Opinión

Contra Rajoy a Rivera le iba mejor

Contra Rajoy a Rivera le iba mejor

En el Congreso Extraordinario celebrado por el PP el pasado fin de semana, los compromisarios decidieron designar a Pablo Casado como sustituto de Rajoy al frente del partido. El triunfo de Casado llegó, entre otras muchas vicisitudes, después de que cinco de los seis candidatos se unieran para derrotar a quien había ganado en la primera vuelta, Soraya Sáenz de Santamaría -primera criba en la que votaron directamente los afiliados de los populares-.
 
Es indudable que Pablo Casado goza de mayor arraigo entre los militantes del PP que Soraya Sáenz de Santamaría, que llegó al partido de la mano de Rajoy y cuyas prioridades -que le marcaron y que ella eligió- nunca fueron las de atender la fontanería del partido, sino las de ejercer la oposición parlamentaria en el Congreso de los Diputados al entonces presidente Zapatero, primero, y ponerse al frente de la coordinación del Gobierno como vicepresidenta pleniponteciaria, en un segundo periodo.
 
Sáenz de Santamaría tuvo que ejercer la tarea de coordinación del Gobierno coincidiendo con una etapa en la que España sufrió la mayor crisis económica que ha vivido nuestra democracia. Además, consecuencia de la situación descorazonadora que iba dejando la crisis económica brotaron problemas territoriales y sociales que necesitaban de templanza -por una parte- y mano dura -por la otra- para poder afrontarlos, con el desgaste que esa tarea supone.
 
El liderazgo que tuvo que ejercer Soraya en el Gobierno de Rajoy durante la crisis económica, territorial y social que seguimos viviendo fue erosionado su imagen en algunos sectores de su propio partido y entre los miembros del Consejo de Ministros. Nadie duda de que las decisiones las tomaba Rajoy, pero quien las ejecutaba era la vicepresidenta, con un desgaste importante ante propios y extraños.
 
El poco arraigo dentro del partido, la tarea encomendada de ejemplarizar y disciplinar a los demás ministros, liderar el conflicto catalán desde la responsabilidad de Gobierno y la escasa o nula empatía con la secretaria general, María Dolores de Cospedal, condenaron a Soraya  desde que perdió el paraguas de Rajoy.
 
Pablo Casado, por contra, nació en política pegado al partido y no ha tenido responsabilidades de Gobierno que le hayan obligado a modular su posicionamiento político; sin tareas  difíciles es mucho más fácil estar más cerca de lo que los compromisarios querían oír. Tiene mucho mérito que, en las circunstancias en las que se celebraron las primarias de los populares, Sáenz de Santamaría obtuviera el respaldo mayoritario de los afiliados del PP. Las bases del partido valoraron más su capacidad, su tenacidad y su trabajo al frente de las responsabilidades que tenía encomendadas que la trayectoria de la ex secretaria general.
 
En círculos próximos a María Dolores de Cospedal se comenta que fue mayor el entusiasmo que le produjo la derrota de Soraya ante Casado que la pena de quedarse fuera en la primera fase de las primarias, cuando los afiliados le dieron la espalda.
 
No ha estado Pablo Casado muy generoso con la ex-vicepresidenta del Gobierno a la hora de cerrar su equipo de trabajo, sobre todo si tenemos en cuenta que Sáenz de Santamaría ganó en el voto directo de los afiliados y obtuvo el respaldo del 42% de los compromisarios al Congreso, además de haber sido el pivote del los Gobiernos de Rajoy. De alguna manera, Cospedal se alió con el resto de perdedores en la primera fase de las primarias para censurar el trabajo de quien había sido la ejecutora de las políticas de su presidente, Mariano Rajoy.
 
La derrota sufrida inicialmente por Casado, Cospedal y por el resto de perdedores de la primera fase de las primarias ante Sáenz de Santamaría, así como la falta de entendimiento para integrarla en la nueva dirección de los populares, ha sido una buena noticia para el PSOE. Por una parte, ve a un PP más débil por su falta de unidad interna y, por la otra, el aparente escoramiento de los populares a la derecha le facilita recuperar la amenaza del “voto del miedo”.
 
No le viene tan bien a Ciudadanos, que en dos meses ha visto como ha desaparecido del escenario político Rajoy, su principal víctima -en el que personalizaron todos los males de España- y también su ex vicepresidenta, que era un objetivo claro en su estrategia de utilizar el conflicto catalán para desgastar a los populares. Por lo demás, el discurso de Casado deja, por el momento, un poco más arrinconados a Rivera y los suyos. Al ganar Casado pierde Rivera y gana Sánchez. Ciudadanos ha sido y es, sin duda, el gran damnificado por la caída de lo que se denomina como el marianismo. Contra Rajoy a Rivera le iba mucho mejor.

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