Pateras, miedo y racismo

Pareciese que las pateras fuesen el virus metamorfoseado en personas. O que los turistas resultasen inmunes. O que fuese más o menos grave contagiarnos por unos que por otros. 
 
Y claro que no se trata de demonizar al turismo, de prohibirles la entrada o de hacerles de menos. Se trata más bien de alterar la imagen de los migrantes, esa que sí deteriora mucha gente, ese grupo de individuos que sí suelen quedar al margen de los buenos pensamientos de muchos.
 
Por suerte (para unos y no tanto para otros), también hemos escuchado por otras tantas bocas que el peligro no viene en patera, o, algo más moderado, que no solo puede encontrarse en estas embarcaciones. Del mismo modo que puede tener la covid-19 un turista que viene en avión, puede tenerlo un migrante que arriba en patera, desde luego. La diferencia está en el protocolo a seguir una vez que pisan el lugar de destino. 
Dado el repunte de pateras en Lanzarote, deberían establecerse mecanismos infalibles de control
 
Control de temperatura, control visual y declaración jurada… La seguridad brilla por su ausencia en los aeropuertos. Sin embargo, aquellos que llaman ‘peligro’, son, sino los únicos, de los pocos, a los que se les realiza la PCR según llegan a tierra. Lo que quiere decir que se sabe con certeza si tienen o no el coronavirus, para quien todavía no sepa qué implica este tipo de prueba. Y que además, se mantienen en esa especie de burbuja, llamada comúnmente cuarentena, durante 14 días, como se ha hecho siempre con todo el que se ha comprobado que está contagiado. Efectivamente, mismo trato que con el resto de personas. Ni más, ni menos.
 
Probablemente antes de llegar a estas líneas muchos ya hayan pensado… “Las pateras están tan controladas que hay todavía 12 migrantes paseándose por Lanzarote sin control alguno” (después de localizar a 14 y siempre según lo que apuntaron el resto de migrantes, que confirmaban ser 26). La realidad no se puede negar, o no debería. Dado el repunte de pateras en Canarias, en este caso, en Lanzarote, deberían establecerse mecanismos infalibles de control, evitando así este tipo de contratiempos. Al final esto es ‘dar de comer’ a todo aquel que tiene hambre de odio o de desprecio hacia quienes vienen de fuera, en su mayoría, huyendo de lo que puede sentirse como un infierno. A vivir, sencillamente. 
 
Los países desde donde emigran no son ‘otros mundos’ (aunque puedan parecerlo por las condiciones en las que se ‘vive’). Allí, como aquí, uno se puede encontrar de todo. Y tampoco van a pagar justos por pecadores, como se suele decir. Porque qué culpa tendrá el que huye para sobrevivir, del que viene con la intención de delinquir o ‘vivir de…’. Porque claro, estas últimas dos cosas son algo que no solemos ver en gente de aquí, ¿o sí? Mirarnos el ombligo, antes que enjuiciar o juzgar a quienes llegan, no estaría de más. A quienes llegan en patera, claro. Viva la estigmatización…
Claro que hay gente que es más pobre por cómo piensa, que por cómo vive…
 
Y en ningún momento mezclar a quienes vienen, aun sabiendo que se juegan la vida, con aquellos que se lucran de estas fatalidades. Aquellos a los que precisamente la vida de estos migrantes poco, sino nada, les importa. Los patrones de estas embarcaciones. Dícese de quienes trasladan a estas personas, con el único fin de beneficiarse, cobrando alrededor de 1.500€ por persona. Y con violencia de por medio, en caso de que alguno no se comporte como el patrón o jefe ordena. Y para quienes todavía no entienden cómo pueden pagar tal cantidad, quizás deberían, aunque fuese solo por un momento, ser testigos de las circunstancias en las que ha podido quedar la familia del que por suerte pudo ‘escapar’, después de haber vendido hasta el alma. Claro que hay gente que es más pobre por cómo piensa, que por cómo vive…
 
Y para quienes todavía se preguntan por qué tender la mano a quienes deciden ‘viajar’, buscando una mejor vida, la respuesta, bien sencilla, y a la que muchos todavía no han podido llegar: son personas. Habrá a quien incluso le pueda sorprender. “Todas las personas somos iguales sea cual sea nuestro origen, etnia, color, sexo, idioma, religión, opinión política o cualquier otra condición. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a su seguridad personal”. Derechos inalienables de cualquier persona. Estoy completamente segura de que si la situación fuese la contraria, esperarías una puerta abierta, que te permitiese, como mínimo, vivir. 
 
Honestamente, el miedo a mí también me ha brotado a raíz de la llegada de las últimas pateras. Y tiene una explicación, o varias, también sencillas: racismo, egoísmo e inmoralidad. Eso es lo que verdaderamente suscita odio, alienta el miedo y genera rechazo hacia este colectivo. Y ese es mi temor, ver en lo que se puede estar convirtiendo la sociedad.

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