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Don Severino y la Villa: espectro para alguno, caballero para todos

Severino Bethencourt Ramírez falleció en 1973. Alguno afirma que su fantasma se le ha aparecido en su casona de la Villa, pero nadie duda que era todo un caballero. 

Don Severino y la Villa: espectro para alguno, caballero para todos

En los noventa se extendió el rumor de que Severino Bethencourt Ramírez (1909-1973) seguía presente en la que fue su casona en la Villa de Teguise. Supuestamente, se trataba de un  fantasma, la imagen de don Severino que, según alguno, se aparece a los vivos. Severino Bethencourt Ramírez falleció hace 43 años y sus restos reposan en el recién remozado cementerio viejo de Teguise junto a los de esposa, María Rijo. El mismo Iker Jiménez se interesó por el caso, que no fue a más.
 
Lo que está fuera de toda duda es que don Severino fue un caballero a la antigua usanza. Nacido en el seno de una familia acaudalada, vestía traje negro y se tocaba con sombrero también negro, con chaleco cruzado, reloj y leontina de oro. Transmitía elegancia y señorío no sólo por su porte y vestimenta, sino por su educación, cultura y respeto hacia los demás. Un prócer, según su amigo el escritor Leandro Perdomo, otro caballero.
 
“La bodega era una de las estancias preferidas de don Severino, quien se distinguió por producir los mejores caldos de la isla”
 
Habitó una casona del XVIII y más de 500 metros cuadrados en la Villa vieja. Situada en la calle Las Flores, el edificio se articula en torno a un gran patio central y ha sido objeto de diversas reformas, a cual más desafortunada. Tras la muerte de don Severino, el inmueble pasó de mano en mano y se le dio un uso turístico-residencial.
 
Una inquilina aseguró ser testigo de una aparición en la bodega de la casa: la figura de un hombre vestido de negro y con sombrero. La bodega era una de las estancias preferidas de don Severino, quien se distinguió por producir los mejores caldos de la isla en los viñedos que el matrimonio poseía en La Geria. Quizá todo obedezca a que la casona linda con la calle Duende y que, de ahí, se haya extendido la idea de la presencia de un espíritu fantástico. Pero otros propietarios e inquilinos insisten en que en la bodega se aparece un hombre vestido de negro y con sombrero, y que, con frecuencia, se escuchan pasos y ruido de útiles en esa habitación. Quizá la casa extraña a don Severino…
 
“Los más viejos lo recuerdan como un gran señor, caballero en porte, indumentaria y alma”
 
Al igual que su padre, don Severino fue alcalde de Teguise. Fue al comienzo de la Guerra Civil española, en 1936, y durante apenas cuatro meses, del 19 de marzo al 6 de agosto. Amante del teatro, formó parte de Junta Rectora de la Cooperativa Vitivinícola y fue directivo de la Gallera de Teguise, ya que era un gran aficionado a las peleas de gallos. También le encantaba jugar el envite, pero, sobre todo, fue un tertuliano ocurrente e ingenioso en los encuentros que tenían lugar en El Acatife. Don Severino participó en el homenaje que se le tributó al Dr. Alfonso Spínola en Teguise.
 
Don Severino destacó por su humanidad y sus buenas obras. Hombre justo, cabal amable y bondadoso, no dudaba en echar una mano a quien se lo solicitase. Los más viejos lo recuerdan como un gran señor, “caballero en porte, indumentaria y alma”. Su única hija, Lola María, reside en Gran Canaria y no acaba de ver claro lo de las apariciones espectrales. Para ella es simplemente su padre, Severino, uno de los últimos caballeros de la Villa.

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