El rey ya no es mi rey

Eso dicen los catalanes rupturistas: el rey ya no es mi rey. El actual panorama para la monarquía no es el mejor de la historia reciente de España, pues la ejemplaridad de la institución personificada en el anterior monarca parece quedar en entredicho si otorgamos cierto grado de veracidad a lo manifestado por la supuesta amante del rey emérito. Inocente, lo que se dice inocente, no es lo que parece la concubina real, cuyo oficio, del que se desdibujan los límites, se encuentran en una difusa línea entre comisionista y dama de compañía, aunque tampoco parece claro de dónde provienen sus ingresos, si de una u otra actividad o de la sabía administración de ambas. Y engañada tampoco parece.
 
Es probable que de demostrarse que el emérito cobraba por sus gestiones, ello no sea más que la apelación de una práctica extendidísima desde los Pirineos hasta la isla del Hierro y que éste, por encima de sus deberes, considerara que como todos cobraban, por qué no lo iba a hacer él con más motivos, dada la rentabilidad que ha supuesto para las empresas nacionales sus buenos oficios ante determinados representantes internacionales. Censurable, si es que pensaba así, y si sus razones para sus supuestas prácticas provienen de su conocimiento de la corrupción de otros estamentos de la vida pública, puede que estuviera tardando en denunciarlas, dado el poder que se supone a la jefatura del estado.
 
Los rupturistas hispanófobos no deben tener claro quién debe pedir perdón
Si se apuntó al carro, en este momento es difícil saberlo, pero si lo hizo de tan mala manera es porque su fe en la pervivencia de la monarquía era más bien escasa. De ahí que se cubriera bien el riñón ante una salida traumática del país como hizo alguno de sus predecesores, por cierto, abandonado a la legítima y a los infantes en palacio, tal que tuvieron que buscarse la vida para su huida, parece que cosiendo las joyas en sombreros y enaguas para poder subsistir en el largo exilio.
 
Los rupturistas hispanófobos no deben tener claro quién debe pedir perdón, pues el nuevo rey ha establecido sus intervenciones sobre el asunto catalán en el marco constitucional, y los independentistas en un deseo. Todos los deseos son legítimos pero no todos, de materializarse, serían legales. Separemos el mundo de los anhelos- acostarse con el marido de una colega-de la realidad, pues esta se ha edificado con acuerdos y leyes. Somos todos los afectados por determinados normas los que debemos cambiarlas, en este caso con un referéndum, pues siguiendo el ejemplo anterior, parece justo preguntar también a la esposa y al propio marido si consienten esa relación. La respuesta sólo del interesado ya la imaginamos.
 
La gestión de los recursos públicos, que podríamos tildar de saqueo por parte de dirigentes catalanes, no es más que el espejo donde se refleja para algunos la república soñada, tal que el cortijo que viene siendo desde hace décadas. Por cierto, tan cortijo como cada gobierno que se parapeta en Moncloa, o cada comunidad autónoma de las que no sabemos cómo se resuelven sus cuitas con el dinero público. Si poco ejemplares en su batalla están siendo los independentistas catalanes, mucho menos lo es el nuevo gobierno de la regeneración, pues el dedazo de Sánchez le incapacita para exigir nada a nadie. Sólo hay que ver como coloca a su panda en las empresas públicas.
 
No es la ideología el pegamento, sino la necesidad
La aspiración de la independencia catalana no es la escenificación de una ventolera de tres pirados sino de muchas más personas que apelan a asuntos bien distantes. Pujol, Mas… los de la CUP y el revoltillo, y una ciudadanía desideologizada que encuentra en la pasión de los líderes un motivo para su visión excluyente del mundo.
 
La subida de sueldo de Torra es la expresión de que su república no se fundamenta en una creencia profunda y casi religiosa, sino en asuntos más banales, siendo su éxito -hasta ahora lo es- una machacona afirmación de sus postulados, sin derivas, sin dudas, y dándole a la retórica, tal que apelar a conceptos elementales e infantiles contra cualquier tipo de razonamiento del que consideran el enemigo. En eso son unos artistas.
 
Para una parte no hay más que un trasfondo económico pues en su república quedaría amnistiada automáticamente toda esa manada de ladrones que han medrado durante décadas. Es la forma de que la justicia española no llegue a los que ya conocemos y a los que estemos por conocer.
 
En aquella mesa en la que se sientan los anticapitalistas, los anti sistema y la burguesía, atienden todos a una a la independencia, y lo que ahora les une es meramente oportunista, pues no es la ideología el pegamento, sino la necesidad. Ese es su fuerte, que tienen algo contra lo que luchar, aunque las razones que les conducen a ello estén en las antípodas. Se necesitan. Están todos contra el rey, contra el gobierno, contra los partidos constitucionalistas... es los que les hace fuertes contra “el enemigo”. Y esto que les une frente aquella causa es tan meramente accidental que si nos situamos en una eventual declaración efectiva de la república, cada cual va a entrar en una guerra, esta vez interna, del nuevo país, pues tocará eliminar a todo el que cada partido considere que no es afín a su proyecto de república. Ahora sí habrá ideología sobre la mesa. Y esa sí que va a ser de órdago, pues entonces simplemente ya se habrán dejado de necesitar y cada parte de ese monstruo de siete cabezas que es esta alianza independentista contra natura, irá a degüello contra sus actuales socios. Se destrozarán ellos solitos. Al tiempo.

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