Prensa amarillista

Comenzar por el final no parece adecuado en un proceso de comunicación, pues es tanto como contar el desenlace de la película. Toca por tanto realizar un ejercicio de contención y dejar que sean otros quienes saquen conclusiones de lo expuesto. El 22 de abril de 2017 se procedió a la actualización del código deontológico de la federación de asociaciones de la prensa española. Código que no obliga, pero que establece unas recomendaciones sobre el comportamiento de los periodistas en el ejercicio de su profesión.
 
Hay grandes proyectos en el contexto de una sociedad que intenta abrirse paso en la información, sin tutelas externas, que suponen un hito en una determinada comunidad. Existen iniciativas en el campo de la comunicación que pretenden informar, de forma veraz, atendiendo a todas las partes. Igual que con los medios, pasa, no ya con la política, sino con los que la representan. Y cuando cohabita la política y la prensa, sale lo que sale.
 
La imparcialidad deja de ser el objetivo de ese medio y el sesgo su fin último. "La canalla", término hasta ahora reservado para determinada forma de dar noticias, que no información, floreció en la isla de tal forma que permite que estén representadas sensibilidades diferentes, mostrando así que la sociedad no es uniforme. Y si la pluralidad y la diversidad de opiniones es consustancial a cualquier comunidad, también lo es a esta.
 
Amarillismo o rigor son los campos en que unos y otros se mueven
El deseo de la aplicación de un código ético a nuestras entidades, empresas y administraciones no es más que eso, un deseo. Lo que nos toca es a aprender a vivir con todos y ahí nos queda tarea, la de establecer nuestros límites sobre la información que se nos suministra. Todos caben, y en esa caja de los demonios que es el mundo de la comunicación los usuarios habremos de establecer nuestras propias líneas que no traspasar, puesto que algunos medios carecen de interés en aquello de la autorregulación.
 
Amarillismo o rigor son los campos en que unos y otros se mueven. Por suerte, en la mierda chapotea sólo alguno. La suerte es reconocerlos. Ya digo, todos caben. Sólo queda resolver esa extraña y crónica enfermedad que hizo que la loada nobleza de este pueblo, seguidor de noticias, deviniera en franco regocijo del malestar ajeno y trasmutara en seguidor de conjeturas y especulaciones, aplaudiendo las ocurrencias de cronistas a sueldo de la canalla que nos empeñamos, si no en sostener, sí en consumir, resistiéndonos a reconocerlos como un elemento nocivo para la construcción de un espacio de convivencia.
 
¿Es esto a lo que aspiramos y lo que conviene a nuestro bienestar? Definitivamente, no parece que algunos medios de comunicación estén trabajando en esa dirección.

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