La Regla del alcalde Jesús Machín

La Regla del alcalde Jesús Machín

Cada año, cada mes de julio, Jesús Machín, alcalde de Tinajo, se enreda en lo mismo, en los festejos mundanos derivados de la celebración de las fiestas de la Virgen de Regla, patrona de La Vegueta. Las borracheras de sus conciudadanos durante una semana de despiporre, con la consabida carga para los vecinos a los que les toca acoger la vorágine proveniente de ese y otros municipios, no guarda relación precisamente con noches de oración y de fe.
 
Al alcalde, Machín, no parece importarle lo más mínimo el bienestar de sus administrados, pues debe de haber valorado el asunto entre los que le votarían por el festejo y los que no, por sentirse perjudicados por ello, y no cabe duda de que los primeros pesarán en número sobre los segundos.
 
Las cuentas son sencillas, mientras el vecino no tenga la verbena en la puerta de su casa, le parecerá bien que se la pongan en la del vecino. Un ejercicio de insolidaridad y de falta de buena vecindad. Es seguro que en estos años no ha tenido una sola queja, pues en los pueblos pequeños, sabedores de cómo se las pueden gastar algunos acaldes, parece mejor un buen silencio que una protesta por tímida que esta sea.
 
El pequeño núcleo donde se enmarcan los festejos parece el marco natural de encuentro de la vecindad, pues cualquier actividad queda arropada por las viviendas que simulan un mini núcleo urbano. El resto del pueblo no deja de ser una dispersión de viviendas alejadas o sin ese sentido nuclear que se espera de cualquier asentamiento.
 
Jesús Machín tiene su casa en La Vegueta, y mucho me temo que si la misma se ubicara en las inmediaciones de la calle Palacio, no habría celebración que le perturbara el sueño porque simplemente no se celebraría allí.
 
Desde los días anteriores, las vallas encierran las viviendas de los residentes cual animales enjaulados, no al revés, lo cual pretende aislarlas de la muchedumbre, pues antes de que se colocaran, todo dios saltaba muros y portones para dejar patios y parcelas convenientemente marcadas con orín. “Meaos”, les llamamos aquí, un concepto diferente al de orines, pues la palabreja implica masificación, mezcolanza y cantidad. Una marranada, vaya, que se podría eludir con un simple cambio de emplazamiento.
 
Por el bienestar de todos.

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