Top Secret, 7 de marzo de 2018

La bandera, como la tele

La bandera, como la tele
En ocasiones da la sensación de que estamos gobernados por una pandilla de incapaces de ver más allá de su propio ombligo. Demasiadas veces, incluso. Causa escalofríos pensar en aras de qué deciden los grandes temas, cuando en los teóricamente nimios se enredan de mala manera. ¿Ejemplos? Un par de ellos, en la vara de medir canaria,  podríamos poner. O sea, más de dos. Si empezamos por el más reciente nos toparemos con el caso de la bandera tricolor de las siete estrellas verdes. El Tribunal Superior de Justicia de Canarias ha declarado ilegal izarla en edificios oficiales. Ya sea en el día de Canarias, ya el 22 de octubre, aniversario de su creación, o por Santa Rita. Estimando un recurso de la abogacía del Estado (que ya deben estar aburridos) el alto tribunal canario falla contra el Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 2 de Las Palmas que acabó permitiendo que el Cabildo de Fuerteventura la izara en un acto público. Un 22 de octubre, precisamente. En palabras muy técnicas, pero vino a decir que no es la oficial, que no está en los papeles y, por tanto, no representa a todo el mundo. Y a otra cosa. ¿Por qué no está en el Estatuto de Autonomía? Porque los políticos que dicen quererla tanto no la ponen ahí. Así de simple. Desde el siglo pasado este Archipiélago, donde tocan el tambor y la gente se mueve, está gobernado por nacionalistas apasionados de la tricolor de las siete estrellas verdes. Y sin embargo ese inmenso amor no ha sido suficiente para convertirla en símbolo oficial de Canarias. Para eso ya está la de los perritos. Y no ha nacido canario que se la lleve al fútbol, de romería o a una manifestación.
 
El muro
Ese quiero y no puedo, o mejor: ese puedo y no quiero con la bandera tricolor de las siete estrellas verdes es un claro ejemplo de lo que decíamos en el encabezamiento. Pero no el único. Desde hace tiempo los partidos representados en el Parlamento de Canarias tienen que nombrar a nuevos representantes en el Consejo de Administración de la Radio Televisión Canaria y son absolutamente incapaces. ¿Por cuestiones objetivas? No. De ombligo. De pelusa en el ombligo, incluso podríamos decir. Con la tele pasa casi lo mismo que con la bandera: todos la quieren y acabará viniendo un tribunal a pararla. Sería una pena porque así no nos enteraríamos de la cantidad de sangre que se derrama a diario en el Archipiélago, de la inseguridad ciudadana que se vive en todos los rincones de Canarias y de las cabras y papas que acaban robándose a fin de mes. Por lo visto eso, más Pepe Benavente y Servando y Panchita es lo que nos cohesiona como pueblo. Pues nada, oiga, tampoco hay manera que se organicen para cerrar la cúpula directiva de la Tele Canaria. Desconocemos si es el único caso de ineptitud o eso pasa también con el resto de Autonómicas de este país. 
 
Más líos
Pero hay más. Y de mayor relieve que saber quién se lleva las dietas en la Televisión Canaria o si te detienen por sedición al entrar con una tricolor de las siete estrellas verdes al Heliodoro. La propuesta de nombres para las vacantes en la Asamblea de Cuentas, el Consejo Consultivo y la designación del Diputado del Común ha sido también todo un ejercicio de política de bajos vuelos. De vuelo raso, se diría. Tan raso que la diferencia con arrastrarla por el barro es casi inexistente. Nada de buscar a los más capaces, a los de brillante currículum, a hombres o mujeres de contrastada capacidad y respeto general. Han atendido las llamadas telefónicas del 'acuérdate de mí cuando llegues arriba' y se han acordado. Miradas miopes, compadreo, escaso respeto por las instituciones, rodillo y choteo. Y a seguir tocando el tambor para que la gente baile. Que, por lo que parece, no nos cansamos nunca de bailar.

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