Opinión

El paripé

Afortunadamente para la economía de nuestras islas, miles de personas empezarán a moverse por la red de aeropuertos canarios este próximo fin de semana —en los cuatrocientos cincuenta vuelos diarios programados, de los cuales aproximadamente un centenar serán internacionales—.Canarias ofrece a nuestros visitantes, junto a un clima envidiable, diversidad paisajística, buenas infraestructuras, servicios de calidad y, entre otras cosas, seguridad -fiabilidad, esa tranquilidad que de pocos días a esta parte está publicitándose para captar a los turistas peninsulares-.
 
La seguridad en el destino es uno de los valores más apreciados por los turistas, ahora como nunca antes. En la lucha que el mundo está librando contra el coronavirus Canarias se ha distinguido por ser uno de los territorios donde más eficazmente se ha contenido a la pandemia. Al buen trabajo que están llevando a cabo las autoridades sanitarias y los profesionales de la medicina —con una ejemplar colaboración de la sanidad público-privada— se han unido las severas medidas tomadas en puertos y aeropuertos bloqueando la llegada de foráneos a las Islas. La determinación en las medidas tomadas y el buen trabajo de todos han servido para que nuestro Archipiélago esté proyectándose al mundo como un lugar saludable para hacer turismo, un destino al que se puede ir.
Las medidas de seguridad sanitaria que se están llevando a cabo en los aeropuertos de la UE son un auténtico paripé
 
Sin embargo, el buen trabajo llevado a cabo durante meses para hacerle frente a la crisis sanitaria originada por la COVID-19 se puede truncar si importamos personas infectadas, sin detectar en origen, que puedan causar rebrotes que vuelvan a poner contra las cuerdas al sector turístico. Levantarnos de un cero turístico nos va a costar sangre, sudor y lagrimas, recuperarnos de un hipotético segundo cero turístico dibuja una misión imposible.
 
Ante tamaño riesgo para el sector soporte de la economía y el empleo en Canarias, llama poderosamente la atención la ligereza de las autoridades europeas y españolas a la hora de tomar medidas en origen para que los viajes y las estancias vengan precedidas de controles con garantías. Los controles sanitarios en los aeropuertos corren a cargo de Sanidad Exterior que, a su vez, sigue las recomendaciones de la Comisión Europea y de la Agencia Europea de Seguridad Aérea —en colaboración con el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades, coordinados con los estados miembros y las asociaciones internacionales de aeropuertos y aerolíneas—. Pero, lamentablemente, la realidad es que las medidas de seguridad sanitaria que se están llevando a cabo en los aeropuertos de la Unión Europea son un auténtico paripé: toma de temperatura, declaración responsable con información sanitaria y, rematando el catálogo de herramientas tan poco fiables, el control visual.
A los campos de fútbol no pueden acceder sino los jugadores y una treintena de personas
 
Sin duda, la mejor garantía para que el sistema económico no vuelva a sufrir otro grave colapso es certificar en origen que las personas que viajan no son potenciales transmisores del virus que ha cambiado la economía y el bienestar del mundo. Desconcierta —denotando un escaso sentido común— la flexibilidad y laxitud con la que se llevan a cabo los controles sanitarios en los aeropuertos con el meticuloso, riguroso y estricto control que se lleva a cabo en eventos como, por ejemplo, los partidos de fútbol.
 
A los campos de fútbol no pueden acceder sino los jugadores y una treintena de personas entre directivos, periodistas y técnicos, después de haber superado la prueba de diagnóstico PCR del coronavirus —estadios con capacidad para decenas de miles de personas, prácticamente vacíos y con unos pocos protagonistas sometidos previamente a un estricto control sanitario—. Alguien debería explicar a la ciudadanía cómo se digiere el rigor con el que se controla la limitada asistencia a un evento con trascendencia social y económica relativa —los eventos deportivos, con el fútbol como máximo exponente— en comparación con el relajamiento y la irresponsabilidad con la que se filtran en origen a potenciales transmisores del virus que pueden hundir aún más destinos turísticos como Canarias.

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