Opinión

La unidad de CC y NC

El domingo pasado comenté el impacto que está teniendo en los sondeos sociológicos el conflicto catalán. Lógicamente, en primer término en Cataluña, donde el conflicto ha terminado por fracturar a la sociedad, como así lo confirma, entre otros datos, que aproximadamente un 50% se estén alineando con las tesis de los independentistas, frente a un 50% que se siente tan catalán como español. Sin embargo, no solo en Cataluña están viviéndose cambios. Según los datos del instituto Elcano y del CIS, la fuerte tensión de los últimos cinco años entre los partidarios de la independencia de Cataluña y el Estado ha despertado una ola de españolismo recentralizador y un retroceso de quienes apuestan por una España descentralizada, plural y asimétrica.
 
Si trasladamos la tendencia a la que apuntan los muestreos a las expectativas electorales de cada una de las grandes fuerzas políticas del Estado, salen beneficiados -al menos a priori- partidos centralistas y conservadores como Ciudadanos y el PP. En esa dinámica, para las formaciones nacionalistas de otros territorios las consecuencias electorales de ese españolismo creciente son previsibles pero aún impredecibles.
 
La creciente ola de nacionalismo español está calando muy hondo en todo el Estado, aunque eso sí moviéndose de forma diferente en Euskadi y Cataluña. Tanto el nacionalismo vasco como el catalán están muy enraizados en las respectivas sociedades. El sentimiento identitario en Euskadi y Cataluña está por encima de la oportunidad política del momento. La historia y la lengua han contribuido mucho a ello, como también sin duda los acontecimientos políticos de estas últimas décadas.
 
Es muy probable que en la misma proporción que crece el sentimiento patriótico en el resto del Estado crezca el nacionalismo radical en Euskadi y Cataluña. Históricamente, cada vez que se rompen los puentes de diálogo entre el Gobierno de España y estos dos territorios las fuerzas nacionalistas salen reforzadas. Otra cosa es el efecto que puede tener el desgaste de las posiciones y discursos nacionalistas en territorios como Canarias, donde las fuerzas territoriales más representativas no cuentan con el arraigo que tienen en Cataluña o Euskadi. El riesgo de que el españolismo emergente afecte a las expectativas electorales de Coalición Canaria y Nueva Canarias es alto.
 
Al margen de los errores que hayan podido cometer tanto CC como NC a lo largo de su corta historia, nadie pone en duda lo útiles que ambas formaciones han sido para la defensa de los intereses de los canarios. La presencia del nacionalismo canario en la política española ha dejado su huella en asuntos relevantes para todos los isleños como es el caso, entre otros, del Régimen Económico y Fiscal, el Estatuto Permanente en Europa, los convenios de carreteras e infraestructura hidráulica, el Plan Integral de Empleo, las medidas de apoyo a la agricultura y la ganadería, las subvenciones al transporte aéreo y marítimo y un largo etcétera de medias legislativas, fiscales y económicas que han permitido mejorar la situación social y económica de nuestra tierra.
 
Las medidas legislativas, fiscales y económicas que va a seguir necesitando Canarias para buscar la convergencia con el resto del Estado nada tienen que ver con las que necesita el territorio peninsular. Para defender ante el Estado las medidas singulares para nuestra tierra es necesario tener capacidad de influencia política en Madrid. Hasta ahora, esa capacidad solo la han ejercido las fuerzas nacionalistas canarias y no parece que pueda ser sustituida, al menos a corto plazo, por los partidos estatales.
 
Canarias necesita que los grandes partidos estatales asuman en sus estructuras internas de poder el compromiso de la defensa permanente de las singularidades de nuestra tierra, pero la realidad es que las organizaciones canarias del PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos ejercen escasa influencia en sus respectivos partidos y no tienen capacidad para lograr que asuman, sin complejos, la atención diferenciada que necesita Canarias.
 
En la medida en que los grandes partidos estatales asuman -como lo hace Europa- el reconocimiento a un trato singular al Archipiélago derivado de su situación geográfica, más prescindible será el papel de las fuerzas nacionalistas de las islas. Hasta que los partidos estatales entiendan que somos diferentes y queremos y necesitamos un trato diferente, la responsabilidad de la defensa de los intereses de los canarios cae en manos de CC y NC. Por encima de las diferencias está Canarias. Quizá el único dique que pueda ayudar de forma efectiva a que se respeten nuestras singularidades como pueblo es el que se pueda construir con la unidad de los nacionalistas constitucionalistas canarios.

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