DÍA MUNDIAL DE LUCHA CONTRA LA DEPRESIÓN

'Recuperé mis ganas de vivir': el crudo testimonio de una persona que logró vencer la depresión

Foto: Archivo

"Me vi saliendo del centro de salud con ese diagnóstico y sin saber qué hacer. Sentía miedo y estaba perdida. ¿Depresión yo? Eso no podía ser". Una carta refleja el proceso completo que vivió una persona desde que se le comunicó, hasta que consiguió superarla.

'Recuperé mis ganas de vivir': el crudo testimonio de una persona que logró vencer la depresión

"Ahora puedo decir algo que nunca pensé que diría, que gracias a ese proceso tan duro recuperé con más fuerzas que nunca mis ganas de vivir y la ilusión por la vida, que soy capaz de disfrutar de pequeñas cosas, y que tengo claro que lo que quiero es vivir intensamente porque la vida es maravillosa". De esta forma se expresaba a través de un escrito una persona que había logrado vencer la depresión. Durante un largo tiempo fue paciente, decidió ponerse en manos de profesionales para derrotar esta enfermedad, y hoy ha querido contar su historia a través de la siguiente carta:

Llevaba tiempo pensando que haber superado una depresión es motivo para ayudar a otras personas que se encuentren en esa situación, con el simple hecho de decirles que si yo pude, ellos también, y hoy me ha llamado mi psicóloga Alicia para decirme si me apetecía contar mi experiencia a través de un texto... estoy emocionada con la idea de que haya pensado en mí. Gracias.

"¿Depresión yo?, ¿ahora?, que tenía todo lo que había creído siempre que me haría feliz"

Hace 4 años me diagnosticaron depresión, que palabra tan dura y desconocida a la vez. Es verdad que llevaba un tiempo en el que no me encontraba bien, que la vida se me hacía un poco cuesta arriba, y que me estaba mandando señales para que parara y no hice caso: migrañas, estrés, ansiedad, tristeza, un aborto... pero no quería parar porque ahora se, que a veces, da mas miedo mirarte que seguir adelante como si no pasara nada.

Hasta que un día mi cuerpo y mi mente dijeron: "hasta aquí". Llegué al médico muy asustada, llorando y diciéndole que no sabía que me pasaba, que no podía levantarme de la cama, que solo quería dormir, que no era solo tristeza lo que sentía, que era algo más profundo, un vacío muy dentro de mi... Lo que me salió en ese momento, para que me pudiera entender, fue decirle que sentía que “me dolía el alma”. En ese momento, mi médico, sin vacilar, me dijo: "Lo que tienes se llama depresión, y tengo que recetarte un antidepresivo y darte algunas recomendaciones".

Me vi saliendo del centro de salud con ese diagnóstico y sin saber qué hacer. Sentía miedo y estaba muy perdida. ¿Depresión yo? Eso no podía ser... ¿Ahora?, que tenía todo lo que había creído siempre que me haría feliz... Mi casa, marido, trabajo, una hija de 7 años... Sentí hasta culpa por estar mal... creía que no tenía derecho a estar así. Pensaba que si había gente en circunstancias mucho más duras que las mías que salían adelante, ¿cómo iba a estar yo deprimida? Y la otra pregunta era, ¿qué se supone que tengo qué hacer ahora?

Hoy, mirándolo desde la distancia, por el tiempo que ha pasado, se que en esos momentos todo se te hace enorme, pierdes tu capacidad resolutiva, y enfrentarte a simples problemas cotidianos es muy difícil. Así que imagínate, si ir a comprar el pan se te hace un mundo, ¿cómo vas a poder salir de una depresión? Solo el pensar que la tienes te crea más miedo, y no ves ninguna salida.

"Al mismo tiempo que no encontraba motivos para seguir viviendo, sentía culpar por pensarlo"

Yo tuve la suerte de poder contarle esto a una psicóloga, Alicia Covarrubias, que desde que me vio me dijo que necesitaba terapia. Y así fue, a partir de ese momento empecé a ir todas las semanas. Hoy estoy convencida que sin su ayuda no hubiese podido superarlo, o por lo menos, no de la manera en la que lo hice. Le iba contando cómo me sentía, que al mismo tiempo que necesitaba aislarme y estar sola, sentía culpa por no salir o estar con amigos y familia, cuando ellos siempre habían estado conmigo cuando los necesitaba; que al mismo tiempo que me sentía enferma, sentía culpa por estarlo; que al mismo tiempo que no encontraba motivos para seguir viviendo, sentía culpar por pensarlo.

En cada sesión íbamos poco a poco, sin forzar, a mi ritmo, pero con mucho cariño y comprensión, que creo que es lo que necesitamos los pacientes con depresión. Me fue dando todas las herramientas necesarias para conocerme, algo que nunca había hecho: mirarme. Parece mentira que en ese momento me diera cuenta lo desconocida que era para mi misma.

Qué importante es poder hablarle a alguien desde el corazón, sin que te juzgue, que te escuche y te ayude a descubrirte, porque al final, de eso trató mi terapia. Me ayudó a empezar a tratarme con amor, desde el respeto, a aceptarme, a quererme un poquito. Me enseñó a observar lo crítico que somos con nosotros mismos, que la perfección no existe pero que tampoco importa, y que somos más fuertes de lo que creemos.

No puedo decir que fuera fácil, muchas veces me sentía como en una montaña rusa de emociones en la que un día parecía que mejoraba y al siguiente me hundía de nuevo, pero eso también es parte de esta enfermedad y hay que aprender a aceptarlo, sin más. Y claro que sí, quise tirar la toalla mil veces, porque cuando estás mal reconozco que es más fácil y hasta más cómodo quedarte sin hacer nada, con tu dolor, quieta, aunque sea tremendamente fuerte, que dar un paso, por pequeño que sea, es aún más duro y doloroso. Pero cuando tienes ayuda te sientes acompañada, no estás sola en esos primeros pasos, que siempre son los que preceden a los siguientes, y así poco a poco poder recuperar las ganas y la ilusión, algo que durante mi etapa más dura pensé que no volvería a recuperar.

Tomando antidepresivos y yendo a terapia durante casi un año

Miro hacia atrás y creo que fui una buena paciente, porque aunque mis esperanzas de recuperarme eran pocas, en el fondo las tenía. Por un lado, hice todo lo que el médico me iba diciendo, caminar los 15 minutos al día que me dijo, aunque fuese llorado, y por otro, todo lo que me recomendaba mi psicóloga. Me puse totalmente en sus manos, ¿qué más podía perder? si había perdido lo más importante, mi ilusión por vivir. Solo me quedaba confiar en ellos.

Desde el primer día hice las meditaciones que me facilitó, aunque al principio sólo pudiera escucharlas un segundo porque mi cabeza, que iba a mil, no me dejara. Leía libros de autoayuda, psicología... Todo lo que cayera en mis manos que me diera la mínima confianza para poder salir de aquel pozo. Y así fue, con mucha paciencia, que en ocasiones no tenía, porque estando así ves muy difícil el poder mejorar, con algo de esfuerzo por mi parte y con mucha ayuda, comencé a sentirme un poco mejor.

Estuve tomando antidepresivos y yendo a terapia durante casi un año. Y hoy puedo decir que lo he superado, aunque reconozco que su sombra es algo que siempre está ahí y que siempre observo. Que un mal día o una mala racha como tenemos todos, para mí no es sólo eso, es estar alerta y vigilar, a veces con miedo, que no vaya a más.

Creo que es un proceso en el que la persona que lo vive debe ponerse como prioridad, aceptar todas las fases por las que vas pasando desde la negación, el enfado, tristeza, hasta que aceptas que estás enfermo y que a partir de ahí tienes que hacer lo que esté en tu mano para recuperarte, y siempre con ayuda. Tengo claro, que el haber pasado por una depresión es motivo para seguir ocupándome y trabajando en mí, pero de una manera consciente y calmada. Sigo leyendo mucho sobre depresión, como la viven y superan otras personas, intento tener ratos para mí, hacer yoga, meditación, o estar en contacto con la naturaleza... cada uno debe descubrir qué le hace sentir bien y ponerlo en práctica.

"Lo más importante es que nos traten con amor, desde el cariño, con compasión y empatía"

He aprendido a no culpar a nadie por no estar cuando lo necesitaba o de la manera que creía que tenían que estar, porque es una enfermedad de la que no se tiene la información que requiere y muchas personas no saben tratar al enfermo. Seamos realistas, si nosotros mismos no sabemos en esos momentos qué queremos o necesitamos, cómo vamos a exigirles a los que te rodean que lo sepan. Ellos lo hacen lo mejor que pueden o saben, aunque a veces te digan "sal, anímate", y te den ganas de no hablarles más porque estás viendo que no entienden nada. Lo más importante es que nos traten con amor, desde el cariño, con mucha compasión y empatía. Intentar cuidarnos entre todos, porque en esta época en la que nos ha tocando vivir los problemas relacionados con la salud mental afectan a toda la sociedad, de una u otra manera.

Ahora, puedo decir algo que nunca pensé que diría, que gracias a ese proceso tan duro recuperé con más fuerzas que nunca mis ganas de vivir y la ilusión por la vida, que soy capaz de disfrutar de pequeñas cosas, y que tengo claro que lo que quiero es vivir intensamente porque la vida es maravillosa. Así que como dije al principio, si yo pude, cualquiera puede.

Miro hacia atrás y siento que tengo tanto que agradecer: a mi médico de atención primaria que con tanta rapidez fue capaz de decirme qué me pasaba; a mi psicóloga a la que rogaba cada semana que no me fallara nunca porque sin ella no podría superarlo; a mi hija, que entonces tenía 7 años, y que sin saber de mi enfermedad, me obligó día a día a levantarme para llevarla al colegio; a mi marido por estar siempre; a mi familia por hacer siempre lo que pensaron que era mejor para mí; a mis amigas del alma, y a mí, porque a pesar de las dificultades siempre vi una luz para seguir adelante.

Este jueves estuvo en Biosfera TV la psicóloga sanitaria, Alicia Covarrubias Aradilla, con motivo del Día Mundial de Lucha contra la Depresión, profesional que ayudó a esta persona a vencerla y que cuenta cómo fue el proceso y las claves de esta enfermedad.

 

Comentarios