Top Secret, 8 de octubre de 2020

PIOT

Piot

En 1991 entró en vigor el Plan Insular de Ordenación del Territorio, PIOT. Lanzarote dio un ejemplo a todo el archipiélago siendo isla pionera en la contención del crecimiento. ¿Se imaginan cómo sería ahora la crisis sin aquellos límites? Sobre esta cuestión reflexionábamos este martes con la presidenta del Cabildo de Lanzarote, María Dolores Corujo. Pronto se cumplirán 30 años de aquel hito. Y casi la mitad de ellos dándole vueltas a un nuevo Plan de Ordenación. Que falta nos hace. Pero, ojo, el del 91 ha hecho más servicio que estorbo, pese a que no han parado las voces arrimándole la culpa de todo lo malo que nos ha ocurrido o de todas las inversiones que han dejado de venir. Y, ni tanto, ni tan calvo. Uno no puede dejar de sentir cierta sensación de orgullo al recordar cómo una isla como Lanzarote, históricamente minusvalorada en Canarias, dio el segundo golpe sobre la mesa para ser punta de lanza en la región. El primer taponazo lo dio cuando Pepín Ramírez creyó en César Manrique y aquella isla negra, seca y fea se convirtió en la envidia de las otras seis.

Caníbales

La filosofía manriqueña, y el empuje del propio César, pesó mucho a la hora de forzar la maquinaria política y desarrollar y aprobar el PIOT. Y también aquí fuimos la envidia nacional. Tanto que el Gobierno canario, unos años después, aprobó lo que se dio en llamar la moratoria que forzaba a la desclasificación de camas y se obligaba a un máximo de plazas construidas en un determinado plazo de tiempo. La nuestra, a modo de revisión del PIOT, tuvo lugar a finales de los 90. Y ocurrió que no todo el mundo quería a su tierra del mismo modo, pues mientras la población celebraba la contención del crecimiento, algunos empresarios y sus colegas políticos, se lanzaron ansiosos a construir lo que se podía y lo que no. El resultado ya lo conocemos todos: fleje de hoteles ilegales en Playa Blanca -cierto que algunos empresarios respetaron la ley y se negaron a construir-. Por cada hotel puesto en funcionamiento, llegaba a la isla mano de obra de distintas regiones de España. Y, cuando esto no fue suficiente, empezó a llegar gente de Latinoamérica.

Caos

Los unos y los otros, y los de más allá y los de aquí también, sufrimos ahora las consecuencias de una durísima crisis económica derivada de la pandemia. El futuro es sumamente incierto y el arraigo de la mayoría de los residentes es más que débil. Y somos en torno a 150 mil habitantes en toda la isla. Uno arriba, uno abajo. Si en 1991 no se hubiese aprobado el PIOT, y descartando que, en años posteriores, cuando la política lo enmierdó todo, se alcanzara un consenso como entonces, igual el número de habitantes de Lanzarote estaría sobre el medio millón. Con la consiguiente merma de calidad de vida al no poder la isla, por caprichos de la naturaleza, estirarse para facilitar el acople de tanta gente. La situación, a día de hoy, podría ser catastrófica. Así que, sí, en efecto, el PIOT del 91 no era perfecto. Pero desde luego, con todas sus imperfecciones, nos salvó, y nos sigue salvando, de una muy fea. Pese a los no pocos intentos por tumbarlo.

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