El estigma del PIL

El Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) porta en sus genes el estigma de la crisis perpetua. Parece que nació para morir al rato, y renacer y volver a palmarla poco después. Y revivir y recaer… Tiene el síndrome de la montaña rusa. Angustioso. Este PIL post Dimas no es distinto. La dirección va por un lado y sus cargos públicos por otro. Como siempre. Desplantes, tránsfugas, crisis, pelea por la posesión de las siglas de la tunera de color rosa, escisiones, unos que se quedan y los demás a Coalición. Así ha sido siempre y no parece que ahora vaya a ser distinto. Unos aspiran a ser la cola del león que es Coalición, un aditivo, un pegote irrelevante con el que aquilatar mayorías a cambio del calorcito del poder. Y los demás, espíritus rebeldes, seguramente siguen creyendo que Lanzarote es lo primero y que pueden desempeñar un rol protagonista en la política insular siendo bisagra entre el PSOE y Coalición, básicamente.
 
El PIL obtuvo tres mil apetecibles votos en las últimas elecciones
El vicepresidente del PIL, José Marcial González, afirmó hace un año que su partido estaba “desbordado” con la demanda de nuevas incorporaciones. Unos meses después, no sabemos si estaba contando nuevos afiliados o solicitudes de baja para marcharse a Coalición. Parece más bien esto último, él incluido. El PIL obtuvo tres mil apetecibles votos en las últimas elecciones, un buen puñado de electores que se han convertido en un disputado bocado por parte de casi todas las fuerzas políticas. Tres mil votos son un par de containers llenos de papeletas que pudieran cambiar el sino de la gobernabilidad de las instituciones públicas insulares. Gladys ya se llevó uno de ellos. En la dirección del partido hay quienes piensan que la marca aún genera cuantiosos dividendos, pero para ponerla al servicio del sol que más calienta, Coalición en estos momentos, y vivir de ella como rentistas. Sin esfuerzo.

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