Top Secret, 18 de septiembre de 2020

Corredores seguros

Corredores seguros

Desde hace semanas venimos hablando de la necesidad de crear corredores seguros para que el turismo regrese a Lanzarote. Pero antes tenemos que poner de nuestra parte. Nadie querría usar un corredor seguro…hacia el contagio. Porque tal como están las cosas, y pese a las relativas buenas noticias de estos últimos días, el mensaje que estamos lanzando es que Lanzarote no acaba de ser una isla del todo segura. O que, por lo menos, ha dejado de serlo de julio para acá. Así que lo único seguro de los corredores seguros serían los propios corredores en sí. El destino, desde luego, no. Pero, situémonos: ¿Qué es un corredor seguro? Si buscas en Google todavía prevalece la definición del comercial que se encarga de venderte pólizas de vida, incendios o decesos. Luego ya, si añades “turismo”, el buscador tan inteligente lo relaciona de inmediato y alcanzas a deducir que un corredor seguro se conoce, en tiempos de pandemia, a conectar zonas con un nivel de seguridad y probabilidad estadística de contagio equivalente tanto en el origen como en el destino.

Test

A esa equivalencia de (escaso) riesgo, hay que añadir que las administraciones pondrían todo de su parte para exigir test en origen y practicarlos en destino. Si no a todo el mundo, sí al menos de forma aleatoria. En la actualidad, en Lanzarote no se dan las condiciones para ser uno de los extremos de cualquier corredor que se quiera establecer con capitales europeas. Superamos, con creces, las medias de contagio por habitantes exigidas. Así que, o nos ponemos las pilas, o las seguiremos pasando canutas. No deja de ser curioso que en los debates ciudadanos nos quejemos con amargura de la ausencia de turismo y temamos el inmediato -negro- futuro económico y hagamos bien poco para tratar de revertir esta situación. Porque inmediatamente después de quejarnos, quedamos con vecinos y amigos, variando de grupo, para charlar o tomar algo y permitimos que nuestros hijos sigan del tingo al tango con la mascarilla rascándoles la barbilla. O nos aplicamos, o esto no se arregla solo

Culpables

La camarera del restaurante, el ayudante de cocina, la chef, el camarero de pisos, los trabajadores de mantenimiento de los hoteles, recepcionistas, asalariados del taxi y los coches de alquiler y el resto de actores cuya dependencia laboral es directa, o casi, del turismo, pueden hacer mucho para que baje la curva de contagios. Porque ellos, y el resto de los que aquí vivimos, y nadie más que nosotros, hicimos mucho también para que subiera.  Así que a aplicarnos el cuento. Fíjense que, tal como se preveía, ha terminado agosto y las burradas que hicimos en agosto y la tendencia empieza a cambiar. Si la vuelta a las aulas no lo estropea, que algo ha de ocurrir, seguro, a finales de mes podríamos presentar unos números de positivos en relación al número de habitantes bastante más optimistas e incluso esperanzadores para que en la reunión de la Comisión Europea del día 28 de septiembre se abra un tanto la mano y se flexibilicen las medidas para los viajes. Si seguimos en las mismas, el turismo de invierno volará a otros destinos. Por mucho que la Federación Turística diga que es urgente crearlos. Esto es como la vacuna. Lo dijimos esta misma semana: ciencia es ciencia y ya podemos desearla que llegará cuando los análisis, estudios y pruebas lo permitan. Los corredores sólo serán seguros si los dos puntos que unen lo son. Hoy por hoy, insistimos, Lanzarote no lo es. ¿Cómo puede serlo? Fácil: que dejemos de contagiarnos los unos a los otros.

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