Lanzarote, una cuestión de (buena) imagen

Lanzarote, una cuestión de (buena) imagen

Atribuyen al consejero del Cabildo y militante del PSOE, Marcos Bergaz, una ocurrencia, de la que desconozco su veracidad, referida a la realización de una escultura —una estatua o monumento, dicen— como homenaje a la ejemplaridad de Teguise y La Graciosa con la pandemia. Como si el resto de vecinos de este país encerrados por orden gubernamental —también— no merecieran el mismo reconocimiento del que esperaría que no fuera en forma de esculturas salpicadas por mesetas, plazas, rotondas y parques de todo el país.
 
No calificaré a Bergaz por esta supuesta propuesta, pues tal veleidad no parece propia de quien ha venido aparentando determinados mimbres de líder. He dicho aparentando, cierto. Porque todo en esta isla se nos va en apariencia e impostura, aunque a esta la sacan a pasear más los de CC.
El espacio se interviene con criterio y luego vendrá lo accesorio, y un conjunto escultórico resultaría accesorio
 
Cuando desde las administraciones me hablan de esculturas, que es lo mismo que decir ‘paraelespaciopúblico’ —quizás porque los referentes inmediatos están en las rotondas de la isla, o de las islas, o en el extenso suelo de todo el territorio— me echo a temblar, porque no sean Gargallo, Chirino, Benlliure o Serrano, a los que me acerque la memoria, sino a otra suerte de autores que tienen en la administración pública su corte de admiradores, que es lo mismo que no tener un recorrido solvente. ‘Artistas locales’, les llaman los maledicentes, no existiendo peor calificativo para quien, queriendo serlo, no sale adelante más que medrando en el pequeño ámbito de lo local. 
 
Puede que los concejales del área y los alcaldes no alcancen a señalar un solo autor u obra universal recogida en un libro de la ESO, pero se apuntan a amueblar rotondas y plazas con variadas justificaciones, apelando a tener su propio parque escultórico, aunque sea siempre con los mismos, y cuyos recursos artísticos y estéticos den para un manual de los horrores. Mal llamadas esculturas —fallas, diría yo—, que pretenden cualificar espacios, como si esa fuera la fórmula para cambiar un espacio público. Parecen desconocer que el espacio se interviene con criterio y luego vendrá lo accesorio, y un conjunto escultórico resultaría accesorio en la medida en que debería llegar cuando todo lo demás esté resuelto. Si lo que colocan carece de valores, lo que sucede a menudo con el pretendido parque escultórico insular, nunca lo vamos a asumir como una obra artística. Mojones más interesantes ya hay por toda la geografía.
No habrá más ‘manriques’, y, por tanto, los artistas no deben competir con él
 
Siempre he creído que aquella relación tan atinada entre un artista y una administración como fue la de Manrique con el Cabildo, en la persona de Pepín Ramírez, no sólo fue fructífera y vital para el devenir de la isla en cuestión de imagen, sino que pocas veces en la era moderna se ha dado una situación de similares características tan exitosa donde converja el talento y la oportunidad. Tras aquella relación, limitada en el tiempo, pues no siempre el Cabildo tuvo responsables a la altura de Ramírez Cerdá, algunos debieron creer —por ambas partes— que podría volverse a dar una relación similar entre un artista y un responsable político. A todos los niveles, muchos han pretendido jugar esos papeles con escasa fortuna, aunque lo hayan intentado en todos los ayuntamientos, en el Cabildo, con todos los colores políticos, y siempre con los de aquí. 
 
Todo viene indicando que ‘el tiempo es quien pone todo en su sitio’ y que, hasta hoy, por mucho que menoscabe la vanidad de unos cuantos, sólo aquella relación con Manrique ha sido garantía de éxito en el asunto que tratamos. Manrique ya murió, y los Centros de Arte y Cultura son los que son aunque Pedro San Ginés no lo comparta. No habrá más ‘manriques’, y, por tanto, los artistas no deben competir con él ni pretender hacer a su modo para ocupar aquel espacio que alguien cree vacante. Eso sí, no hay otra para la supervivencia del Lanzarote que sabemos certero que aplicarnos en las enseñanzas que nos legó.
En la cabeza racional de Manrique y Ramírez Cerdá, respectivamente, había un horizonte
 
Si la imagen es casi todo, si Lanzarote debe competir más que nunca para establecer un nuevo papel en el mercado turístico mundial, primero debe posicionarse como un lugar para la vida de sus hijos, esto es, una isla ambientalmente sostenible, con recursos para satisfacer sus necesidades y con una singularidad que sea percibida por estos. Ni un marco escenográfico para terceros ni un parque temático. Un lugar para el bienestar y la felicidad que poder compartir con quienes nos visiten. Otro modelo ya no debe ser posible. 
 
En su desbocada actividad y en la cabeza racional de Manrique y Ramírez Cerdá, respectivamente, había un horizonte. No es responsabilidad de aquellos la parte que efectivamente ha sido después un fracaso, tal que el exceso de instalaciones hoteleras, la desmedida oferta alojativa, la vulgaridad constructiva en detrimento de la calidad, o el deterioro del medio. Es exclusivamente nuestra. 
 
En cuestión de imagen estamos tocados por mucho que hablemos de excelencia, siendo indudable que la falta de preparación y de proyecto de nuestros líderes y nuestro empresariado no se sustenta, más allá de ejercitarse en intentar mantener los centros turísticos con desigual fortuna y no tener muy claro qué hacer con el paisaje ni con las infraestructuras, ni con la normativa que ha de regularlos, ni con la capacidad de carga, la tasa turística o el tamaño del aeropuerto. Si hacemos más carreteras o consumimos más territorio para construir la bazofia que podemos presenciar por todos sitios. La cuestión que respondería a lo anterior es si sabemos qué es lo que queremos ser —además de ricos o de disfrutar de cargos públicos—. Y si tenemos algún horizonte. Y va a ser que no.

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