Top Secret, 20 de enero de 2020

Humo

Humo

El que mandaba en el Cabildo hasta junio pasado tiene bien interiorizado que ha sido uno de los mejores, si no el mejor, presidente de la historia. Lamentablemente -para la isla- a diario los hechos desmontan ese pensamiento. Es lo que tiene rodearse de una cohorte de incansables aduladores y un costosísimo aparato de propaganda. Acabas escuchando unas doscientas veces al día lo buen gestor que eres. El globo, sin embargo, se está deshinchando al ritmo de los andares del pato patagónico: a cada paso, una cagada; otra pisada, otra cagada. Por el momento el último globo en pincharse es el otro gran invento, tras el museo submarino, en los Centros de Arte, Cultura y Turismo: endosarle la casa de la calle Fajardo tal que si fuera un Museo Arqueológico. Ayer el actual consejero, Benjamín Perdomo, hizo públicas las cifras de 2019. Tener abierta la instalación costó unos 190 mil euros. Se recaudaron poco más de 5.000. Las pérdidas, por tanto, superaron los 185 mil euros. Si tenemos en cuenta que el edificio costó inicialmente a las arcas públicas un millón y medio, largo, de euros y que se estima que se precisarán del orden de cinco millones antes de que el haya museo, caeremos en la cuenta del tamaño del pato patagónico que parecía gobernarnos.

Chapuza, no modelo

Dice Perdomo que “el pretendido modelo de gestión” con el que desayunábamos, almorzábamos y cenábamos cada día en la década de San Ginés, no es si no “una de las mayores chapuzas cometidas en la historia de la política insular está lejos, muy lejos, de la coherencia, el sentido común y la responsabilidad que deben imperar cuando se trata con dinero público”.  Y añade algo que parece obvio: “alguien debe salir a explicar a la opinión pública por qué se dio luz verde a este proyecto, qué números presentaba el Plan de Viabilidad del Museo Arqueológico, si lo hubo, y, sobre todo, qué se pretendía inaugurándolo un mes de diciembre, a escasos cinco de las elecciones de mayo del pasado año, sin estar finalizado aún”. No parece, sin embargo, que estemos en el momento de las explicaciones públicas, antaño tan asiduas y maratonianas como inexistentes en la actualidad.

Agua

Y ojo al agua. La fiesta que montaron el día que pusieron la gestión del agua en Canal Gestión, la pantalla conejera de la muy madrileña Canal de Isabel II, parece haber terminado antes de hora. Y de muy mala manera: ni hay agua agrícola para la poca gente que se dedica al campo -imagínense que fueran los que los políticos dicen que tienen que ser- y tampoco el agua doméstica llega a todo el mundo todo el rato. Vamos, como en los peores tiempos de Inalsa, para entendernos. La decisión nacionalista de regalarles el negocio a los de la meseta va camino de desastre histórico. ¿Invirtieron los cincuenta y tantos millones que tenían que invertir?, ¿Qué pudieron hacer y qué no?, ¿Funcionan todas las plantas y al ritmo idóneo?, ¿Se mantiene la plantilla de trabajadores y trabajadoras que heredaron? ¿Se quieren ir de la isla sin pagar un céntimo y, si pueden, arrasando las arcas públicas por ruptura unilateral del contrato? ¿Dónde será la siguiente pisada del pato patagónico?

Comentarios