El bebé
El bebé
Dos efectivos de la Guardia Civil caminan con prisa. Uno de ellos lleva, envuelto en una manta, el cuerpo agonizante de un bebé. Su madre lo trajo al mundo a bordo de una embarcación de esas que llamamos pateras. El Guardia Civil que lleva al niño -¿O quizá era niña?- lo mira a través de las gafas de sol. Es una mirada que, a la vez, parece querer detener la vida que se le va escapando al bebé. En vano. Los meses que estuvo en el vientre de su madre fueron los únicos de verdadero calor, y de vida, para el infortunado. Se va muriendo en brazos del guardia mientras a su madre la trasladan a un hospital. Al fondo se ven unos yates inalcanzables incluso para la mayoría de nosotros. Pocas horas antes, en el Congreso de los Diputados, un tipo siniestro manipulaba datos para culpar a personas como la que desafortunadamente nunca llegará a ser el bebé, de todos los males que aquejan a este país. No vayamos tan lejos: en las redes sociales algún político lanzaroteño nombraba al gobierno de España en lugar de respetar el duelo. No es de extrañar. Semanas antes otros hicieron lo mismo con nueve muertos en la marea de Caleta Caballo
Políticos
Los políticos pueden dejar de hacer política en algún momento del día. No están obligados permanentemente al grotesco postureo que exhiben a cada paso. Pueden, perfectamente, lamentar la muerte de un bebé exactamente igual que han hecho sus conciudadanos. Nada les impide dolerse con la tragedia que se añade al inmenso drama de la inmigración. En concreto de este tipo de movimientos migratorios. ¿Quién se atreve a hacer política a costa de una mujer que da a luz a su hijo en medio del mar, en una precaria embarcación y rodeada de extraños, la mayoría hombres? Lo que ha pasado esa madre sólo ella lo sabe. Qué la llevó a embarcarse en su estado sólo puede responder a una situación desesperada en origen. Lanzarote hace muchos años que dejó de ser punto de partida para convertirse en puerto de llegada. Sin embargo, no parece que todo el mundo se haya acostumbrado a eso. Basta leer alguno de los comentarios que se vierten en las redes, muchos basados en mentiras mil veces repetidas, para darnos cuenta de ello.
Agresividad
Vivimos tiempos repletos de malos modos y mucha mentira. La ultraderecha lo mismo llama delincuente y violador al inmigrante, desoyendo la realidad estadística que lo desmiente, que recupera el felizmente desaparecido terrorismo de ETA mientras el único diputado que necesita escolta es un vecino de Teruel amenazado por esa misma ultraderecha. Tiempos en los que una diputada nacionalista canaria busca su minuto de gloria revistiéndose de heroína de España. Luego se queja de que esa misma ultraderecha le tribute continuos homenajes en público. Parece como si todos estemos obligados a militar en algún extremo. La moderación no se lleva. Y está por ver si somos capaces de vivir fuera de la confrontación. Los partidos han dado órdenes a sus militantes, por muy lejos que vivan esos militantes, de repetir la misma cantinela. Así no es extraño escuchar a un humilde concejal de un pueblo pequeño de la Canarias profunda, hablar como si se tratara del mismísimo Abascal, o Casado, que para el caso lo mismo da.