ENTREVISTA

Sor Ana, cerca de un cuarto de siglo de solidaridad en Lanzarote

Sor Ana, al frente del Centro de Acogida y Prevención, Calor y Café, asegura que “todo el mundo tiene derecho a comer, vestirse y asearse”. 

Sor Ana, cerca de un cuarto de siglo de solidaridad en Lanzarote

Ana María Rodríguez Arango (Sor Ana), reconocida por su labor en Calor y Café como mujer canaria el pasado 10 de julio en la Gala de Exaltación a la Mujer Canaria, reconoce sentirse orgullosa, pero también considera que hay muchas otras mujeres canarias que merecen optar a ese reconocimiento. No obstante, manifiesta que “la gente debe saber que los comedores sociales son necesarios”.

Colombia, Perú, y varios viajes por España han cambiado su vida. Con una larga trayectoria profesional, siendo testigo de la situación económica de varios países, Sor Ana destaca alguna de sus vivencias. “En Colombia yo he crecido como persona, he conocido realmente al ser humano necesitado, pero a la vez al más grande. Esa fue mi mejor etapa, porque a pesar de que fuera dura, me ha hecho despertar ante la vida”.

En Perú, país donde las mujeres se dedican exclusivamente a sus hijos, y de forma paralela, trabajan para poder llevar algo de dinero a casa, Sor Ana también aportó su granito de arena. “Por la cantidad de casos, decidimos montar una guardería para niños con parálisis cerebral”. Un proyecto que, más tarde, también trató de llevar a España. “Realmente no vine a España para quedarme, lo hice para concienciar de que aquí también era posible y necesario emprender una guardería así”.

"cuando nos trasladamos al local que tenemos ahora, fue una gran avalancha, llegamos  a tener a 102 familias"

Lo que ella no sabía, era que Lanzarote sería su hogar definitivo. Sor Ana, que vino a la isla para suplir a una monja, terminó creando lo que ahora es Calor y Café. Cuando llegó, únicamente se entregaba un litro de leche y un bocadillo por persona. “Conforme pasó el tiempo, fuimos viendo que el problema de la gente no era solo el hecho de no poder tomarse algo caliente. Tampoco tenían con qué vestirse y las personas con drogadicción se pinchaban con las mismas jeringuillas. Por eso, cuando nos trasladamos al local que tenemos ahora, fue una gran avalancha, llegamos  a tener a 102 familias. Poco a poco, hemos ido cubriendo todas esas necesidades. Es así como hemos crecido”.

En sus inicios, Calor y Café acogía exclusivamente a personas con problemas de drogodependencias. Sin embargo, con los años, este patrón ha cambiado. Continúan atendiendo a este tipo de usuarios, pero también han integrado a personas con otro tipo de complicaciones.

Una mujer para la que el respeto resulta crucial en su trabajo. Y en ese respeto, decía, entra la comida. “Generalmente el comportamiento de ellos es bueno. Saben que lo que te sirves, te lo tienes que comer. Si ves que no te gusta, no lo pidas, no lo tires”. Sor Ana reconoce poner ciertos “castigos” a todo aquel que atente contra las normas de su asociación. Cuando habla de castigos, se refiriere a penalizaciones con las que reflexionan y rectifican ciertos comportamientos. “Aviso un día, al día siguiente, si cometen el mismo error, les comunico que deben estar una semana sin venir. A los dos días, la mayoría está pidiendo perdón por su comportamiento”.

Dar el paso para pedir ayuda en asociaciones como Calor y Café no suele ser fácil, Sor Ana misma lo reconoce. Sin embargo, muchas personas agradecen la manera en que se les está ayudando. “Muchos usuarios aseguran que si tuviesen que estar pidiendo en la calle, se quedarían sin comer. Hay gente incluso a la que le da pudor venir aquí, pero cuando se dan cuenta de que es un ambiente normal, bueno y agradable, cambian de opinión”, asegura.

Una familia con un empleo de media jornada o un salario reducido y un alquiler que pagar, muchas veces, tiene que elegir entre un techo o poder comer

Sor Ana aclara que su asociación está para atender las necesidades de todos. El tema de la droga es bastante complicado y nunca sabes quién es el que va a lograr salir de esa situación. Hay quien tiene apoyo y no sale, y hay quien no lo tiene y sale solo. Por eso, ante todo, confirma, “lo que nosotros queremos es que, a pesar de los problemas que puedan tener, tengan sus necesidades básicas cubiertas. También tienen derecho a comer, a vestirse, a asearse”.

La gente suele tener una imagen distorsionada de este tipo de asociaciones. No solo acuden personas sin techo, o con problemas de drogadicción. Se dan casos, no pocos, en los que familias con trabajo, también necesitan acudir. Una familia con un empleo de media jornada o un salario reducido y un alquiler que pagar, muchas veces, tiene que elegir entre un techo o poder comer, entre vestir a sus hijos u ofrecerles algo de ocio. Quizás prefieran tener un techo y pedir comida, o sacarlos a divertirse y pedir ropa.

Sin embargo, también se dan casos en los que la gente engaña. “Es un tema escabroso. Hay gente a la que le ha costado mucho pedir, y hay gente que se ha acostumbrado a hacerlo. Se les exigen los papeles, pero hay mucha gente que trabaja en negro y figura que no tienen nada. Los papeles no lo dicen todo, intentamos que justifiquen su realidad”, aclara Sor Ana.

La pobreza que está en tu cabeza, no tiene fácil solución

Sor Ana considera que la pobreza va mucho más allá de tener o no tener. “Para los que hemos tenido la suerte de estar en esta orilla, ser pobre muchas veces significa no poder tener el último móvil o tener que ir a trabajar a una hora fastidiosa. La pobreza que está en tu cabeza, no tiene fácil solución. La que si tiene solución, es en la que tienes que planchar el euro. Porque el que es pobre de verdad, a ese euro, le saca provecho. Una cosa es ser pobre, y otra cosa es carecer de recursos económicos para poder sobrevivir”, concluye. Una mujer que, sin esperar nada a cambio, ayudó a la isla y conquistó la sociedad lanzaroteña por su gran labor.

Comentarios