Top Secret, 24 de mayo de 2019

Recuperar el prestigio

Pocas veces unas elecciones se han centrado más en lo intangible como las presentes. Sobre todo en los comicios al Cabildo de Lanzarote. Se ha hablado más de recuperar prestigio y dignidad antes que de piche y rotondas. Y eso, aquí, ya es mucho. Siga leyendo...

Recuperar el prestigio

Pocas veces unas elecciones se han centrado más en lo intangible como las presentes. Sobre todo en los comicios al Cabildo de Lanzarote. Se ha hablado más de recuperar prestigio y dignidad antes que de piche y rotondas. Y eso, aquí, ya es mucho. Naturalmente, el candidato de Coalición Canaria, Pedro San Ginés, señalado como el causante del claro declive del Cabildo como institución otrora respetadísima, ha querido omitir ese debate en el que sale claramente perdedor. Aunque tampoco ha hecho excesivos esfuerzos por tratar de ilusionar al electorado. Ya pusimos de manifiesto en esta misma sección la diferencia de presentación de su programa electoral de 2015 en comparación con el de 2019. Hace cuatro años compareció con veintitantos ciudadanos, cada uno con sus proyectos e ilusiones, y prometió a todos hacer realidad sus sueños. Hoy, de todo aquello sólo queda el otrora músico Óscar Pérez, que repite en listas, y para de contar. A la mayoría de ellos los dejó tirados. San Ginés tampoco ha exhibido músculo en un espacio público, sino que se parapetó en la soledad de la nave que CC tiene en Valterra junto a David de la Hoz y Migdalia Machín, la mujer que ha evitado que Coalición Canaria reventara en vísperas electorales por las, dicen, imposiciones de Pedro San Ginés expresadas casi siempre con malos modos (acaso los únicos que conoce).

Prestigio y dignidad

El Cabildo de Lanzarote es hoy una institución mucho más desprestigiada que hace diez años. De eso no cabe la menor duda. Y muy a pesar de la inmensa mayoría de su personal, que conserva la esencia del Cabildo que siempre fue. Sin embargo, el aparato de San Ginés ha ido haciéndose fuerte en los despachos clave hasta instaurar un régimen a medio camino entre el desprecio y el despotismo que ha acabado afectando al alma misma de la Institución, según confiesan quienes le tratan. Nadie mira ya al Cabildo de Lanzarote como ese faro que alumbraba Canarias en materia de desarrollo sostenible. Nadie acude ya al Cabildo en busca de un infalible informe jurídico que salvara los apuros de un municipio. Y cada vez son menos los ciudadanos que miran a su presidente con respeto. Ni se lo gana, ni lo merece. Tampoco parece que el simple caminar por la vida le haya servido para impregnarse de la bonhomía que, quien más quien menos, absorbe hasta sin querer. A fin de cuentas, uno se desarrolla profesionalmente igual que vive. Es complicado separar el yo personal del profesional.

El domingo

De ahí que este domingo la cuestión que se dirime sea seguir con la sangría de crédito hasta agotar la reputación que le pueda restar al Cabildo, o recuperar la dignidad y el prestigio. En ello, al menos, se ha centrado buena parte de la campaña electoral. Y no es cuestión de que un solo candidato, o candidata, se haya atribuido la exclusiva de iniciar la senda que retornará la institución al lugar de dónde nunca debió apearse. Son varios, diríamos que la práctica totalidad, los que tienen muy claro lo que nos estamos jugando, a tenor de cómo ha ido la campaña electoral. Se ha repetido que este domingo hay una papeleta que viene manchada de poca transparencia, de prácticas escasamente claras, de broncas muy desagradables, de nulo respeto a derechos y libertades, de actitudes chulescas y poses de perdonavidas y, en fin, de todo aquello en lo que se ha convertido quien no tiene la menor consideración de lo que significa ser presidente de una institución más que centenaria como el Cabildo Insular de Lanzarote. Frente a esa tétrica (y muy triste) realidad: el resto. Que no es que sea algo paranormal. Es, simplemente, lo que siempre ha sido el correcto comportamiento democrático de candidatos y candidatas. Lamentablemente parece que hemos llegado a un punto en que las urnas dirán si queremos que esto se nos siga yendo de las manos, o que el Cabildo de Lanzarote vuelva a ser el orgullo de todos los conejeros.

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