La muerte de Luis XIV

A pocos días de celebrar el 33 aniversario de la inauguración de la Sala Buñuel (el 16 de enero), se proyecta en El Almacén una de esas películas para las que seguramente fue concebido en su momento: “La muerte de Luis XIV” representa sin lugar a dudas esos valores de riesgo y heterodoxia en la creación artística, en este caso cinematográfica, por los que pretendió apostar Manrique desde siempre. Ninguna otra película podría resultar más adecuada para conmemorar esta efémeride, ni tampoco ningún director más pertinente que su autor, el catalán Albert Serra.

Considerar a Serra como uno de los principales responsables en la incorporación del cine español al siglo XXI no es para nada descabellado. Al contrario, procede desde que irrumpiera en el panorama nacional en 2006 con “Honor de Cavalleria” (escrito así con “v”, en catalán), una libérrima adaptación del Quijote de Cervantes, nada más y nada menos, rodada no muy lejos de su casa, en Banyoles (Girona), con apenas una cámara de mini dv y protagonizada por dos amigos del pueblo: un profesor de tenis retirado y un peón de albañil. Semejante proeza fue evidentemente posible gracias a la eclosión de las nuevas tecnologías digitales, que han permitido asaltar con atrevimiento y desparpajo hasta los territorios más sagrados. Pero la película hubiese pasado completamente desapercibida de no ser por los franceses del Festival de Cannes, que la reconocieron inmediatamente como la más bella y la más lúcida adaptación de este clásico de la literatura universal.
 
Al Quijote siguieron otras películas igual de audaces y maravillosas, de intachable coherencia estética, sobre otros personajes míticos que Serra siempre ha procurado traerse hasta el mundo real, sean los Reyes Magos de Oriente o un improbable encuentro entre Casanova y Drácula. Películas que hacen de la duración y la contemplación sus principales divisas, expuestas al azar y la improvisación, inflexiblemente protagonizadas por actores no profesionales. En España, sin embargo, Serra ha cosechado un menosprecio generalizado y casi no ha podido estrenar comercialmente. De él se han dicho cosas como que hace “películas plastas”, a las que ha respondido puntualmente con polémicas del tipo “soy el único que hace cine de autor bueno y honesto en España”. La fama que le acompaña de soberbio y engreído es quizá el mecanismo de autodefensa del que se sirven, en algunos casos, los distintos.
 
“La muerte de Luis XIV” aparenta una película diferente al resto de su obra. Para empezar, está protagonizada por Jean Pierre Leaud, icono de la Nouvelle Vage, alter ego de Truffaut…, si bien más que actuar, lo que hace aquí el célebre actor francés es ejercer como modelo que da cuerpo y rostro a ese llamado Rey Sol. Es la crónica puntillosa de los últimos quince días de vida del monarca, basada en documentos históricos, que presenciamos como si de repente nos hubiesen teletransportado a los aposentos reales y asistiéramos en directo al acontecimiento.  Pero ante todo es una película sobre la muerte, sobre su inevitabilidad que a todos nos toca y nos hace iguales, y que Serra filma con sus grandezas y miserias, con planos bellísimos de origen pictórico e inevitables golpes de socarronería y humor. Probablemente la mejor película hasta la fecha de nuestro cineasta más excéntrico y verdadero.
 
¡¡¡No se la pierdan por nada en el mundo!!!
 
Marco Arrocha

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