La Nueva Sección Femenina. Mujeres y reaccionarias

La Nueva Sección Femenina. Mujeres y reaccionarias

La demanda de igualdad entre hombres y mujeres va conduciendo a la plena igualdad no sin dificultad, y teniendo plena consciencia de que no ha sido así y que aún hay un largo trecho que recorrer. Ya no sólo en derechos, deberes y libertades se enrasan con el varón, sino que muchas se postulan en candidatas a la adopción de los múltiples defectos y vicios atribuidos tradicionalmente a aquel. Están en ello. No me cabe duda de que si hasta ahora la mujer ha sido intachable en muchas parcelas, es porque no las dejaban entrar por estarles vedadas. Al no haber históricamente mujeres en política o en las tareas de dirección de las empresas, no ha habido ocasión de que fueran turbias e incluso corruptas. Pero cuando han llegado al poder, alguna —como alguno— ha desplegado la artillería metiendo la mano en la caja como nadie lo había hecho antes. Recuerden, si no, a una alcaldesa capitalina.
 
Hasta muchas mujeres se quejan de que se aborte la galantería pura y dura
No hay madre que no se caracterice por decirle a sus hijos varones que se anden con ojo, que si una mujer dice una vez no, así sea a dejarse invitar a un café, que no se le ocurra insistir, y lo hará por temor a las represalias contra su hijo, no porque como mujer entienda el giro que toma determinada causa mal denominada como feminista. Aunque la primera negativa pudiera ser un gesto de coquetería, cosa que solía ser medio normal hasta hace dos días, hoy nadie se puede exponer a que la insistencia sea tomada por un acoso en toda regla dependiendo de las ganas de revancha de aquella.
 
La forma en que se relacionan ambos sexos está cambiando, incluso en lo que eran relaciones normales y fluidas quedan en cuestión. Y no tanto cambian donde de verdad se demanda como allí donde puede que no se necesite. Digo con ello que hasta muchas mujeres —y digo muchas— se quejan de que se aborte la galantería pura y dura como código de conducta por el riesgo de que tachen al hombre cortés como acosador. Ya se encarga la nueva horda de mujeres apuntadas a esa suerte de Nueva Sección Femenina de que ninguna mujer permita cortesías, y aunque no le salga rechazarlas —e incluso las tenga en alta consideración—, se va a ver obligada a censurarlas por la presión del lobby integrista. “No les dejes que te cedan el paso porque lo que quieren es mirarte el culo”. “No te dejes invitar a una copa porque creerán que están pagando el polvo de después”.
 
La aspiración de la búsqueda de la igualdad tiene su policía política
Sentencias como esas están desnaturalizando hasta las relaciones más normales. Entretanto, siguen muriendo cientos de mujeres en manos de sus parejas o exparejas sin que esta fórmula de relación, basada en generar acojono, resuelva el problema. Las siguen asesinando casi cada día y va en aumento. Es verdad que la Sección Femenina —la original— en los primeros años del franquismo consolidó su papel institucional, al serles encomendado el control exclusivo de la formación femenina, pues en eso parece que estamos con la nueva, aunque sin las connotaciones ni fines del original.
 
La aspiración de la búsqueda de la igualdad tiene su policía política. Si eso es empoderamiento, apaga y vámonos. Están en todos los lugares donde puedan ejercer el saberse poderosas, porque una palabra suya bastará para cuestionar y encerrar al más santo varón que se le ponga entre la nariz y el ovario. Pueden arruinar vidas, quitar patrias potestades sólo con que una de ellas abra la boca, así mientan. Se saben amparadas por la justicia aunque no les toque y da igual lo mal que lo puedan hacer porque les llegó el tiempo de venganzas y ajustes de cuentas que es en lo que un sector parece estar. Entre las luchadoras reales, se infiltran mujeres abusadoras y resentidas que incluso machacan a sus iguales en sus trabajos, someten a sus compañeras y les ponen el pie encima. De cara a la galería, pasan como ejemplo de la lucha feminista. Militan en las izquierdas recalcitrantes y en los nacionalismos porque ahí es donde tienen cobertura. Y tienes distintas varas de medir, la de lo suyo y la del hombre. 
 
Y aclaro, no voto a VOX ni interés que tengo; es más, me parecen hasta peligrosos, también desafortunados, en el modo denunciar a la panda de descerebradas que lo están jodiendo todo y que flaco favor hace a las mujeres, pero algunas se empeñan en regalarles votos. 
 
No me dejo imponer más correcciones en mi lenguaje que las que hago por cortesía
Mis asuntos con la mujer los despacho con naturalidad, pues me parecen tan capaces como cualquier hombre capaz, y tan espantosas como cualquier hombre espantoso. Me relaciono con personas con las que hablo con libertad —no quiero decir hablaba—, bromeo con ellas y ellas conmigo en todos los registros posibles y no les pido perdón por nada referido al lenguaje ni ellas lo exigen. Nos entendemos hablando con normalidad sin piruetas gramaticales. Hablamos de sexo hasta lo burdo, o de la vida y de los crímenes machistas, y ellas y yo nos reímos de los chistes más políticamente incorrectos, chistes de lo que caiga, y que a mí me supondría una severa censura de algunas como las que señalo.
 
No me dejo imponer más correcciones en mi lenguaje que las que hago por cortesía y me niego a hablar de manera imposible y agotadora para satisfacer a las radicales, cuando ya demuestro con mis gestos mi consideración hacia ellas en tanto seres humanos. Si digo “profesionales”, hablo de ellas y de ellos y no voy a pasar por lo de “profesionalas”, que es justo por donde van estas de la Nueva Sección Femenina a las que hay que echar de comer aparte. Me tienen hasta la boca del estómago, que “hasta los cojones” no queda nada integrador. 
 
Y sí, días atrás una de estas corrigió a una compañera que hablaba del “alumnado”, término que deja perfectamente claro que englobaba a ambos sexos, con el fin de no crear un problema en un foro feminista con el genérico “los alumnos”, ni cayendo en la ridiculez de “los alumnos y las alumnas”. Pues la corrigieron, y de qué manera, cuando alguien matizó: “el alumnado y la alumnada”.
 
Se les fue la pinza.

 

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