Haría, el conjunto histórico que nunca fue

Haría, el conjunto histórico que nunca fue

Sin apelar a dramatismo alguno, tengo la terrible impresión de que todo lo que esté en manos de Coalición Canaria tiene sus días contados. Si el conjunto histórico de Teguise, también en manos de Coalición, y con una consolidada protección, corre enormes riesgos por la gestión municipal, a Haría, uno de las poblaciones históricas más interesantes de la isla, parece que no le va a ir mejor.
 
Haría disfruta de una singular convivencia entre un trazado urbano y su configuración agraria, así como unas muestras arquitectónicas y etnográficas de gran valor. Es cierto que para su comprensión plena como conjunto le falta el templo, aquel que fue demolido para edificar en su lugar una nave industrial dedicada al culto católico. Pero, no obstante, es un gran lugar, un remanso de tranquilidad muy apreciado, y ese aprecio está en sus características orográficas, paisajísticas, culturales y patrimoniales. La alteración de cualquiera de esos aspectos variaría la percepción de tan singular emplazamiento.
 
Hacer en este momento mención a Haría es debido a que una estrategia parece circular por distintas administraciones para dar respuestas. Pero respuestas no a las tradiciones o a la cultura, no al paisaje ni a la memoria, no a la identidad... sino para colmar las expectativas de toda suerte de fauna para los que la oportunidad que otorga la política devenga en “su” oportunidad, satisfaga su ambición y colme sus bolsillos.
 
Que el hecho histórico sigue siendo reconocible sin interferencias
Aquella concurrencia de valores derivó, hacia el año 2003, en su incoación como Bien de Interés Cultural (BIC). La medida de protección pretendió reconocer unos valores y, con ella, que las intervenciones los pongan en evidencia sin que en conjunto sufra una transformación que los comprometa. Ello significaría algo así como “detener el tiempo”, no tanto de una forma literal, pero sí en que la adopción de cualquier medida de protección concilie que lo que se haga no pierda de vista el hecho histórico. Y también que las mejoras se integren y no sean protagonistas, que los materiales y las soluciones se adapten a sus características tradicionales. En suma, que ni se note que le hemos puesto la mano encima y que el hecho histórico sigue siendo reconocible sin interferencias.
 
De eso se trata cuando se adoptan medidas de conservación, de seguir adelante, pero con las consideraciones que no se tienen cuando es de aplicación un Plan General de Ordenación. Y es por ello por lo que todos los conjuntos históricos han de elaborar su propio plan de actuación -el Plan Especial- que recoja qué hacer y cómo hacerlo, manteniendo y poniendo en evidencia los valores que propician aquellas medidas de conservación.
 
El marco de intervención es la propia legislación, la misma que reconoce los valores, hecho este que supone que se ha agotado la capacidad de transformación. Esto se ha entendido en toda Europa durante décadas y es por ello por lo que hoy podemos disfrutar de asentamientos históricos en los que la señal del tiempo es un valor, y esa misma característica es lo que los hace extraordinariamente ricos desde el punto de vista cultural y turístico. Si esos núcleos pierden su identidad, o se menoscaba con malas intervenciones, además de la desaparición del primero de los aspectos, el segundo, el turístico, se irá al traste y sin esos recursos todo estará perdido.
 
 
Haría ya no es un Conjunto Histórico, sólo un pueblo más
Del mismo modo que una pintura antigua, con medidas de protección o sin ellas, no debe ser objeto de reinterpretaciones, añadidos, modificaciones, ni repintes, al mundo de la arquitectura le suele costar poner límites y no dejar su firma en forma de obra nueva y llamativa sobre antiguos inmuebles y espacios históricos. Lo que entienden y comparten del ejemplo de un cuadro, lo olvidan cuando es su trabajo el que está en juego, apelando entonces a aquello del “diálogo” con el edificio y otras majaderías que alguien se encargó de colar por todas las escuelas de arquitectura y que ya todo el alumnado y los nuevos profesionales repiten como un mantra. Menos diálogo y más formación en los preceptos de la intervención sobre el patrimonio es lo que debería exigirse.
 
En estos años transcurridos desde la incoación, debiera haberse resuelto su declaración definitiva. No habiendo sido así, a día de hoy, una denuncia de la mora, obligaba a resolver inmediatamente, tarea ardua y dificultosa pues parte del procedimiento es la notificación a todos los afectados. Imposible, vaya, para acometer en el breve plazo de tiempo en el que hay que resolver. Con ello, sólo se está a la espera de la declaración de caducidad para que queden desprotegidos sus valores. A los efectos prácticos, Haría ya no es un Conjunto Histórico, sólo un pueblo más que anhela sacar su tajada de las nuevas derivas del turismo. Y para eso se necesitan camas con las que no cuenta.
 
A medio plazo, no podrá aspirar a ser Conjunto Histórico, pues no podrá iniciarse el expediente nuevamente hasta que no hayan transcurrido tres años, y el gobierno no está por la labor de nuevos bienes de interés cultural. En ese tiempo, suponiendo que el Ayuntamiento de Haría estuviera interesado en asumir el compromiso de su efectiva protección, todos los valores pueden haber quedado en entredicho.
 
 
No han entendido nada, ni el alcalde, ni sus socios de gobierno
En este contexto, es desde el propio Ayuntamiento, coincidiendo con la caducidad, desde donde se anuncian obras. Obras con las que echarse a temblar si parte de ellas tienen que ver con construir con criterio contemporáneo en un espacio con valores, o hacer “casas modernas” entre las viviendas antiguas en lo que pretendió ser un Conjunto Histórico. Aún desde el Ayuntamiento lo siguen llamando así, como quien apela a un plus. Efectivamente, como saben lo que atrae un Conjunto Histórico en su dimensión turística, utilizan aún ese término a conveniencia, a modo de carnada, pero no quieren las limitaciones urbanísticas que ello supone.
 
No han entendido nada, ni el alcalde, ni sus socios de gobierno, ni el arquitecto municipal -que es quien anuncia la modernez- ni nadie. Bajo la responsabilidad de todos ellos, fruto de una extraordinaria falta de instrucción en unos, y una evidente falta de formación y especialización en otros, ya le podemos dar la bienvenida a la arquitectura moderna en Haría. La misma que ya conocemos en toda la isla, principalmente en Arrecife y que no llega ni a la categoría de bodrio. Vulgaridad, que diría Manrique.
 
Mira que hay metros por toda la geografía insular donde lucirse. Mira que han sido incapaces de hacer nada con calidad en ningún sitio, y ahora pretenden convencernos de que en Haría (o en la Villa de Teguise), en el espacio más frágil, las nuevas viviendas van a ser el acabose de la ‘modernez’. De tanto mirarse el ombligo, han perdido hasta el conocimiento. Si es que así, no hay manera.

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