Top Secret, 9 de mayo de 2018

Dejen en paz a los barrios

Dejen en paz a los barrios

Dejen en paz a los barrios
Cada vez que los políticos, del color que sea, se enfrentan a la elaboración de unos presupuestos, y no digamos ya a una campaña electoral, los barrios acaban siendo protagonistas. Pero, ¿termina haciéndose lo proyectado? Si los barrios recibieran la atención práctica que se predica en la teoría, hoy día serían, todos ellos, la envidia no ya del resto de la isla y ni siquiera del Archipiélago. ¡El mundo entero estaría celoso de ellos! La realidad, sin embargo, es bien distinta. Basta con echar un vistazo a todos ellos para caer en el desasosiego. Todo sigue igual. O peor. Deberían dejar en paz a sus sufridos habitantes y no marearles con promesas y más promesas. Todo esto viene a cuento por la última que hemos leído: Nueva Canarias enmienda los Presupuestos Generales del Estado y logra que se incluya un millón y medio de euros para la renovación urbana del barrio de Tinasoria. Otra en saco roto, nos tememos. Es difícil adivinar las causas de tanta ineficacia con las zonas que más lo necesitan. En Arrecife, las dos Arganas, Tinasoria, Altavista, Titerroy y un largo etcétera ven como siguen pasando los años y su calidad de vida no aumenta. ¿Tan difícil es? ¿Por qué tanta desatención? ¿Son ciudadanos de segunda?
 
Continente y contenido
Cualquiera de las zonas citadas anteriormente se presta a una gran actuación que, como todas las cosas grandes, es mucho mejor hacerlas mediante la suma de muchas pequeñas. Limpieza y mantenimiento de solares, albear muros, fachadas y medianeras, colocar bordillos y rotondas, arreglo de desperfectos en el mobiliario urbano, adecentamiento y limpieza de contenedores, embellecimiento de zonas comunes... Junto a ello, adecuar las aceras, empichar las calles, señalizar bien los lugares de interés y pintar pasos de peatones, stops y cedas, arreglar farolas... que dé gusto pasear por calles y plazas. Carteles y banderolas con mensajes motivadores invitando a vivir el barrio, a consumir en él, a disfrutarlo. Que la gente se siente orgullosa de ser del sitio donde vive. Y, en paralelo a estas pequeñas cosas, otras medianas: la creación de infraestructuras que pongan en valor la zona. Pensamos en parques infantiles bien cuidados y atendidos, en pequeñas bibliotecas públicas con lo básico para el apoyo escolar, en lo que ahora llaman centros cívicos, puntos de encuentro de vecinos y vecinas donde “hacer cosas”, desde charlas y talleres hasta gimnasia de mantenimiento o campeonatos de bolas... Y así. Tampoco sería mala idea que cada uno tuviera una oficina del propio Ayuntamiento donde el residente tuviera la atención necesaria para cualquier papeleo o consulta.
 
Nada original
Nótese que nada de lo planteado es original. Ninguna cosa que no ocurra en otros lugares con políticos o asesores formados y viajados. Nada tampoco que no se haga en el centro de la ciudad... algunas veces. Pero, junto a esa atención en infraestructuras y/o mantenimiento, los barrios precisan de otro tipo de actuación: hacia las personas. Con los distintos “booms” económicos han llegado a la isla, y lo siguen haciendo, no pocas familias procedentes de culturas muy distintas a la nuestra. Con hijos, niños o niñas, que deben adaptarse a nuestro sistema educativo y que no cuentan con lo que contamos la mayoría: el apoyo de la familia para ayudarnos a asimilar las materias. Empezando por el desconocimiento del idioma y terminando por el lógico desconocimiento de, por ejemplo, la “nueva” geografía e historia que les toca estudiar a sus hijos. El apoyo escolar a todas las familias, pero especialmente a las llegadas de Latinoamérica, África o Asia, coadyuvaría a una más rápida integración y a aminorar las dificultades en la escuela. A reducir el fracaso escolar, en definitiva. Y de ahí para arriba, echen imaginación: proyectos encaminados a formar ciudadanos con un futuro mejor del que espera a tanto joven botado en las esquinas porque su nueva comunidad no ha pensado en él.

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