo, que es un tipo al que uno no se imagina en una sala de cine ni citando la obra de tal o cual director. Pensemos en el argentino Lisandro Alonso, autor de obras maestras como La Libertad o Los Muertos que son películas que no se deben a nada ni a nadie.

A Tarantino no se lo imagina uno plantando millo. Si acaso, haciendo surcos con su mentón prominente
Tarantino hace cine devaso, subgénero que nos inventamos para referirnos a él y la legión que son como él. Dicen que su última película es más de lo mismo. Decimos que dicen porque nosotros no la hemos podido ver. Lo intentamos en los únicos tres pases exclusivos que se han hecho en Cannes (en 35 milímetros, por exigencia del director). La baja prioridad de nuestra acreditación nos dejó chascados en la cola. Somos nosotros los que no hemos prosperado en la vida. Pero no sentimos ningún resquemor. No venimos hasta Cannes a ver películas que se van a estrenar sí o sí en los meses venideros. Si esta película se proyectara mañana mismo en los Atlántida, no pondríamos tampoco mucho empeño en bajar a verla (tan solo el elenco te descorazona). Además, Tarantino ha manifestado que no está contento con el montaje provisional que ha presentando aquí y que la va a remozar. Cosas de devasos.
 
Lo hemos visto de lejos y nos cayó muy bien este tipo. Cuando camina te da la sensación de que va a tropezarse él solo o de que va a salir a la calle y se va a estampar contra una guagua. Habla sin parar, suda a chorros y te salpica de sudor con sus gestos espasmódicos. No se lo imagina uno plantando millo. Si acaso, haciendo surcos con su mentón prominente, como una especie de tanganilla humana. De poder trasladarle la propuesta, quizá provocáramos su risita chillona. Nos cae bien Tarantino porque es un devaso. Un devaso como nosotros mismos.

Comentarios