El declive de las alfombras

El declive de las alfombras

A quien corresponda. A quien adquiere fuera la sal marina y a quien no debiera aceptarla si es importada y de confeccionar alfombras se trata. A unos y otros, menos al Ayuntamiento de Yaiza y la Orden del Cachorro Canario, los únicos que tienen claro que sin sal marina de Lanzarote no hay salinas, ni puede haber cultura, ni patrimonio natural. Y que sin sal marina de Lanzarote, no puede llamarse tradición ni seña de identidad a la elaboración de alfombras por el Corpus.
 
Pasados unos días, con sosiego, y con un año por delante para que no se repita otra vez el mismo disparate en la próxima edición. Sin uva de La Geria no hay vino de La Geria. Y sin vino de la Geria no hay paisaje de La Geria. Da igual el precio de la uva, y del vino, y de la hora de trabajo. Porque lo importante es el valor de La Geria.
 
Vámonos ahora a Santa Pola. La sal alicantina no sirve para las alfombras. Es muy fina y muy seca, por lo que necesita un grosor y una humedad que posee la sal local para  compactarse y confeccionar una alfombra tradicional. Pero aunque fuera excelente tampoco es de recibo recurrir a ella mientras haya sal en la isla o, al menos, en Canarias. Otrosí, la mayoría de quienes participan no conocen la técnica de confección de las alfombras, de lo cual no tienen culpa, porque nadie los enseña. Otro: los diseños son muy desafortunados.
 
Una importante tradición, las alfombras de sal marina local obtenida por métodos tradicionales, está en uno de sus peores momentos y en acentuado declive. No hay asociación de alfombristas y los ayuntamientos no logran elevar ni la participación ni la calidad. Todo sobrevive malamente, porque el precio de la sal se impone al valor de las salinas lanzaroteñas y a la obtención de sal marina por métodos tradicionales. ¡Cuánta tristeza ante tanta falta de conocimiento!

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