Top Secret, 6 de mayo de 2020

Tablet y pizzas

Tablet y pizzas

Los escolares de este país han perdido las rutinas que marca la asistencia a clase y su disposición a aprender, salvo que en casa haya posibilidades. Y a algunos, además, los inflan a pizzas y bocadillos. Puede que estemos ante uno de los mayores efectos negativos de esta pandemia. Además de las muertes, naturalmente. Y no estamos seguros de que se le esté prestando la atención que el caso merece. Nos referimos a cómo el curso escolar 2019/20 ha saltado por los aires sin completar siquiera el segundo trimestre. Demasiado tiempo perdido o, al menos, no ganado a los nuevos aprendizajes. Muy pocos han sido los hogares que han contado con los medios, el ánimo y la preparación necesarias para suplir a maestros y maestras. Lo único bueno de la situación es que igual ahora se valora más otro de los oficios fundamentales en esta sociedad. Más en Lanzarote donde alguno de ellos ha podido pasar perfectamente de la desmotivación por dar clases en un barracón a la desmotivación por no contar con los medios necesarios en origen -la escuela- o en destino -los hogares- para dar clase online. Y en un visto y no visto nos plantamos en septiembre con la pandemia por resolver y el nuevo curso por comenzar.

Salud

Es en los hogares con mayores carencias donde se nota más que el curso terminó a mediados de marzo. En muchas zonas desfavorecidas donde la tecnología sigue siendo un lujo poco menos que inalcanzable, no sólo los niños han interrumpido sus estudios, sino que en sus familias esa es la menor de las preocupaciones ahora mismo. A este panorama hay que añadirle que los están inflando a pizzas y bocadillos en sustitución de los menús de los comedores escolares a los que acudían con cuota cero, en función de la renta familiar. Sin ir a cole y comiendo pizzas y bocadillos cada día. Puede describirse la felicidad desde el punto de vista de un niño, pero será difícil que supere eso. La responsabilidad, evidentemente, es de los mayores. Paradójicamente de aquellos que se venden como los idóneos para gestionar mucho mejor los efectos de la pandemia y no son capaces siquiera de encargar ensaladas, verduras, carne, pescados… para que los chinijos se alimenten como mandan los cánones. Y como esos mismos gestores alimentan a sus propios hijos, naturalmente. Pero al pobre, que le den.

6 kilos

Varios de esos niños, publicaba recientemente El País, han engordado seis kilos en poco más de un mes. La Comunidad de Madrid, por citar algo abstracto, ha conseguido que muchos de sus residentes hayan perdido educación y salud. Ahora viene cuando alguien dice que en países avanzados sus gestores estarían ya en la cárcel en el paro. Lo que resta, salvo píldora milagrosa, es que al inicio del próximo curso escolar todo esté preparado para que la mitad de los alumnos vayan a clase -sobre unos quince máximo- mientras los demás aprenden online. Habrá que ver quiénes son los unos y cuáles los otros. Y con qué criterios. O si se van turnando. Mucho trabajo queda por delante. Y muy poco tiempo -en la escala administración- para llevarlo a cabo. El mundo está cambiando por encima de nuestras posibilidades de ir adaptándonos a él y de dar respuesta al aluvión de novedades que nos trae. Salvo que nos pongamos a saco con ello. Y que haya presupuesto, claro.

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