Ni peleas ni gallos

Canarias está a punto de desembarazarse de uno de los ritos que la atan a la brutalidad ancestral: las peleas de gallos. Está a punto de tramitarse en el Parlamento un nuevo anteproyecto de Ley de Protección y Tenencia de Animales de Compañía que prohibirá las peleas de gallos y los espectáculos con animales en los circos. No está mal, teniendo en cuenta que el gallo no es un animal de compañía, sino el sujeto de un acto de crueldad hacia los animales fruto de los más bajos instintos humanos.
 
No deja de ser un importante avance dejar de llamar tradición cultural, por ley, al enfrentamiento hasta la muerte de dos animales. Las galleras tienen los días contados, así como la profesión y la afición ligadas a la pelea de gallos ingleses. Hasta tanto, las Islas tienen el dudoso honor de ser una de las dos regiones de Europa en las que sigue siendo legal la celebración de este violento pasatiempo. Pero no nos engañemos, las riñas de gallos han podido celebrarse porque la ley que las regula se columpió en el alambre cuando se tramitó y se aprobó por el Parlamento canario en 1991 y, desde entonces, los guardianes de ‘lo nuestro’ se han dedicado a mirar hacia otro lado.

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