OBITUARIO

D. Pedro Hernández Cerdeña

D. Pedro Hernández Cerdeña

Creo que tener  el honor de representar hoy a los cientos (¿o miles?)  de alumnos de D. Pedro se debe  no tanto a que me escogieron porque pasaba por allí sino porque yo estaba aquí: estoy desde siempre aquí ya que en este edificio estudié, realicé el servicio social sustitutorio y trabajo desde hace 21 años. Así que agradezco a la Asociación Mercedes Medina que me hagan volver a mi puesto de trabajo también un sábado.  En realidad hubiese estado aquí de todas formas para acompañar a un homenajeado que bien lo merece y con el que me une hoy más que nunca un lazo de cariño y también de azar, pues le toca glosar la figura entrañable de un maestro centenario desde ayer, a un alumno que cumplirá justo la mitad de los años pasado mañana.
 
Pertenezco a la quinta que de 1971 a 1976 estudiamos en la escuela unitaria de D. Pedro, y para evocar esta época he preferido recordar algunas palabras  que me devuelve a aquellos años y he empezado un breve glosario de términos que espero que los compañeros, presentes o no, amplíen en los próximo días y meses, no quedando esto en mis cuatro palabras sino en una más completa revisión de nuestra infancia y, sobre todo,  de la trayectoria de nuestro maestro.
 
ALAMEDA: visita obligatoria de aquellos chinijos que no se sabían, o sabíamos,  la tabla de multiplicar y que refería a un panel o paño con los resultados correctos de las operaciones. Tenía  un matiz amarillento que  imagino de otro color cuando lo imprimieron.
 
BLANCO Y NEGRO: Los colores de la televisión de aquella época que luego descubrimos que no eran sólo dos, sino que estaba lleno  de una gran gama de grises como  la mayoría ciudades españolas de los 70.
 
BOLICHES: Esferas de cristal en desuso de interior coloreado con las que jugamos en los recreos arrastrándonos por el suelo de la pescadería con la consiguiente alegría de nuestras madres.
 
CATECISMO: Libro de religión que cada capítulo terminaba con la definición de conceptos que teníamos que aprender de memoria sin que entendiéremos  ni una sola de las palabras que decíamos.
 
DICTADO: Ejercicio casi diario de aquella época y que en la actual no aprobaría ni los recién licenciados en Filología española. Consistía en escribir sin faltas de ortografía lo que D. Pedro dictaba pronunciando como si hubiese nacido en pleno centro de Valladolid.
 
ENCARNADO: Termino con el que designábamos las cosas con un color más o menos rojizo. Éramos  pobres hasta para los colores, hoy en día para lo mismo usamos el carmesí, bermellón, granate, escarlata, carmín, amaranto y burdeos.
 
GOTERAS: Agua que se colaba en el colegio  por un tragaluz de cristal cada vez que llovía, y antes llovía más. La verdad que no eran goteras, en realidad llovía en la parte central del colegio y teníamos que retirar todo el material escolar y esperar a que escampara para continuar.
 
MANUELA: Permítanme un recuerdo muy particular, este era el nombre de mi abuela con quien por primera y última vez acudimos al colegio mi primo  Eduardito y yo cogidos de sus manos,  llorando a lágrima viva, no recuerdo bien si por ir  al colegio o porque nos iba pellizcando sin darnos cuentas y sin saber con qué mano. Qué talento tenía Doña Manuela y qué temperamento;  por cierto, nacida en el 14 como usted.
 
OCÉANO: El Atlántico D. Pedro. Le aseguro que no ha entrado en mi sesera, entendederas o mollera ningún dato sobre el universo que produjera mayor asombro que al darme usted a conocer que ese mar que tenemos enfrente forma parte de algo tan grande que nos une y nos aleja del resto del mundo.
 
PEÓN: La pieza de movimientos más simples en el ajedrez, un juego  inventado hace más de 2000 años y que hoy intentan introducir en la enseñanza como gran novedad pedagógica olvidando las horas que dedicamos a estrujarnos la cabeza, hace tropecientos años, en la escuela, en el club de la Caja, en la Democracia y, según me cuentan, en el antiguo Gran Hotel.
 
SARDINA: Unidad  dibujada en la pizarra que servía para sumar, restar, multiplicar y dividir. Además era la fuente principal de ingresos de la Isla y la que hace que los recuerdos de los olores de mi  infancia no vayan más allá  del pestazo que El Charco desprendía.
 
SELLO: Estampilla con la cara de Franco que en el colegio significaba recibir un golpe  con la palma de la mano en la nuca, siendo la intensidad y sonoridad del mismo proporcional a su destino y no habiendo llegado éste nunca  más allá de Venezuela.
 
TIMBRE: Campanilla bajo caparazón metálico ovalado que pulsaba  D. Pedro para llamar la atención de algún alumno hablador o distraído. La acción tenía como consecuencia que se abalanzaran sobre el infractor algún compañero, el más cercano o más veloz, para apretar, a veces con gracias y otras con saña, el cogote del despistado.
 
Y por último no una palabra sino una letra. La V: o sea, la b chica.
 
Palabras del alumno Andrés Fajardo en el homenaje por el centenario de su nacimiento, celebrado el 15 de noviembre de 2014 en el Aula Magna de la UNED de Lanzarote (antiguo Parador de Turismo).

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