Opinión

Mañana en Lanzarote, ¿quién cuidará las parras?

Mañana en Lanzarote, ¿quién cuidará las parras?

A la gente mayor unas veces se le oye, con algo de nostalgia, quejarse: “mis hijos no quieren saber nada del campo”; y otras, no sin cierta resignación, decir: “ni yo, por el camino que va la cosa, tampoco recomiendo que se dediquen a la agricultura”. Entonces, ¿quién seguirá atendiendo las parras? Buena pregunta sin respuesta por el momento, aunque el futuro de la isla dependa, más de lo que se pudiera pensar, de la pronta contestación que exige el interrogante planteado.
 
Cualquiera que se acerque a una reunión de viticultores o visite las bodegas en época de vendimia, podrá comprobar que son mayoría las personas que pasan de sesenta y cinco años, y cada año que transcurre más son todavía. Si para todos es evidente el envejecimiento que se está produciendo en la agricultura, esta falta de relevo generacional en el campo vitícola es más acusado todavía. 
 
A tenor de la información facilitada por el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Vinos de Lanzarote, de los 1.813 viticultores inscritos, solamente 70 tienen menos de cuarenta años, es decir los jóvenes no llegan a representar el 4% del total.
 
Vendimia tras vendimia se abandonan cada vez más fincas
 
La viña constituye en extensión, hoy en día, el principal cultivo de Lanzarote, y si  grande es su contribución al sector primario, no menos importante es comprender que el cuidado de las parras, plantadas en hoyos excavados en el rofe y protegidos por muros semicirculares de piedra volcánica, configura su más apreciado paisaje agrario mundialmente admirado. No obstante, vemos como vendimia tras vendimia se abandonan cada vez más fincas por su escasa o nula rentabilidad dependiendo de cómo haya sido el año; impidiendo que los jóvenes puedan verse atraídos por dicho cultivo de forma profesional; lo que está provocando por un lado, la lógica falta de relevo generacional; y por otro, el progresivo abandono de las fincas con su tremenda repercusión negativa para el paisaje al  contemplarse cada vez más hoyos invadidos por aulagas, tabobos e hinojos, provocando que la isla vaya perdiendo poco a poco uno de sus principales atractivos turísticos.
 
La constatación de esta evidencia debería hacer reflexionar al conjunto de la sociedad, pero muy particularmente a los responsables políticos insulares sobre las acciones que se deberían ejecutar por parte de las diferentes administraciones públicas, para revertir la situación y evitar que esta pérdida sea irreversible. En esta tesitura cabría plantearse qué medidas se podrían aplicar para conseguir dar una respuesta convincente al interrogante inicial.
 
Se debe incentivar económicamente a los jóvenes
 
Hasta ahora la gran mayoría de las acciones han estado principalmente enfocadas a conseguir posicionar los vinos de Lanzarote en el mercado. Esto ha posibilitado que los mismos tengan un mejor precio, y que por ende se retribuya mejor a los viticultores mediante el incremento que ha experimentado el precio de la uva en los últimos años, aunque a la vista está que dicha medida no es suficiente, basta con darse un paseo por La Geria para comprobar “in situ” como avanza el número de parcelas abandonadas. Por lo tanto se necesita más… Consideramos, sin abandonar las medidas anteriores, que se debe incentivar económicamente a los jóvenes para que se decidan a iniciarse en el cultivo de las viñas como actividad profesional.  
 
En la puesta en práctica de esta medida se debe tener muy presente que entre el momento en que un joven-viticultor comienza a ejecutar las tareas de cuidado de las parras,  y  cuando, por fin, puede comenzar a obtener un rendimiento por la venta de la cosecha ( siempre que no se pierda por el mildiu, oidio o un golpe postrero de calor), o el instante en que cobra las ayudas correspondientes al POSEI por el mantenimiento del cultivo de la vid, pueden transcurrir hasta dos años; tiempo durante el cual, o bien no percibe nada, o la cantidad ingresada no llegará a remunerar la totalidad de los trabajos realizados en la finca. Por lo que, se debe procurar que durante ese periodo el joven-viticultor pueda tener, previa comprobación del trabajo realizado en campo y ante la ausencia de ingresos, una renta mínima que le permita ver compensado su trabajo y atisbar  que la iniciativa emprendida tiene futuro.
 
Esta acción se podría materializar por medio de la suscripción de un convenio entre el Cabildo y el joven-emprendedor. Este convenio estaría dirigido a garantizar una viticultura respetuosa con los sistemas tradicionales de plantación en hoyos, donde las fincas ubicadas en el corazón de La Geria tendrían además un plus de ayuda superior para compensar tanto el coste mayor que tiene su atención, como el menor rendimiento en cuanto a los kilos de uva que se obtiene por hectárea en comparación con otras zonas de la isla.
 
Asegurar la continuidad del cultivo de las parras y mantener el paisaje
 
Para atraer de forma definitiva al joven-viticultor se debería impartir, dentro de estos programas, cursos de formación sobre la elaboración de vinos de las uvas cosechadas en sus respectivas fincas. Todo ello, con el objetivo de que se decidan también a explotar esta línea de negocio. La elaboración y embotellado se realizaría a través de una cooperativa, para que los jóvenes incorporados puedan minimizar costes, compartir medios materiales y experiencias, así como estrategias comunes para comercializar sus vinos.
 
La ejecución de estos convenios se podría facilitar si por parte de la primera institución se constituye un banco de fincas  susceptibles de ser cedidas a los jóvenes-viticultores durante un cierto tiempo, supeditado al cumplimiento de unas condiciones mínimas sobre el cuidado de las parcelas. Este fondo se podría nutrir de las adquisiciones que se efectué por el Cabildo de las fincas puestas eventualmente a la venta, y de parcelas cedidas mediante contratos arrendamientos suscritos con aquellos propietarios que las tienen actualmente abandonadas y estén dispuestos a cederlas, previo pago de una renta, para su cultivo.
 
En una etapa inicial se podría comenzar con un programa piloto dirigido a cinco o seis jóvenes menores de 40 años, los cuales convenientemente asesorados por técnicos se iniciarían necesariamente en la viticultura ecológica que garantiza una agricultura sostenible, amén de que es la única apta para luchar contra el cambio climático. Además, este tipo de agricultura cumple con los principios inspiradores contenidos en la declaración de Lanzarote como Reserva de la Biosfera. 
 
Esta medida es solo una propuesta, y como tal puede y debe ser mejorada o ampliada con otras, como por ejemplo incrementar de forma significativa las ayudas del Posei. En definitiva, se trataría de ejecutar actuaciones que vayan en la dirección de conseguir un doble objetivo: asegurar la continuidad del cultivo de las parras y mantener el paisaje de la isla.
 
SAT EL JABLE: ‘Cultivamos el paisaje de Lanzarote, una isla posible’.

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