Tapices y cochinilla

La producción de cochinilla no levanta cabeza. Y no es por falta de ganas, de nopales o de cochinilla, sino por falta de mercados. Si nadie la demanda, no se paga por ella y te la acabas comiendo, en Lanzarote o en Gran Canaria. Y donde hay producción y mercados, como en América del Sur, los precios son muy bajos. Por eso suena a aire fresco la noticia que dice que la Real Fábrica de Tapices ha firmado un convenio de colaboración con el organismo que se dedica a promover la producción de cochinilla de Canarias y su Denominación de Origen Protegida. La colaboración está basada en el interés que ambas instituciones tienen por el desarrollo y mantenimiento de los oficios textiles artesanales y con ello la promoción de los tintes naturales. 
 
En el convenio se desarrollan los objetivos que ambas entidades quieren llevar a cabo en el marco de la cooperación y el intercambio de recursos, con vistas a la realización actividades culturales y didácticas que favorezcan el desarrollo y la difusión del patrimonio textil y agrícola del Estado español. La Real Fábrica de Tapices es una de las pocas manufacturas históricas que ha logrado sobrevivir hasta nuestros días manteniendo la misma actividad productiva que fue la razón de su origen. Por ello, considera necesario crear lazos con entidades que protegen los saberes tradicionales, siempre en consonancia con la sostenibilidad y la puesta en valor del patrimonio.
 
Como todos sabemos por aquí, la cochinilla es un insecto que parasita el nopal y del que se obtiene un extracto de color rojo natural o carmesí, que se ha utilizado como tinte para textiles durante siglos. Además, la cochinilla de Canarias es el único tinte natural del mundo con la distinción de Denominación de Origen Protegida. Pero, no deja de ser como si dos nonagenarios desahuciados se declararan amor eterno. Valioso, hermosísimo, pero testimonial de cara a relanzar la actividad a una escala que permita vivir de ellas dignamente y recuperar sus valiosos paisajes, como los de Mala y Guatiza.

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