Opinión

La vacunación, prioridad absoluta

La vacunación, prioridad absoluta

El desarrollo científico ha posibilitado que, contra pronóstico, se comenzaran a producir distintas vacunas contra la Covid 19 en tiempo récord el mismo año que apareció el virus, gracias a disponer de grandes recursos económicos y, asimismo, del decidido apoyo de muchos gobiernos. A finales de diciembre ya empezaban a administrarse en distintos lugares del mundo. El inicio de la vacunación coincide con una tercera ola de la pandemia muy preocupante, con una gran proliferación de contagios. Lo que ha obligado a incrementar las restricciones a la movilidad y a cerrar buena parte de la actividad económica en numerosos estados. La vacunación tendrá un gran impacto en la salud, reduciendo la contagiosidad, la morbilidad y los fallecimientos; y, asimismo, contribuirá a recuperar la movilidad y a una futura y progresiva normalización de la economía, ayudando a superar la crítica situación actual. Mientras tanto, es vital que los gobiernos planteemos las restricciones necesarias y que los ciudadanos respetemos todas las medidas para la prevención de contagios.

En la Unión Europea se ha empezado vacunando con la de Pfizer-BioNTech y la Agencia Europea del Medicamento (EMA) ya ha autorizado también la de Moderna; la próxima en ver el visto bueno será la de Universidad de Oxford/AstraZeneca, con menos problemas logísticos para su almacenamiento, que ya se está inyectando en el Reino Unido; todas estas precisan de doble dosis, con una separación entre ellas que oscila entre las tres y las cuatro semanas. En Rusia se suministra la Sputnik V, igual que en algunos estados latinoamericanos. Estados Unidos comenzó con la administración de la Pfizer, pero ya ha autorizado también la de Moderna. China lo hace con la suya, Corona Vac, que también están usando Turquía, Indonesia o Brasil.

Estamos ante un hecho muy positivo que salvará muchas vidas y ayudará a contener la pandemia. Pero, lamentablemente, no ocurre así en todas las partes del mundo. La desigualdad socioeconómica entre países desarrollados y pobres también está presente en este grave asunto de salud pública que ya ha causado más de 94 millones de contagiados y 2 millones de fallecimientos. Según un estudio de la Johns Hopkins School of Public Health, la mitad de las dosis previstas para el año 2021 han sido reservadas por los países ricos, que representan el 14% de la población mundial, mientras que una quinta parte de habitantes del planeta no tendría acceso a corto plazo a las vacunas. Oxfam, que ha denunciado esta situación junto a otras organizaciones humanitarias, asegura que "nadie debería quedarse sin una vacuna que salva vidas por el país en el que vive o por la cantidad de dinero que tiene. Pero, a menos que algo cambie radicalmente, miles de millones de personas en todo el mundo no recibirán una vacuna segura y efectiva en los próximos años”.

El esfuerzo científico y económico desplegado ha sido enorme para lograr el desarrollo de diferentes vacunas en un tiempo récord. Lo que suele tardar cuatro o cinco años, a veces una década, se ha conseguido en menos de nueve meses; aunque, evidentemente, ayudado por investigaciones anteriores que se encontraban en fase avanzada.

Reducción de mortalidad

En el mundo desarrollado se ha producido un significativo incremento del movimiento antivacunas. Este negacionismo se ha convertido en un problema que ha sido incluido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre las diez mayores amenazas para la salud pública, junto al cambio climático y la contaminación, las enfermedades no transmisibles (cáncer, diabetes y enfermedades cardiovasculares), las epidemias globales, los entornos frágiles (las crisis migratorias), la resistencia a los antibióticos, el ébola y otros patógenos muy graves, la falta de atención sanitaria adecuada, el dengue y el sida. La OMS señala que las vacunas salvan hoy casi tres millones de vidas al año, que serían muchas más si llegaran a todos los niños y niñas, evitando muertes y protegiéndolos de graves enfermedades o discapacidades. Un 20% de la población infantil mundial continúa sin acceder a las vacunas.

En la misma línea, UNICEF destaca que la vacunación se ha convertido “en uno de los mayores logros en la reducción de la mortalidad infantil”. La organización plantea su papel esencial en la prevención de enfermedades como el sarampión, la difteria y la tos ferina, “que en los países en desarrollo siguen causando la muerte de un niño cada 20 segundos”. 

El Servicio Canario de la Salud inició el pasado 27 de diciembre el proceso de vacunación contra el Covid 19 en las Islas. Se lleva a cabo diariamente, incluso los fines de semana, por un grupo integrado por personal de enfermería con formación específica. El proceso se inició con los profesionales sanitarios y sociosanitarios que trabajan en residencias de personas mayores y de atención a grandes dependientes. Continuó con el personal de los centros de salud y de los servicios hospitalarios más expuestos al coronavirus. Y ahora se procederá a administrar la segunda dosis a los residentes y trabajadores de centros sociosanitarios. Incorporándose progresivamente distintos grupos, sobre la base de un protocolo decidido en el ámbito del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS), con criterios técnicos, científicos y éticos.

Pero todo ese esfuerzo está siendo eclipsado por la multiplicación de la incidencia acumulada de casos como consecuencia de la celebración de las fiestas navideñas. Y que supone el incremento de las tensiones asistenciales hospitalarias, reprogramando y aplazando otras actividades, especialmente intervenciones quirúrgicas.

Producción y vacunación

Las vacunas autorizadas tienen un elevado grado de eficacia y de seguridad. Suponen un salto cualitativo en la lucha contra la Covid 19. Impedirán numerosos contagios, evitarán el colapso de los sistemas sanitarios -nocivo no solo para los afectados por la pandemia, sino para los enfermos de otras patologías- y salvarán muchas vidas. Pero la buena noticia del comienzo de la vacunación no debe llevar aparejada una reducción de las actuaciones de prevención frente al virus. Todo lo contrario. Los gobiernos deben seguir tomando las medidas restrictivas necesarias y la ciudadanía seguir utilizando las mascarillas, manteniendo la distancia física o la frecuente higiene de manos y la adecuada ventilación de los espacios interiores, así como las limitaciones del número de personas con las que nos relacionamos.

Este año 2021 tiene que ser el del comienzo de la superación de los efectos sanitarios, económicos y sociales de la Covid 19. Las vacunas son decisivas para lograrlo. Es la Unión Europea quien negocia con las farmacéuticas, compra y distribuye las vacunas entre sus estados miembros. A España le ha correspondido el 10% del total europeo y al Ministerio de Sanidad su reparto entre las comunidades con criterios rigurosos. En Canarias tenemos capacidad logística y de personal, utilizando el conjunto de los recursos sanitarios disponibles, para vacunar de forma masiva con todas las dosis que nos correspondan y conforme al protocolo del Sistema Nacional de Salud. El problema estriba, como en el conjunto de la UE y el Estado español, en la llegada del número de dosis que precisamos. La producción y distribución va bastante por debajo de las demandas, lo que aminorará, aunque no resolverá del todo, la incorporación de Moderna, Oxford u otras. 

Pero esta fase de vacunación, que es una prioridad absoluta, debe estar acompañada por la responsabilidad de los gobiernos en sus decisiones. Por el refuerzo de los servicios públicos y el apoyo a las empresas, trabajadores y autónomos, así como la protección de las personas más vulnerables. También por el compromiso ciudadano para evitar la extensión del virus. Cualquier paso atrás o relajación lo pagaríamos muy caro. La conjunción de la vacuna y las medidas preventivas es lo que nos permitirá superar esta grave situación.  

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