Soberanía alimentaria

Con las cosas de comer no se juega. Lo sabíamos de sobra, pero, por si acaso, la cuarentena y el acojono nos lo han recordado. Así que, repentinamente, se ha puesto de moda una viejísima máxima de la humanidad hasta nuestros abuelos, la soberanía alimentaria o la capacidad para autoabastecer el mercado interno. Raudo, el Gobierno autónomo acaba de avanzar las líneas estratégicas del Plan de Soberanía Alimentaria para Canarias.
 
No basta el mantenimiento de las ayudas europeas al sector primario, sino que hay que aumentarlas significativamente
 
Dependemos del exterior en todo, lo cual es de locos. Hasta en energía dependemos de fuera, cuando en las Islas tenemos para dar y regalar procedente de fuentes renovables, como el sol y el viento. Y dependemos del exterior estando a una gran distancia del continente europeo, al cual estamos cultural, política y económicamente adscritos. Tremendo. Por eso, es esencial ser autosuficientes en materia de alimentación, energía y agua, al menos. Y, además, estos dos últimos recursos estratégicos deberían estar en manos públicas.
 
El Gobierno canario quiere un diagnóstico de la situación actual con los agentes implicados y diseñar una estrategia y un plan de actuación para el sector primario, así como una estrategia agroalimentaria. Y quiere conocer los flujos de la cadena agroalimentaria en Canarias y cómo se desarrollan e interaccionan entre sí cada una de sus fases: producción, transformación, distribución y comercialización, consumo y gestión de residuos, para confeccionar una estrategia en clave de sostenibilidad.
 
Pero no basta el mantenimiento de las ayudas europeas al sector primario, sino que hay que aumentarlas significativamente, ampliar el listado de productos beneficiarios y repartirlas con nuevos criterios. Y no hay plan agrario que se precie sin la mejora de las rentas agrarias, lo cual pasa por remunerar con dignidad y justicia a los agricultores y ganaderos. La agricultura ecológica y el consumo de productos kilómetro cero de la granja a la mesa o al restaurante, vienen después. Pero sólo un poquitito después.

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