EL ALMACÉN returns

En 1974, con más bríos y entusiasmos que cabeza para los negocios, César Manrique, Gerardo Fontes, Luis Ibáñez y Pepe Dámaso, cuatro valientes y comprometidos con la cultura de aquellos años, tuvieron la peregrina ocurrencia de crear un espacio de encuentro y de experimentación artística en un viejo almacén destartalado y abandonado que había sido sede de la Escuela de Artes y Oficios, en el mismo centro de la capital de Lanzarote. Hoy, como ayer, El Almacén, el legendario y emblemático buque insignia de la contemporaneidad de Lanzarote, vuelve a abrir sus puertas, cerradas desde 2009, con el mismo empuje y la necesidad cultural que hace 42 años.
 
Si un proyecto de ese calibre quisiera ponerse en marcha hoy, salvando las distancias y las odiosas comparaciones, cualquier asesor empresarial nos aconsejaría no ejecutarlo, porque una iniciativa revolucionaria de ese calibre tendría muchas “amenazas” en su contra. Y razones objetivas no le faltarían. El Arrecife de 1974 era una ciudad pequeña, pueblerina, ubicada en la periferia del panorama cultural regional y sin potenciales consumidores culturales para un espacio de esa naturaleza. No existía precedente alguno de un laboratorio para las vanguardias artísticas de este tipo en el entorno próximo. Y, por último, el contexto sociopolítico de aquella época no era nada propicio, si consideramos que un año antes había arrancado una de las peores crisis económicas globales vividas después de la 2ª Guerra Mundial (como fue la energética del 73) y todavía latían los vivos ecos de las prohibiciones y censuras del Franquismo.
 
Por ello, cuando el 23 de febrero de 1974, contra viento y marea, aquella  disparatada criatura cultural abrió sus puertas con el desconcertante nombre de “Centro Polidimensional El Almacén”, nadie podía imaginar que esa iniciativa artística, capitaneada por Manrique y abierta a la innovación artística, a la contemporaneidad y a la ciudadanía de una isla cenicienta que tímidamente despertaba al Turismo, iba a marcar el devenir del panorama cultural de Lanzarote en el futuro. Sin embargo, así ocurrió.
 
El significado y la transcendencia de este hecho, ninguneado o tratado de soslayo por la historiografía canaria, siempre más pendiente de lo que ocurre en Gran Canaria y en Tenerife, radica en que, desde el primer momento, El Almacén se convirtió en un foco de interés y de dinamización para muchos creadores y agentes culturales foráneos, pero también locales. Por allí pasaron, además de Manrique y Dámaso, artistas como Ildefonso Aguilar, Santiago Alemán, Juan Gopar, Pedro Tayó, Carlos Matallana, Manolo Millares, Pierre Alechinsky, Pedro González, Eduardo Camacho, Vicente Vela, Eusebio Sampere o Antonio López, entre otros muchos. Rápidamente, asociado a dicho centro se propició y se generó una enriquecedora sinergia insular que no sólo posibilitaba que el arte contemporáneo se diera a conocer en un espacio libre, plural y abierto a este tipo de experiencias, sino que se comenzara a valorarlo y a difundirlo dentro y fuera de Lanzarote, como una de las excelencias y de los valores culturales propios que esta isla había interiorizado. Recuérdese que, a los pocos años, en 1976 se inaugura el Museo Internacional de Arte Contemporáneo (MIAC), uno de los centros de referencia de las vanguardias artísticas en la España de aquella época, junto al Museo de Arte Abstracto de Cuenca.
 
En este sentido, El Almacén fue siempre un espacio pionero y uno de los primeros centros culturales en Canarias con una clara definición y compromiso con las Vanguardias Artísticas del momento, conviviendo con otras manifestaciones artísticas como el cine, los audiovisuales, la literatura, la música o la escena contemporánea al mismo tiempo, frente al resto de espacios más convencionales del Archipiélago, como la Casa de Colón, el Círculo de Bellas Artes o los salones de los casinos, círculos mercantiles y otras salas institucionales insulares.
 
So pena de malinterpretaciones o de caer en espejismos comparativos, ninguna isla no capitalina ha aportado tanto nombre propio al panorama cultural canario actual como Lanzarote. Y ese mérito, de manera directa o indirecta, recae en El Almacén, un centro cultural irrepetible que en estos días inicia una nueva andadura.
 
Ahora bien, con independencia de la valoración que hagamos de su transcendencia en el exterior, a lo largo de todos estos años, sin olvidarnos de sus mejores y de sus peores momentos en su larga y compleja trayectoria programática, El Almacén ha sido un lugar de referencia que tampoco puede obviarse para entender e interpretar, de una manera integral, la configuración del panorama cultural actual o futuro de Lanzarote.
 
Efectivamente, si para explicar lo que conocemos como el Tránsito a la Contemporaneidad en la isla no podemos perder de vista el alentador e importante papel jugado por el fotógrafo Aquiles Heitz, el escultor Pancho Lasso, el escritor Agustín Espinosa, la Escuela de Artes y Oficios de Arrecife o el artista César Manrique, tampoco podemos dejar de considerar el enorme peso y repercusión que El Almacén ha tenido (y debe seguir teniendo) en Lanzarote como centro catalizador y vertebrador del rico tejido artístico e intelectual local, como espacio para la promoción exterior de los creadores residentes y como estratégico lugar de recepción de las innovadoras propuestas culturales que lleguen desde fuera de la isla.
 
Se trata, sin lugar a dudas, de una de las lecciones de compromiso con mayúsculas con la cultura contemporánea la que El Almacén, por encima de las miserias y mezquindades de la nueva sociedad lanzaroteña, nos deja impresa en nuestra historia local reciente.
 
Hoy, como el 23 de febrero de 1974, la reapertura de El Almacén es más que una buena noticia para Lanzarote. Es la esperada reivindicación de una necesidad social que la ciudadanía del siglo XXI de esta isla debe exigir, conocer y valorar como una de sus señas de identidad cultural incuestionables que ha de seguir marcando e iluminando nuestro futuro como isla y en clave de contemporaneidad. Su riqueza intangible e inconmensurable no cree en vinculaciones políticas, ni catecismos economicistas ni en códigos ideológicos, sólo se debe a la tiranía del pensamiento y del arte contemporáneos como únicos credos, porque de ellos debe seguir bebiendo y alimentándose su programación como espacio cultural vivo, libre y dinámico, de la misma forma en que se ideó en 1974, pero formando parte ya, de manera indisoluble, de nuestro patrimonio cultural identitario.
 
Larga vida a El Almacén y larga vida a la cultura contemporánea.

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